Olvidar lo malo también es tener memoria

Casa de citas/ 267

Olvidar lo malo también es tener memoria

Héctor Cortés Mandujano

 

Salvo por el paréntesis amable de los payadores (Martín y El Moreno), enfrentados a trovar en versos octasílabos sobre temas profundos, en la segunda parte, Martín Fierro (Conaculta, 1999; se publicó originalmente en 1872), de José Hernández, el libro más emblemático de la literatura argentina, es un recorrido por la pobreza, la tristeza, la desgracia, el crimen y la brutalidad. Es difícil, por ejemplo, recorrer los versos que nos cuentan cómo hacen pedazos a un niño frente a su madre y luego atan a ésta, a quien antes ya golpearon, con las tripas del infante sacrificado. Las escenas sangrientas menudean, pero pongo aquí líneas menos duras, que me encantan (p. 43): “Me hacía buya el corazón/ como la garganta al sapo”, (p. 174): “Es ladino el corazón/ pero la lengua no ayuda” y (p. 263): “Sepan que olvidar lo malo/ también es tener memoria”.

 

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Cartel: Juventino Sánchez. Seguimos en temporada, los esperamos

Cartel: Juventino Sánchez. Seguimos en temporada, los esperamos

Ni del sarape, ni del guarache saldrá nuestra verdadera literatura

Alejo Carpentier

 

Protagonistas de la literatura hispanoamericana (Alfaguara 2007), de Emmanuel Carballo, son nueve entrevistas realizadas entre 1960 y 1983, a las que acompañan ensayos, juicios críticos de este hombre de letras nacido en Guadalajara en 1929 y muerto en 2014. Sus entrevistados son nueve nombres bien conocidos; el que más, sin duda, es Gabriel García Márquez a quien le hace una larga pregunta acerca de la evidente influencia de Faulkner en su escritura, de la que tomo la parte final (p. 221): “Creo que tu obra y la de Faulkner coinciden fundamentalmente en la ordenación de los hechos y los personajes alrededor de un pequeño espacio geográfico. Explícame ¿cómo surge, qué pretende esta actitud reiterativa que da vueltas y vueltas a la misma tuerca?”

La entrevista se hizo en 1967. García Márquez no había publicado Cien años de soledad, sino sólo cuatro libros: La mala hora, La hojarasca, Los funerales de Mamá Grande y El coronel no tiene quien le escriba. A la pregunta de Carballo, responde García Márquez (pp. 221-222): “No se trata de tomar el pelo a los lectores. Faulkner recurre a reiteraciones semejantes y fíjate que le dieron el premio Nobel. A mí, Dios mediante, no me lo darán nunca, porque se trata de dos propósitos distintos. Faulkner hizo lo que hizo porque estaba creando, a lo largo de toda su obra, un mundo integral. Yo hago lo que hago simplemente porque me cuesta mucho trabajo escribir y todavía no sé bien lo que quiero”.

Y explica, luego, como respuesta a otra pregunta, que busca evitar la frondosidad en el lenguaje y cree haberlo logrado en El coronel no tiene quien le escriba (p. 223): “El libro, en definitiva, tiene 78 páginas: unas 80 cuartillas en los originales. La primera vez que lo escribí (en París, en 1956) eran 140 cuartillas, y esa versión no tenía ningún episodio más que la versión definitiva. Es decir, había 60 cuartillas de palabras inútiles”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

 

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