El macho y la hembra

Casa de citas/ 289

El macho y la hembra

Héctor Cortés Mandujano

 

Un sueñito erótico, uno de tantos, me hizo escribir esto:

 

No se llamaba Lala

 

Tardé tiempo en saber el nombre real de Lala. La conocí en una empresa a la que fui a hacer un trámite y me encantó su sonrisa, su facilidad de trato. Fuimos primero a tomar una copa y luego nos vimos en moteles. Me gustaba mucho de ella que se reía de los amores románticos, lo mismo que yo y, así, en nuestra relación estaban proscritos los celos, las ideas de posesión, las declaraciones pomposas. Lo nuestro era sólo gozo y risa.

Víctor, un compañero de trabajo, era un poco más joven y con él estaba un día que Lala y yo nos encontramos por azar. En nuestra cama, ella me dijo que el muchacho le había gustado.

—Si quieres te lo presento.

—¿No te molesta?

—No.

Se hicieron novios, aunque ella y yo seguíamos viéndonos de vez en cuando. En otra de nuestras charlas de cama, me propuso un trío.

—No tengo problemas, si él está de acuerdo.

Estaba.

Duramos mucho tiempo como trío, hasta que Víctor me presentó a una sobrina suya con la que incluso pensé en casarme. Murió en un accidente.

Vic y Lala se casaron y se convirtieron en mi familia. A veces, aún hoy, me invitan a cenar y me quedo a dormir con ellos, como en los viejos tiempos.

Ilustración: Juventino Sánchez

Ilustración: Juventino Sánchez

***

 

Jerry Lewis escribió, produjo, dirigió y actuó en el papel principal de la clásica cinta El profesor chiflado(1963), que es una vuelta de tuerca, cómica, de El doctor Jekyll y míster Hyde, de Stevenson. Casi al final hace un discurso nada cómico, dirigido a los concurrentes de una fiesta y, por supuesto, a todos los espectadores: “Piensen en todo el tiempo que van a pasar con ustedes mismos; si ustedes no se estiman, ¿cómo van a hacerlo otros?”

 

***

 

Aunque Sigmund Freud (1856-1939), padre del psicoanálisis, bautizó a cierta propensión de los hijos a los padres como complejos de Edipo y de Electra, en una mala lectura de las tragedias griegas, la idea es bastante más antigua y se halla escrita en El libro tibetano de los muertos, presumiblemente escrito en siglo VIII y descubierto en el siglo XIV (mi ejemplar es de Lecturom, 2009: 99): “Si se ha de nacer macho, el sentimiento del macho se levanta en el ‘Conocedor’ y se experimenta un sentimiento de odio o de envidia hacia el padre y de atracción hacia la madre. Si se ha de nacer hembra, se experimenta un sentimiento de odio intenso hacia la madre y de atracción hacia el padre”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

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