Ruta Lynch-Cortázar

Casa de citas/ 276

Ruta Lynch-Cortázar

Héctor Cortés Mandujano

 

Veo Mulholland Drive (2001) del gran David Lynch: sorpresiva, turbia y cautivante como casi toda su filmografía, y luego sigo leyendo Taller de escritura de cine (Gedisa, 2001), compilado por Lorenzo Vilches, cuyo corpus lo constituyen transcripciones de clases magistrales; en “El contador de historias”, de Jean Claude Carrière, colaborador durante 18 años de Luis Buñuel, dice (p. 66): “La manera de filmar siempre es la misma con algunas excepciones interesantes como Twin Peaks de David Lynch”.

Recuerdo que, hace años, en algún momento intenté conseguir esta serie icónica de Lynch (que se supone tendrá un regreso en este 2016); mi yerno me dijo que mejor me la conseguía, no sé cómo, en la red. Lo hizo y me regaló el disco. Comienzo a ver la primera temporada (se emitió en 1990): asesinan a Laura Palmer, una muchacha bastante inquieta (tuvo relaciones sexuales con tres hombres en sus últimas doce horas) y ello va enredando la trama en este pueblo que da título a la serie. Hago una pausa en el tercer capítulo y comienzo a leer Papeles inesperados de Julio Cortázar (Alfaguara, 2009), edición de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga, que organiza material que Cortázar dejó inédito a su muerte. En él hay un cuento llamado “Relato con un fondo de agua”, donde un personaje cuenta a otro sobre un sueño que recuerda pormenorizadamente: ve en un río pasar frente a él a un ahogado; se angustia porque no puede ver su rostro; cuando lo hace le parece que no podrá olvidar esa cara. Despierta y se da cuenta que recuerda todo, menos el rostro que le pareció inolvidable en el sueño (p. 41): “La luz de mi sueño le daba de lleno y yo le vi la cara y conocí quién era. ¿Entiendes esto? Supe de quién era esa cara y jamás hubiera imaginado que la olvidaría al despertar…”

La última escena del tercer capítulo de Twin Peaks (cuento como primero el piloto, por supuesto) es un sueño del agente del FBI, Dale Cooper, quien llega al pueblo a resolver el crimen. Vemos el sueño, sugerente, que termina con un enano bailando en una sala roja. Dale Cooper despierta y habla a su auxiliar para decir que tiene el nombre del asesino de Laura. El capítulo cuarto inicia con el agente conversando con dos de sus auxiliares a quienes refiere el sueño que ya vimos. Laura, la muerta, en su sueño, se acerca a su oído y le dice el nombre de quien lo asesinó. ¿Y quién es?, le preguntan. Es lo único que he olvidado, dice el agente.

Ilustración: Juventino Sánchez

Ilustración: Juventino Sánchez

***

 

Esta variante, aquella simple errata descubierta en los textos,

acrecentaban en el grupo la fe en la importancia de su trabajo,

en la cultura, en el destino de la humanidad.

A. Monterroso

 

Justo en el prólogo de Papeles inesperados, Carles Álvarez me recuerda una relación que hice desde que leí dos libros y que había olvidado. Se refiere al primer título del guatemalteco-mexicano Augusto Monterroso, maestro de la ironía, casi siempre usado en el final de un ejercicio literario: Obras completas (1959). El primer libro como si fuera el póstumo. Gran broma. Ese título a mí siempre (desde que lo leí, pues) me evocaba el título de la primera novela de mi admirada Virginia Woolf, que pareciera, también, hablar de la última: Fin de viaje (1915).

Contactos: hectorcortesm@hotmail.com

 

 

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