Dignidad

Prisioneros/Van Gogh

Prisioneros/Van Gogh


1. Era un festival de poesía. Al grupo organizador (Nexos) le estaban pagando muy bien y pudieron invitar a sus amigos de todo el mundo. El gobernador era pariente de un gran poeta. El gobernador acostumbraba llegar una o dos horas tarde, mínimo, a los actos que debía inaugurar. El festival internacional de poesía no fue la excepción. Los organizadores decidieron empezar sin él, a pesar de los ruegos de los funcionarios menores. Casi al final del acto apareció el gobernador. Uno de los funcionarios menores dio la orden de instalar un lugar extra en el templete. El dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda se levantó, indignado, tomó el micrófono y regañó al junior gobernador. El abucheo del público terminó de impedir que ese lugar extemporáneo fuera ocupado. El dinero para festivales de poesía dejó de fluir. Un par de funcionarios locales fueron castigados. Soportaron el castigo en silencio.

2. El estudiante de secundaria llegó a casa con un uniforme extra y una mochila nueva. Verdes. «Tenemos que llevarlo mañana puesto, luego ya volveremos a nuestro uniforme normal», dijo. Al otro día, al regresar de la escuela, contó a sus padres que lo habían sacado de la escuela para ir al parque central, donde se encontraron con todos los estudiantes de la ciudad. Llegó el gobernador, verde, y se tomó una foto con ellos. Luego de la foto, los mandaron a sus casas. «¿Cuándo volverán a usar el uniforme verde?», preguntó la madre. «Nunca», respondió el hijo con inocencia. El padre y la madre se miraron, indignados. Al otro día ellos y otros muchos regresaron el uniforme y la mochila, al tiempo que exigían a los profesores no volver a sacar a sus hijos de la escuela sin su permiso.

3. Un grupo de cineastas organizó una fiesta. Una gran fiesta de cine. Le llamaron Festival Internacional de Cine. El gobernador, verde, les ofreció pagar los tragos y los pasajes de los invitados especiales. Invitaron a mucha gente, amigos y conocidos interesados en ese asunto del cine. La noche de la fiesta todo el mundo estaba listo, con su invitación, sus abrigos, su gusto por el cine. Cuando apenas había llegado la mitad de los invitados, llegó el gobernador acompañado de tres camiones de «amigos» (se les podía reconocer por una pulserita con el logo del gobierno). La mitad de los invitados del grupo de cineastas seguía en la calle. Los organizadores de la fiesta se miraron sin saber qué hacer. Corrieron a la puerta trasera para dejar pasar a sus invitados más especiales. Quisieron reclamar al gobernador, cancelarlo todo, pero sabían que si lo hacían no habría fiesta el próximo año y tanto ellos como toda la gente amante del cine se quedarían sin oportunidad de ver el cine que les gusta. Decidieron dejar pasar a los amigos del gobernador. Sacrificaron algo de orgullo esperando un beneficio mayor. La mitad de sus invitados regresaron a sus casas. La otra mitad, indignada, abucheó al gobernador.

La indignación aparece cuando se niega la autonomía, es decir, cuando se le niega a las personas su capacidad de gobernarse a sí mismos, de decidir en libertad. Al indignarnos recuperamos en el acto la libertad, la autonomía, la dignidad. Hay quien se puede dar el lujo de indignarse en voz alta, como Lo hiciera el hoy fallecido Rascón Banda. Otros se indignan no por si, sino por los suyos, como los padres y madres de esa secundaria. Hay quien se indigna en silencio, como esa persona que sonreía debajo de su sombrero bombín al escuchar al secretario de turismo despotricar en contra de quienes «tienen un pensamiento diferente».

Pd. Hay otros que, sumidos en la indignidad, se hunden todavía más, reafirman su calidad de súbditos, cuando el cacique les dice «¡golpea más fuerte!» ellos sólo alcanzan a lanzar un suave bofetón.

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