Ensartas de Flor de Mayo

 © Listas para la procesión. Tuxtla Gutiérrez (2016)


© Listas para la procesión. Tuxtla Gutiérrez (2016)

 

 

Blanqui y yo, en varias ocasiones hemos asistido a las famosas Ensartas de Flor de Mayo que se celebran en Tuxtla Gutiérrez. En especial a las organizadas por el Club Chucamay, aunque a mejor decir, a las promovidas hoy, por Sarita Martínez y sus amigos. Tal como seguramente se efectuaban en el tiempo de nuestros antiguos ancestros. Ensartas que son sesiones de trabajo, conversación y palique, aunque también de convivencia, fiesta y agasajo. Sobre las que desde hace tiempo algo prometí a mis compañeros cronistas: escribir lo que a bien resultara. Nota, artículo, crónica o remembranza.

Por esta razón, amigos, hoy me decanto aquí, e inicio con Sara Isabel Martínez Rincón, sucesora general del evento, en el barrio del Calvario, parte del casco antiguo de la ciudad. Ella es heredera preceptiva e impulsora de esta fiesta, continuada a partir de los años setenta del siglo pasado por sus padres: dos grandes profesores de la vieja guardia. De la maestra Lupita Rincón Castillejos y de don Manuel de Jesús Martínez Vázquez, ambos tradicionalistas, promotores culturales. Él incluso cronista de la ciudad hasta el 2012, año de su deceso.

Y bien, hoy, tercer sábado de mayo de 2016, sugiero no se crea que la celebración es exclusiva de la familia, del Club Chucamay, del barrio al que pertenece el grupo, o sólo de Tuxtla, capital de Chiapas, pues… las ensartas de flores al igual que los somés son una práctica cultural de ascendencia remota aunque aún vigente; algo diluida y transformada sin embargo por el tiempo. Ensartas de Flor de Mayo: resabio o reminiscencia de antiquísimas tradiciones prehispánicas; cercana a las antiguas labores artesanales asociadas a enrames, guirnaldas y aderezos florales; joyonaqués como se conocen en la ciudad. Floristería y “ramilletería” de origen y herencia zoque, emparentada con las artes plumarias memoriales de Mesoamérica.

Ellas se refieren a las sartas o ensartas; rosarios, retahílas o ristras de flores, precisamente de mayo por dos motivos inherentes: por fabricarse con flores de mayo exclusivamente, joyomayu o  cacajoyó, en lengua zoque; las llamadas en otras partes: flor de cruz,  flor de maceta, jacalosúchil o flor de ensartar. La botánicamente dichosa Plumeria rubra de las apocináceas, en sus más diversas variedades. Y por el segundo motivo: elaborarse únicamente durante el mes de mayo, “mes de María” de la iglesia católica, desde los albores de la Colonia; período durante el cual son ofrecidas por individuos, familias y barrios enteros, a las varias advocaciones de la virgen María, dispuestas en los templos cristianos.

Algo de esto se observa fuera de la región zoque: en Salto de Agua y Tila, comunidades choles; en Chilón, Yajalón y Ocosingo, pueblos tzeltales; entre los tojolabales de Altamirano y Margaritas; entre los totiques de la antigua San Bartolomé, y en las fiestas de Tuxtla Chico, aunque para nada semejantes a las de la Tuxtla grande… en donde igual, se practica en los diversos barrios de la ciudad, si bien especialmente aquí, en el barrio del Calvario, en San Roque y todo el centro, también en el barrio de Niño de Atocha, en el antiguo Juan Crispín y en Terán, en la vieja San Juan Sabinito, hoy ejido Madero, y en las riberas del Zapotal y Cerro Hueco.

Pero… ¿y cómo son, o cómo se elaboran esas ensartas de florecillas? preguntará Usted. ¿Es esa junta, convivencia, trabajo o fiesta?, ¿se organizan, se preparan con tiempo, o se celebran con algún concierto?, ¿en dónde se efectúan y en qué fechas?, ¿se va por la libre o se espera invitación para asistir a ellas?, ¿hay que llevar algo o se coopera con alguna cantidad de dinero? En síntesis, ¿qué son y de qué van, las sesiones de jolgorio y fiesta, de las Ensartas de Flor de Mayo?

