La tragedia de Guadalajara

22 de abril de 1992. Las 10:05 de la mañana en la ciudad de Guadalajara que está en pleno movimiento. De pronto, una terrible explosión ocurre en el sector Reforma, derrumbando casas, levantando el pavimento, sacudiendo edificios y, lo más doloroso, causando la muerte a cientos de personas y dejando a un número indeterminado de desaparecidos y de damnificados. 26 cuadras de la ciudad quedan totalmente destruidas ante la mirada atónita de los habitantes de la ciudad. En aquel año no había facebook ni twiter, ni redes sociales, así que la noticia corrió por todo el país a través de la radio, la televisión y los periódicos. La pregunta insistente que surgió fue ¿qué pasó? ¿cómo era posible una explosión de esas dimensiones en la segunda ciudad del país? ¿quiénes eran los responsables?. Ninguna de estas preguntas ha sido plenamente respondida a 25 años de aquel suceso, calificado como uno de los dos siniestros más terribles en la segunda mitad del siglo XX en el país. El otro lo fue el terremoto de 1985 en la ciudad de México. El Presidente Carlos Salinas de Gortarí se trasladó de inmediato a la ciudad y exigió que en 72 horas hubiera responsables plenamente identificados. Han pasado 25 años y el país sigue esperando. Las voces de los damnificados mantienen viva la esperanza de que algún día, se haga justicia, en esta nación en donde, según los expertos, el 99% de los delitos queda impune. La explosión dejó una estela de abatimiento, de confusión, de dolor. El presidente municipal, que apenas cumplía 22 días en el cargo, fue destituido y lo mismo sucedió con el Gobernador del Estado. Pero los responsables siguen en las calles y en puestos públicos. Una de los resultados de las explosiones fue el surgimiento de una líder, una sencilla ama de casa, la señora Lilia Ruíz, que perdió una de sus piernas y es parapléjica, conduce hoy la lucha de los sobrevivientes agrupados en la Asociación 22 de Abril. Sus testimonios son desgarradores. Pero lo más asombroso es la insensibilidad de la administración pública ante la tragedia. No hubo, no hay aún, ni justicia ni nadie que se encargue de resarcir el daño. Pero hubo consecuencias además de los movimientos sociales surgidos a raíz de las explosiones. Antes, a causa del temblor de 1985, se creó lo que hoy se denomina Protección Civil además de la PROFEPA, la oficina especializada en atender este tipo de desastres que surgió a raíz de las explosiones en Guadalajara. Gracias a la presión de los movimientos sociales se sabe que la gasolina que se filtró desde un depósito llamado la Nogalera, en plena ciudad de Guadalajara, fue la causa de la explosión. El cómo fue posible eso aún no está claro. La Nogalera fue clausurada. Los habitantes del sector Reforma habían notado días antes el olor a gasolina en las alcantarillas y dieron aviso a las autoridades obteniendo la respuesta de “todo está bajo control”. Una noche antes de las terribles explosiones, el olor a gasolina era ya insoportable, pero la respuesta de la autoridad era la misma: “vayan a dormir. Todo está bien. No sucede nada”. Las explosiones del 22 de abril de 1992 dejaron en claro de forma terrible que nada estaba bajo control. Ríos de gasolina se filtraron a las alcantarillas de la segunda urbe de la nación. Internacionalmente, las explosiones de Guadalajara han sido comparadas con las de Chernobyl en Rusia. La organización de los damnificados intentó un conteo de los muertos pero fueron reprimidos cuando la lista alcanzaba ya las 1,000 personas. La cuenta oficial es de 200 muertos. Hay 1, 883 damnificados y no se sabe cuántos desaparecidos. En el ámbito de las ciencias sociales, se consolidó el estudio de los desastres tanto antropogénicos como naturales. En el área de la psicología clínica se constituyó la especialidad para atender a los damnificados emocionalmente. En Guadalajara, el primer análisis lo llevó a cabo Jorge Gómez Naredo a través de su tesis para obtener el Doctorado en Antropología Social. Otra distinguida investigadora, Rosana Reguillo escribió sobre estos sucesos, centrándose en los damnificados. Y recientemente, de hecho hace sólo unos días, se anunció el libro de Roberto Arias de la Mora que analiza los entramados políticos de la tragedia. El libro deberá estar a la venta en estos días. Las hipótesis de los académicos son variadas desde la relación entre las negociaciones del TLC hasta los actos de corrupción con el robo de gasolina. Sin duda, la responsabilidad de PEMEX es obvia, pero no ha sido reconocida. A 25 años de la tragedia, se han intensificado los esfuerzos por saber qué pasó. Los archivos empiezan a arrojar información. Incluso, existe un archivo sonoro en la Universidad de Guadalajara que es posible consultar y gracias a ello, se pueden escuchar las voces de los primeros informadores a través de la radio, las primeras entrevistas y los seguimientos que hubo de la supuesta investigación. Queda la duda: ¿sabremos algún día qué pasó?

Ajijic, Ribera del Lago de Chapala, 30 de abril de 2017.

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