Las amantes del poder

Después de leer Las amantes del poder (Planeta, 2014), de Sanjuana Martínez, me quedé con la certeza de que Carlos Salinas de Gortari maneja a los títeres principales de la política de este país, en especial a Enrique Peña Nieto.

Nada, casi nada, escapa a su control. Maniobró la derrota de Andrés Manuel López Obrador, diseñó la campaña del actual presidente de México, nombró el gabinete y realiza los negocios más importantes con el gobierno.

El poder de Salinas de Gortari queda documentado en el último capítulo del libro de Sanjuana Martínez, titulado El amor de la señora regenta, en donde se reconstruye la historia de perversiones y pasiones de Rosario Robles, la incondicional del expresidente, con Carlos Ahumada.

Sus cartas son antológicas: “Te amo y me cuesta trabajo creer lo que en tan poco tiempo hemos vivido. La palabra intensidad no es suficiente para describirlo. Tal vez es la incertidumbre, el no saber qué pasará mañana, pero como niños nos hemos comido nuestro amor a borbotones. ¿Te acuerdas de Berlín, de sus calles, del hot dog en el changarro de la esquina de un parque?; ¿y de Los Cabos y nuestro sospechoso ir y venir como si trajéramos algo entre manos (lo que nadie imaginaría es que era un plato)? ¿Recuerdas Madrid y el primer bar-restaurante que visitamos con sus tapas y su vino, y qué decir de Barcelona; y de la noche mágica en Huatulco y los daiquirís del Floridita; y de Brasil, la alegría del triunfo, su árbol enorme y sus noches de travesura y de sex shop?”.

Y la señora regenta, enamorada –del hombre equivocado, había de decir tiempo después– le escribía al empresario con quien más negocios hizo durante su mandato: “Nuestro amor es más grande que esta brutal prueba que nos han impuesto”.

Un Carlos Ahumada despechado, traicionado, defraudado y encarcelado también exorcizó sus demonios: mencionó a Rosario Robles como el eslabón de la campaña de desprestigio en contra de AMLO, con Carlos de Salinas de Gortari a la cabeza y a los lados Diego Fernández de Ceballos y Federico Dohring.

Las amantes del poder no trata solo de los amores de la regenta, sino también de mujeres abandonadas, encarceladas y burladas. El libro abre con el caso más emblemático de este sexenio: el descubrimiento de Angélica Rivera sobre las infidelidades del presidente Enrique Peña Nieto:

“La voz de Angélica Rivera no tiene la dulzura conocida en sus telenovelas. Tampoco es la voz que usa en actos oficiales en su papel de Primera Dama. Mucho menos, la voz con que concede entrevistas que se publican cotidianamente en la prensa rosa. La de ahora es una voz aguda, indignada.

“Vocifera, grita, está enfurecida. Acaba de descubrir que Enrique Peña Nieto le es infiel. El presidente de México ha ido cambiando de esposa, pero no de amante. Angélica ha enfrentado la realidad: su marido, antes y después de casarse por segunda ocasión, continuó su relación extramarital con la misma mujer que lo acompañó durante los últimos años de matrimonio con Mónica Pretelini”.

Sin título    Angélica Rivera le pide al presidente que no vea más a Maritza Díaz Hernández, la mujer con quien Enrique Peña Nieto procreó a Diego. Y la protagonista de Destilando amor no se detiene:

“–¡Eres una puta! Eso que le hiciste a Mónica ahora me lo haces a mí. Pues quiero que sepas que Enrique está sentado aquí a mi lado para escuchar lo que te voy a decir (…) Tu hijo es un bastardo”.

El presidente no solo cumple, sino que además le reduce la pensión a Maritza y a su hijo.

En Las amantes del poder, Sanjuana Martínez documenta también los casos de Arturo Montiel y Maude Versini; de Juan Iván Peña Néder y Talía Vázquez Alatorre; de Jorge Aristóteles Sandoval Díaz y Christiane Mildred Flores Campos, y de Diana Pando y Luis Téllez.

El libro es un recuento de las derrotas de mujeres que tuvieron el infortunio de relacionarse con hombres en el poder. Fueron vejadas, asediadas, incluso, como en el caso de la expareja de Genaro Góngora Pimentel, encarceladas.

Es un texto imprescindible para conocer nuestra triste realidad de los políticos empoderados, quienes una vez pasados los momentos de amor romántico no dudan en lanzar a sus exparejas a un laberinto jurídico para despojarlas de su patrimonio o no entregarles la pensión justa.

 

 

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