Definición de villano

Mi villano favorito

Mi villano favorito

 

Villano es una palabra simpática. No suena tan fuerte como su significado. ¿Puede aplicarse el término al habitante de una villa? En la Edad Media era frecuente referirse al villano como el morador de una villa, pero ¿ahora? Bueno, acá, a la vuelta de la esquina, existe una villa que se llama La Trinitaria. Los que ahí moran, entonces, pueden nombrarse como villanos.

Siempre que escucho la palabra no pienso en un delincuente o en un malandrín, pienso en el habitante de una villa. Imagino una villa llena de sol, con muchos árboles y con un riachuelo de aguas limpias. Los villanos trabajan desde temprano en diversos oficios. Imagino a villanas echando tortillas al comal; a villanos golpeando yunques con mazos para hacer herraduras de caballos. Los niños y niñas, desde que nacen, ¡son villanos! Juegan los juegos que juegan en cualquier parte del mundo, trepan a árboles y cortan jocotes, jalan las colas de cabello, se empujan, le hacen bolita a uno del grupo (el menos villano de los villanos). A veces, algún líder los motiva a jugar a policías y ladrones y salen a las calles, enmascarados, portando armas exclusivas del ejército y ordenan a los cuentahabientes que se tiren en el piso, “No se muevan”, gritan, aseguran que si hacen caso a las indicaciones nada les pasará. Mientras tanto, los empleados del banco, detrás de los cristales de las ventanillas, levantan los brazos. ¡Pobre de aquél que accione el interruptor de la alarma! Más les vale, también, seguir las indicaciones, abrir la bóveda, llenar las maletas negras con dinero (dólares). Los niños villanos juegan los mismos juegos que juegan los niños citadinos, los que viven en las grandes ciudades: a saltar la cuerda, a colocar barquitos de papel en las corrientes, a correr detrás de un balón. La única diferencia es que los niños villanos lo hacen en los traspatios de las casas, ahí en donde hay muchos árboles y las lagartijas se asolean en el pretil. Los niños de las ciudades grandes juegan en los encierros de los departamentos.

La palabra villano es como una palabra compuesta. A veces se divide en la palabra villa y en la palabra no; en otras ocasiones, cuando los participantes del taller lúdico están de buenas y sonríen como soles, la dividen así: en la palabra villa y en la palabra ano. Y sonríen, y se cubren la boca, porque la palabra ano es como una palabra prohibida que debe pronunciarse en voz baja. La palabra ano es propia de villanos y no de gente de alcurnia.

Y cuando tienen llenas las maletas, los villanos salen de los bancos, suben a las camionetas que los esperan afuera y se desplazan por rumbos desconocidos, ahí donde están los cinturones de miseria, mientras, a lo lejos, escuchan las sirenas de las patrullas que los buscan. Abandonan las camionetas robadas, las dejan con el motor encendido y las puertas abiertas en caminos lodosos, al lado de casas de madera y de cartón y suben a otras camionetas que los estaban esperando y se internan en grandes autopistas y, por arte de magia, desaparecen detrás de puertas altísimas de bodegas donde otros compas los esperan ya con las cervezas frías y con botellas de güisqui y con karaokes y con muchachas que bailan en el tubo. Esto sucede cuando los niños y niñas de una villa juegan los juegos que ahora están de moda. Tal vez por esto, digo que sólo tal vez, la palabra villano no sólo alude al residente de una villa sino también refiere a un delincuente, a un malvado.

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