El papa y nuestro viacrucis

En espera del recorrido del Papa por la avenida central. Foto: Francisco López Velásquez/ Chiapas PARALELO.

En espera del recorrido del Papa por la avenida central. Foto: Francisco López Velásquez/ Chiapas PARALELO.

 

La llegada del papa resucitó al Chiapas verdadero, al de los perennes conflictos sociales, políticos y económicos que el gobierno sólo administra y no resuelve. Los reclamos y movilizaciones contra cacicazgos políticos, despojo de tierras, represión política, deudas gubernamentales a proveedores y constructores, corrupción institucional, inseguridad y violencia, e ingobernabilidad creciente, constituyeron la homilía cotidiana de los chiapanecos. Si reaparecieron en el escenario previo a la visita del jerarca de la Iglesia católica, no fue por oportunismo sino porque los inconformes vieron la coyuntura propicia para presionar con más fuerza al gobierno de Manuel Velasco a resolver sus justas demandas. Algunos consiguieron su cometido, otros recibieron amenazas e intimidación de grupos violentos financiados desde Palacio de Gobierno; otros más, sólo promesas.

La agenda político-social de Francisco I en México, revivió en San Cristóbal de Las Casas el tema de los indígenas, la exclusión social y el despojo de sus territorios de que siguen siendo objeto por parte de los poderosos, incluidos los de la élite política y económica local. Nadie puede asegurar que los destinatarios del mensaje lo hayan escuchado, o si lo hicieron, se dieron por aludidos de tan ocupados que estaban en sus negocios. Y así es difícil pedir perdón a los desposeídos y más aún traducirlo en acciones queen verdad ayuden a resarcir el daño infligido.

El poder del papa hizo posible también exhibir en su máxima expresión la frivolidad, la ignorancia y la baja estatura política de nuestro gobernante. En su desenfrenado afán de buscar los reflectores y congraciarse con Francisco I, líder de la Iglesia católica, Velasco besó la mano del pontífice olvidándose del protocolo de una visita de Estado y poniendo de rodillas al Estado laico que consagra la Constitución del país.

En Chiapas en toda oportunidad quiso lucrar con la imagen del papa para intentar levantar su alicaída imagen política, castigada por las consecuencias de un gobierno banal, disoluto e ineficaz. A la llegada al aeropuerto de la capital, en San Cristóbal, a su regreso a Tuxtla para el encuentro con familias y en el momento de su partida a la ciudad de México, Velasco y su esposa Anahí hostigaron a Francisco I con su encimosa presencia en una jornada preponderantemente religiosa. En lugar de conducirse con una digna discreción diplomática, se comportaron como dos arrebatados fans de una estrella del espectáculo a la que perseguían por doquier. El gobernador nunca dimensionó la investidura del distinguido y fugaz huésped, y por ello recibió una célebre lección. Confundió al papa con políticos mexicanos de su talante y éste lo dejó en ridículo al negarse a develar placas de parques que nada tienen que ver con lo religioso, y que significaba puro oportunismo para tomarse la foto.

El papa ya está en El Vaticano y seguramente quedó satisfecho de los resultados de su viaje pastoral, al delinear en el discurso las grandes directrices e inclinaciones de su pontificado. Sin embargo, en el país de la simulación sus palabras tendrán en los poderosos el mismo efecto que unas ramas de yerbabuena en el lomo de un burro terco. Ni en la misma Iglesia hay muchas esperanzas de que la reivindicación papal de los pobres se convierta en acciones transformadoras de la realidad. Ya lo dijo el propio Raúl Vera, sucesor de Samuel Ruiz en San Cristóbal y ahora obispo de Saltillo¸ Coahuila, cuando un periodista le preguntó si veía posible un efecto Francisco: “Lo veo en los ciudadanos, pero aún no en la Iglesia. Somos los obispos y sacerdotes los que tenemos que convertirnos a la integridad del Evangelio. Nos falta una visión más crítica”.

Francisco I se fue de Chiapas a recogerse espiritualmente en Roma y nosotros nos quedamos con nuestro viacrucis, el de la pobreza endémica, el de los gobiernos despilfarradores, el de las limosnas institucionales, el de los recurrentes bloqueos de carreteras y avenidas de la ciudad, el de las interminables protestas de maestros y estudiantes normalistas, el de los gobiernos endeudados y que no ejercen el presupuesto que le son destinados por la federación, el de la cabalgante inseguridad, el de las inconformidades poselectorales, el de la violencia homicida hacia las mujeres, el de los linchamientos con fuego en zonas indígenas, el de la intolerancia religiosa, el de la depredación de los recursos naturales, el del analfabetismo y la ignorancia, el de la discriminación, el de la producción de migrantes, el de la falta de futuro.

En este contexto, la Iglesia en Chiapas debe ser liberadora, germen de cambio social. De lo contrario, el viaje del papa a nuestro estado quedará en lo anecdótico, como una inocua excursión religiosa.

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