El inicio del año chino también se vive en Chiapas

México no es un país de inmigración perceptible como lo son otros de América Latina, y el caso más paradigmático es Argentina, sin embargo existen grupos humanos cuyo origen se encuentra en migraciones históricas y sus descendientes se reconocen como herederos de ese arribo, y entre ellos destacan los provenientes de China. En su mayoría llegaron a principios del siglo XX, y otros más se han incorporado en los últimos años. Unos y otros, los descendientes de inmigrantes y los nacidos en China, acaban de celebrar, el 28 de enero de 2017, su año nuevo, el Año del Gallo. Imagen del décimo animal de los 12 que componen el zodiaco del país asiático.

Como todo el mundo sabe, el calendario vigente para nosotros es el gregoriano impuesto desde 1582 por el Papa Gregorio XIII, en sustitución al juliano que Julio César implantó en el año 46 a.C. El conteo chino, por lo tanto, no es igual al nuestro y responde a los ciclos lunares. El nuevo año, 4715 de su era, tiene sus propias formas de celebración, ritualidad que como en los hogares mexicanos reúne a familiares y amigos, donde no faltan la comida o los fuegos artificiales. Ritos de renovación que incluyen limpieza de lo que no sirve y acciones destinadas a llamar a la buena suerte.

En la Ciudad de México las celebraciones se han hecho tradición y muestran danzas del dragón y el león, exposiciones culinarias o venta de productos caracterizados por su origen asiático. Tan conscientes son de su existencia como barrio singular que incluso cuentan con una página web (www.barriochino.com.mx) donde es posible seguir las actividades llevadas a cabo en el barrio u otras noticas relevantes para la colonia china en la capital del país, más allá del festejo del nuevo año.

Nuestro estado no celebra con tanta visibilidad y de manera tan organizada esta renovación anual, aunque ello no significa que pase desapercibida para descendientes de los inmigrantes chinos, en especial para aquellos asentados en el Soconusco. Recuerdo una reunión en Tapachula para conmemorar la entrada del nuevo año, el del Cerdo, vivida en compañía de muchos de los sucesores de chinos que se juntaron para compartir alimentos y baile recordando su origen. Una fiesta muy chiapaneca, por cierto. Esta manifiesta imagen y aporte de los chinos es significativa para la realidad regional, y todos conocen la trascendencia de la comida china en la costa chiapaneca y la luminosidad otorgada por las danzas del dragón y el león, cuando se realizan.

Todo ello, junto con el reciente desembarco de chinos a la región, ostensible en establecimientos de comidas aunque sin relación entre sus propietarios y trabajadores con la colonia china del Soconusco, muestra las diferentes formas que la inmigración a México, y en concreto a Chiapas, ha tenido en la historia y en la actualidad, y habla también del pasado de China, el país que mayor población manda al mundo desde hace muchas décadas.

Hoy en día la migración, el movimiento poblacional en el mundo, donde los mexicanos ocupan un lugar destacado hacia los Estados Unidos, representa uno de los temas de discusión constante y más tras la toma de posesión de Donald Trump como presidente estadounidense, merced a sus constantes amenazas proferidas en la extenuante campaña electoral del vecino del norte, y en su discurso inicial. Las imaginarias fronteras de los Estados modernos, aunque nos hagan creer que tienen un mítico origen y una prolongada eternidad, llevan a ver al otro como un problema, o incluso un peligro tras la eclosión del llamado terrorismo, sin observar las ventajas del flujo de seres humanos siempre constante en la historia de la humanidad.

Repasar el pasado, como el que hizo llegar a los chinos a nuestro estado, y la riqueza e impacto regional que han tenido, cuestiona que el movimiento de personas sea un problema, sino más bien una respuesta que trasciende necesidades personales, y se instala en anhelos de vida fundamentales para la humanidad, con el consiguiente enriquecimiento de los lugares receptores.

Hoy, países construidos con inmigrantes, como los Estados Unidos, u otros, como los europeos, caracterizados por los movimientos poblacionales desde hace centurias, ofrecen una triste caricatura de su pasado al crecer opciones políticas proclives al cierre de fronteras. En México la tentación de ver de reojo a los extranjeros no es extraña, ni nueva. En lo personal, y como extranjero, pongo como ejemplo a los descendientes chinos de Chiapas para abogar por las múltiples formas de ver el mundo, por el crecimiento de sabores y olores, en definitiva, por celebrar muchos años nuevos de diferente manera.

 

 

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