Y es en tal sentido que expreso lo que recuerdo. Que sobre el corredor fresco de algún domicilio, o en el patio arbolado de una casa, o debajo de la sombra de alguna arboleda, se instalan dos, tres y hasta cuatro mesas largas con sus respectivas sillas. Que previamente se invita a amigos, vecinos, compañeros de trabajo, familiares. Que todos llegan en la fecha prescrita, en especial fines de semana del mes de mayo y “más o menos” a la hora indicada: preferentemente entre diez y once de la mañana. Que mientras esto sucede, en la cocina hay tantos colaboradores como son necesarios —familiares, amigos, adherentes, e incluso empleados—, de acuerdo con la cantidad de comensales, pues desde la mañana ahí se preparan bebidas, alimentos y bocadillos.

En cuanto llegan los primeros invitados, el anfitrión, aunque en este caso la anfitriona, acerca a su mesa una cesta o bolsa repleta de flores de mayo; las desparrama sobre las hojas frescas de plátano, extendidas, y les lleva carretes de hilo y agujas grandes. Deja varillas secas provenientes de las palmas de coco (las mismas que usamos de niños cuando fabricamos nuestros papalotes). Las flores, tal como vienen de los mercados y a su vez de los árboles, expiden una intensa fragancia, además de alegrar la vista ante sus variados colores: rojas, amarillas, rosadas, cremas, moteadas, estriadas y blancas, estas últimas las únicas silvestres: grandes, perfumadas, pétalos blancos, centros amarillos.

En una de esas sesiones, recuerdo, Sarita infunde cooperación y competencia a todos: A ver, a ver, ¿cómo les va, amigos?, ¡A ver quién es el mejor ensartador o ensartadora!, ¡A ver quién hace más varitas multicolores o más ensartas! ¡Aaatención! —grita nuestra anfitriona estrella— ¡Presten atención! ¡Para la mesa que haga más ensartas, habrá doooble ración de mistela, trago y harta cervezaaa! ¡Jo-jo-jo! exclaman todos. Cunden los aplausos.

Son las doce cuando ya circulan los vasos, jícaras y tachuelas de pozol-de-cacao, aunque también ofrecen blanco reventado y refresco de tamarindo. En un florero ponemos los ramilletes, las erguidas varitas adornadas. Llevamos diez, quince… ¡Casi veinte! Pero continuamos con las hiladas, cadenas de flores, algo más complicadas, pues con facilidad la aguja se desvía del canalito de la corola y… las florecillas se rompen. Aunque a pesar de ello, muy bien se nota el avance de todos, que ahora mismo somos alrededor de treinta. Constantemente van y vienen quienes llevan ristras hacia la cruz del patio. Las guindan sobre unas varas largas de otate, dispuestas frente al altar improvisado. Mientras tanto el ambiente cambia de tono y se caldea el bullicio.

Hay cada vez más personas, todas invitadas, quienes durante la recepción aportan algún billete para los gastos. Se llenan las mesas y el pasillo, y ya han puesto sillas adicionales para los rezagados. Llega por fin la tradicional Marimba Lupita, la del maestro Wilberto Juárez y sus valedores Juancho Ramírez, José Carlos y Abel Ramírez Ríos, y… ¡Comienza la fiesta! con El Cachito y el Rasca-petate, aunque a decir verdad, ahora inicia la segunda o tercera fase del encuentro, si bien esta es la más festiva y enjundiosa.

