El simulacro nacional, entre la máscara y el disfraz

Lorenzo Córdova. Foto: Agencias

Lorenzo Córdova. Foto: Agencias

“Nos trataron de indios mugrosos.

Dan dos caras y en las espaldas hablan mal de nosotros”.

Hipólito Arriaga

Gobernador Nacional Indígena (autoproclamado)

Todo el mundo miente

Eso decía el doctor House, que cuando renunció al hospital Princeton Plainsboro se metió a la política y ahora se hace llamar Tom Jones, ese que escuchaban las muchachas de la Ciudad de México a las que no les gustaba el rock (bueno, eso decía el Tri, en su canción “Las viejas del Distrito Federal”, en esos tiempos en que en lugar de “muchacha” los ídolos del rock decían “vieja” y aún así los alzaban en hombros como representantes de la contracultura). No faltará quien diga que el Tom Jones del que hablaba Alex Lora era el que cantaba “It’s Not Unusual” en 1965, no el Tom Jones que aparece en la serie de televisión Veep, que además no es el doctor Gregory House, sino el nuevo personaje que interpreta Hugh Laurie, que es como se conoce a James Hugh Calum Laurie, quien es un actor, no un cantante. Luego llegará alguien que sostendrá que si, que Hugh Laurie es un cantante, y mencionará una banda llamada “Band From TV” y que Tom Jones además de cantante es un actor que aparece en varias películas, como en “Mars Attacks” de Tim Burton. Y todo será cierto. Aunque el doctor House haya dicho que mintió cuando afirmó que todo el mundo mentía.

Cuando en 1978 el filósofo francés Jean Baudrillard publicó “Cultura y simulacro” ya la carrera de Tom Jones (el cantante, no el candidato) estaba en decadencia, Hugh Laurie todavía no actuaba y Tim Burton apenas era un estudiante de animación. Decía Baudrillard que la sociedad contemporánea ha construido una realidad simulada, interpretada, a partir de la cual interpreta y da sentido. A esa realidad le puso el nombre de Hiperrealidad, la cual sería una estrategia de la conciencia para definir lo que es verdaderamente «real» en un mundo donde la tele, los medios de comunicación en general, nos hacen todos los días maquetas, modelitos armados que transforman drásticamente la forma en que percibimos los acontecimientos, los sucesos, las cosas que nos pasan.

Recordé este libro porque en estos días un personaje ha estado presente en varias sobremesas y pláticas de pasillo, así como en muchos posts y tuits de amigos y conocidos: Lorenzo Córdova Vianello. Su conversación telefónica con Edmundo Jacobo ha sido motivo de muchos artículos, discusiones, y las ya famosas antorchas que suelen aparecer en Facebook y Twitter, motivados por lo que muchas personas califican como comentarios racistas. El doctor Córdova, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en su nivel III, que obtuvo el premio nacional de periodismo en dos ocasiones y funge como Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), se burló de la forma de hablar de una persona y del “dramatismo” de los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa.

No abundaré mucho en denostar al Córdova, pues sería reiterar lo evidente, hacer leña de un mentecato tronco verde que no termina de caer. Me detengo en lo que sucede alrededor de esa llamada. Ahí está el simulacro que me recordó a Baudrillard. Ahí está el “todo el mundo miente” del doctor Gregory House. Ahondar en el asunto es un poco difícil, pues en cuanto se empiezan a identificar simulacros, no se puede parar y el mundo se vuelve una vorágine de imposturas. Es como el ensayo “La precesión de los simulacros”, de Baudrillard, que está basado en un pequeño cuento llamado “Del rigor en la ciencia”, atribuído a un tal Suárez Miranda, en el cuarto libro, capítulo XLV de su obra “Viajes de varones prudentes”, publicado en 1658, aunque en “realidad” lo haya escrito Jorge Luis Borges, y publicado en su libro “El Hacedor”, en 1960. La cultura y el simulacro, pues.

La conversación telefónica, recordemos, gira alrededor de la indignación de Lorenzo ante un personaje que, desde su perspectiva, finge ser indígena. Esa es la mascarada original. No sé si exista registro en audio de la reunión, así que por ahora sólo tenemos la versión de los presentes, y como el presidente del INE en estos días no es digno de nuestra confianza y al señor Mata nadie se ha animado a preguntarle, digamos que lo único que podemos dar por cierto es la indignación (esa que vino acompañada de un séquito de “¡no mames ca’ón!”).

Se podría pensar que un especialista en derecho electoral estaría más acostumbrado a la mise-en-scène, a la mascarada, al fingimiento, pues es algo que ve a diario cuando los representantes de los partidos alardean repitiendo mil veces la palabra “de-mo-cra-cia”, o cuando los consejeros electorales se adornan con la palabra “ciu-da-da-nos”. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Si sus colegas ponen cara de “no es mi culpa” cuando les acusan de fraude o que digan que sólo gastaron la cifra autorizada a pesar de las millones de evidencias, es algo cotidiano, por tanto, no le provoca comentarios. Pero si quienes simulan son indígenas, entonces si se saca de onda, entonces si dice “no mames, ca’on!”.

