Políticos que no terminan de crecer

Momento de la detención de los reporteros y en contra de su voluntad de abandonar el lugar.

Uno

La primera vez que vi al ahora senador priísta Roberto Albores Gleasson fue arrojando unas piedras al templete en el que tomaría protesta José Antonio Aguilar Bodegas como candidato a la gubernatura de Chiapas por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) a las afueras del polyforum en Tuxtla Gutiérrez. Su padre aspiraba a la candidatura y después que se la negaron boicoteó la toma de protesta del actual Secretario del Campo.

Su padre, Roberto Albores Guillén le ordenó a dos de sus guaruras que fueran a traer a su hijo, a quien ya le habían arrojado también en la trifulca algunos objetos. No fue tarea fácil para los guardaespaldas, tuvieron que forcejear con Roberto Albores Gleasson, quien en ese entonces tenía 27 años. Se resistía a dejar la batalla, estaba rojo del coraje o la euforia, despotricaba contra los adversarios de su padre y también contra quienes lo obligaban a irse a mejor resguardo. Fue el propio Roberto Albores Guillén quien lo obligó a subirse a un automóvil azul que estaba estacionado cerca.

Al otro día –me tocó cubrir el intento de campaña que hizo Albores Guillén por varios municipios del estado- volví a ver al hijo del ex gobernador, literalmente, tenía un ojo morado.

Dos

Cuando era Secretario de Economía en el gobierno de Juan Sabines Guerrero –un paso gris por esa dependencia- vi a Roberto Albores Gleasson en el aeropuerto de la Ciudad de México. Estaba acompañado de una joven y dos hombres más a quienes después identifiqué como su escolta. Mandó a uno de ellos por una botella de agua y después de algunos minutos envío al otro a lo mismo. Cuando regresó el primero, le llamó la atención de tal forma que todas las personas que estábamos en la sala de espera nos enteramos de la irritación del entonces funcionario del gobierno de Chiapas por la tardanza.

Tres

Cuando vi a los sujetos que agredieron y sacaron del informe del senador a los reporteros Nehemías Jiménez y José David Morales, mientras transmitían los testimonios de las mujeres beneficiarias del programa Prospera, que según denunciaron ellas mismas fueron al evento amenazadas, no me fue difícil pensar que fue el propio senador quien dio la orden.

La impresión que tengo del senador –en gran medida por las anécdotas que les describí al principio- es de una persona que se exalta con facilidad, que se le acaban las palabras para negociar, que la violencia se le hace un camino para sobrellevar la frustración y que está acostumbrado a que las y los demás estén a su servicio. Así que pensar que él fue el autor intelectual de la agresión que sufrieron los compañeros reporteros es muy fácil.

Cuatro

El uso de programas sociales con fines políticos dejó de ser noticia en un estado como Chiapas en donde el resultado electoral lo define la pobreza. Son las personas que menos recursos tienen quienes se ven obligados a entregar su voto a partidos políticos o candidatos que la única forma que han encontrado para ganar una elección es mediante la coacción de los programas sociales.La ciudadanía no debemos de acostumbrarnos a estas prácticas antidemocráticas.

Mal harían las autoridades en no dar seguimiento a las denuncias públicas hechas por las mujeres beneficiarias del programa Prospera, que aseguraron ir bajo coacción al informe. Mal hizo el gobernador del estado, Manuel Velasco en respaldar a Roberto Albores Gleasson, mediante un tweet, después de estas denuncias.

Al final del día el informe de Roberto Albores Gleason lo dibujó y lo proyectó ante la ciudadanía, no solo de Chiapas, sino del país, como un político con prácticas viejas , intolerante a la crítica, que lucra con la pobreza y sin propuestas. Lo pintó como parte de ese «viejo PRI» del que la ciudadanía ya no quiere saber.

Dónde habrá estado su padre, Roberto Albores Guillén, el día del informe que  no pudo obligar al senador a estar a mejor resguardo y cometiera una torpeza tras otra como ese día en el polyforum cuando apenas tenía 27 años. Hay quienes nunca terminan de crecer por sí solos.

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