Pero continuamos con las ensartas y rosarios; se clasifican y seleccionan las diversas flores de mayo, se enhebran en los hilos y varillas, aunque igual, continuamos la conversación entusiasta, al tiempo que ya un tequila va de mesa en mesa, al igual que un pomo del mejor comiteco. De las manos de Sara y demás anfitrionas surgen las Soles e Indios, que no paran sino hasta el paladar de los acalorados marchantes. Se oyen vivas y hasta algún alarido, y apenas el zaguán es despejado junto a la marimba… ¡Ya una pareja se lanza al ruedo!, cuando El Jabalí e inmediatamente después Soy buen tuxtleco asaltan el espacio acústico.

Reconocemos entre el gentío al cronista José Luis Castro y al amigo Rosell Hernández, miembro de la Mayordomía Zoque; a Nancy Martínez, a Angelita Cruz, a Lucero Aguilar, a Eloy Soto y a Rosario Martínez, lo mismo que a las parejas de amigos nuestros, la de Chávez Baizabal y Lupita Martínez, y la de Goly Pinto y Fabián Rivadeneira, quienes a propósito, recién han editado la compilación “Tuchtlán cultura tuxtleca. Historia y tradiciones” (Coneculta, 2015: 164 pp), en donde Goly incorpora un texto sobre el particular. Sigue el griterío, las bombas y los vivas, y hasta un ¡Ay-ay-ay corazoncito gitano! ¿A dónde te habrás metido que no te encuentro? Ello mientras la orquesta prende al público con Perfidia, el bolero clásico de los hermanos Domínguez.

El baile y el bullicio continúa, mientras sirven de poco a poco la comida a todos. Hay estofado de pollo y mole de  guajolote, arroz adornado y sopa de fiesta. Hay totopos y tortillas calientes e incluso de sobremesa, dulces para escoger: trozos de puxinú, coyol con dulce, melcocha de panela y empanizado de manía. Me dicen los de al lado sin embargo, que en “otras ensartas” sirven pusaxé y ninguijuti, platillos tradicionales zoques, aunque también sopa de pan, cochito horneado, lengua baldada y hasta lomo relleno.

El ánimo, la fruición y el sortilegio de la fiesta permea a todos. Allá bailan y aquí declaman, más allá se carcajean. Pero ya es hora de partir en procesión hacia la calle, a visitar a María, la virgen santa. Son las cuatro y media de la tarde. Hacemos a un lado mesas y sillas, las y los principales del Club Chucamay, familiares y allegados, portan con sus brazos las varas de donde cuelgan las ensartas florales. Ellas van vestidas a la usanza tradicional antigua: camisas de vuelo bordado y mangas abuchadas. Enaguas de cintura entallada y falda amplia, multicolores. Detrás se ubican los invitados: adultos, hombres, mujeres y niños. Llevan entre sus manos tres, cuatro y hasta cinco ramilletes verticales, todas varitas floreadas.

La marimba ahí suspende sus servicios, al tiempo que a la marcha se incorpora una pequeña banda de pitos y tambores. Ya estamos finalmente sobre la Quinta Sur, cuando volvemos a escuchar… la voz estentórea y fuerte de Sarita: ¡Vamos a subir a la Segunda Poniente, amigos! ¡Vamos a continuar ahí, hasta la Primera Sur! ¡Para que toda la ciudad se entere! ¡Vamos a torcer sobre la Primera Sur! ¡Y ahí iremos hasta llegar a la iglesia del Calvario! ¡Recuerden que llevamos a la Virgen María, sus ensartas de flor de mayo!

Y así, vamos pues, todos hechos a un tiempo, almas contritas y enfiestadas. Los timbaleros y flautistas van por delante, somos ahora más o menos sesenta marchantes. Atrás va el cuetero y su ayudante, engalanando con sus truenos el recorrido, mientras los autos enfrenan y paran en las bocacalles. Tocan fuerte sus bocinas y hasta echan habladas. Aunque los de la peregrinación y las ensartas, tomamos sus voces y trompetas como parte del festejo; parte de la magia nuestra, de nuestro patrimonio cultural. Componente del festejo de las Ensartas de Flor de Mayo. Ensartas florales de la reina Santa María virgen.

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