Según se sabe el funcionario del INE ante el grupo de indígenas se portó muy amable, se comprometió a apoyarlos. Ya en corto, hablando por teléfono con su secretario general se desahogó y se burló de sus interlocutores. Esa doble cara nos dolió a todos. Nos hizo pensar en la cantidad de veces que hemos acudido a una instancia oficial a solicitar algo, a tramitar, a presentar, a demandar. Todos vimos esa cara amable del funcionario que nos dice que nos apoyará y hará lo posible, nos vimos reflejados, nos sentimos el objeto de sus burlas.

La simulación de la simulación se filtra a los medios. Esos conductores de radio y televisión que se llenan la boca hablando de la ley y del estado de derecho cuando hay una manifestación, no dudan en ignorar ambos si de rating se trata. Así que toman su grabación ilegal y la difunden, una y otra vez. La indignación ciudadana crece en contra del presidente del INE. Se ignora la procedencia de la grabación, se deja de lado el hecho de que en México espiar conversaciones privadas es ilegal. Aparece la otra dimensión, miles de usuarios de redes sociales comparten el audio robado y lo acompañan de una filtración de insultos y exigencias de renuncia (aunque la gran mayoría de la gente que postea y pide la renuncia nunca haya oído hablar al señor Mata, como para saber si es cierto o no que imposta su indígeneidad). Los medios hacen su pantomima, la gente en sus redes sociales imita al mimo.

Nuestra indignación ante el comportamiento de servidores públicos dejó de tener fundamento en su comportamiento público, ahora nos indigna su comportamiento privado. Eso pone la rendición de cuentas y la movilización ciudadana en manos del Cisen (o quien quiera que haya grabado y filtrado la conversación), el cual decide a quién balconeará y por tanto, con quien nos enojaremos. El reclamo al servidor público ya no es si hace o no hace —bien o mal— su trabajo, sino si en privado se comporta de acuerdo a lo que esperamos de un funcionario, pero ese juicio sólo lo podremos hacer en tanto el Cisen (o quien haya grabado y filtrado la conversación) nos provea de material. El Cisen dispone, nosotros tuiteamos.

Ahí en Twitter me tocó mirar una buena parte de este espectáculo de la simulación de la defensa de los pueblos. Tuiter@s que se ofenden por las palabras del mero jefe del INE, que escriben “defendamos a nuestros indígenas”. Nuestros, como si fueran cosas, como si fueran mascotas. Tuits con el “nuestros” seguido de “indígenas” se repetiría ese día (20 de mayo) más de cien veces (hasta donde pude contar). Se podía adivinar en muchos de los encendidos comentarios de esas fechas: Nos indigna que alguien se burle de “nuestros” indígenas, y salimos a defenderlos porque, obviamente, ellos no pueden hacerlo. Simular un respeto que oculta la incapacidad de otorgarle a los pueblos la mayoría de edad, la autonomía, la capacidad de hablar, de defenderse.

Mardonio Carballo pareció decirlo en Las Plumas de la Serpiente, en ese modo tangencial que usa cuando no quiere salir peleado con todos. ¡Todo México es racista, no se hagan güeyes! les dice (aunque no lo dice). Pone ambos lados de la moneda. “Endiosan a líderes indígenas y les hacen funcionarios públicos sólo por ser indígenas, muchas veces sin méritos ni conocimiento del tema que se les encarga”. Pone puntos sobre la íes, sin disculpar a Lorenzo deja claro que su comportamiento y sus dichos “son el pan de todos los días”. Por supuesto, nadie hace un acto de contrición, nadie lo acepta, nadie dice “Yo soy igual que Lorenzo”. En estos días nadie quiere ser Lorenzo, aunque todos lo seamos.

¿Ahí termina la hiperrealidad de este capítulo? Al parecer apenas empieza, pues ya hubo una nueva reunión de la Gubernatura Nacional de los Pueblos y Comunidades Indígenas (GNPCI) con el INE, se dieron la mano y todos contentos y satisfechos. La GNPCI es una organización creada por Hipólito Arriaga, ex secretario de acción indígena de la CNC, brazo campesino del PRI. Hasta donde se sabe, Hipólito se autonombró Gobernador Nacional Indígena (figura que no existe en ninguno de los sistemas normativos de México) y ha nombrado secretarios en muchos estados, entre ellos Guanajuato, donde el Secretario de la GNPCI es el señor Mauricio Mata Soria (el protagonista de la conversación de Lorenzo Córdova). El Secretario General de la GNPCI es Filiberto Ku Chan, un académico metido a la política, que también es empresario (dueño de la Universidad Maya) y que además, sólo para el registro, ocupó el puesto de “guardián” en la Orden de los Caballeros de Colón. Extraño puesto, pero muy ad hoc para ejemplificar la hiperrealidad que construye la GNPCI. A todos ellos las notas periodísticas los nombran con adjetivos que bien pudo haber inventado Fran Striker: “Gran Jefe Nacional” “Líder Nacional Indígena”, “Gobernador Indígena de todas las etnias del país”, “Líder de las naciones originarias”, en referencia a Arriaga y “Jefe Supremo de la Tribu Chichimeca”. “Gran Jefe Chichimeca”, “Líder estatal indígena chichimeca”, “Representante de la nación chichimeca” para referirse a Mata Soria, así como “Dignatario Maya” y “Representante de los Pueblos y Comunidades Indígenas” cuando hablan de Ku Chan. La reproducción de estereotipos por parte de la prensa no parece molestar a la ciudadanía indignada por el racismo del presidente del INE.

La GNPCI dice representar a los 18 millones de indígenas de México, aunque es muy probable que el 90% de esas personas ni siquiera hayan escuchado su nombre. Es tanto el desconocimiento de los sistemas normativos de los pueblos originarios que toda la prensa da por hecho que estos señores representan a todos los pueblos, nadie le cuestiona a Hipólito Arriaga cómo llegó a ser el “gobernador nacional”, quién lo eligió o quién eligió a los secretarios estatales. La GNPCI forma parte de la hiperrealidad que aceptamos como es, sin cuestionar, sin poner en duda. La simulación de la representatividad se suma a la simulación del respeto, a la simulación provocada por el temor a la otredad, el ya clásico “yo hago como que me enojo, tú haces como que te disculpas”. El señor Mauricio Mata Soria ha dicho que si no les hacen caso, es decir, si no le dan diputaciones y el dinero correspondiente a 18 millones de electores, se irán a la lucha armada. Espero, por el bien de todos, que eso también sea un simulacro (la respuesta se sabrá antes de 15 días).

En el cuento de Borges un grupo de geógrafos hace un mapa de su país tan preciso, tan similar, que al final ya no se puede distinguir cuál es cual, entre el mapa y el territorio en sí. En el país de la simulación prendemos nuestras antorchas porque un funcionario hizo un símil con el Llanero Solitario, pero nadie repela si alguien se autoproclama “gran jefe supremo de la tribu” o si un grupo de priístas se adjudica la representación nacional de los pueblos indígenas. El mapa ha ocupado el lugar del territorio, y nos vamos, poco a poco, convenciendo que esa es la realidad, la mera real.

Leonardo Toledo Garibaldi

Mayo de 2015

P.D. Por cierto ¿por qué será que las hordas enardecidas no han pedido la renuncia del connivente Edmundo Jacobo?

P. D. 2. Quienes defendieron la legitimidad de las filtraciones en el caso de Lorenzo Córdova ¿harán lo mismo ahora en el caso de Monreal? ¿Seguirán sin sospechar que el whistleblower telefónico trabaja en cierta oficina del Camino Real a Contreras?

Un comentario en “El simulacro nacional, entre la máscara y el disfraz”

  1. Los 150 Mil Muertos
    27 mayo, 2015 at 19:01 #

    Lo mejor, con diferencia, de cuanto se ha escrito sobre este tema. Por supuesto que la indigeneidad puede impostarse, y por supuesto que pueden impostarla (valga aquí el significado musical de “impostar”) los propios indígenas.

    No ha sido este el peor momento del indigno Lorenzo. Él no se mofa de ninguna etnia ni de ningún sector social, sino de una impostura. Y puede que el objeto de su mofa se lo merezca. No lo sabremos, como bien señala Leonardo Toledo, hasta no disponer de la grabación del habla satirizada. Entretanto, estaremos más que autorizados para sospechar todo lo peor de unos caballos de Troya del corporativismo tricolor. ¿O alguien se olvida de la impostada voz de mando, tan untuosa y sacerdotal, de los mandatarios del PRI?

    Otra vertiente del asunto es la relativa a los nacionalismos y los “etnicismos” en sí. Al contrario de lo afirmado por el solemnísimo Ernesto Villanueva ( http://www.proceso.com.mx/?p=405274 ), absolutamente nadie merece “ser respetado por sus orígenes étnicos”, por lo mismo que nadie es digno de desprecio por ellos. Acreedoras de respeto o de desestimación podrán ser las acciones de una persona, así como también sus opiniones y sus creencias, pero en ningún caso sus orígenes étnicos, simples accidentes que son, del todo ajeno a su mérito personal.

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