Elena Garro: la vida a salto de mata

Elena Garro: la vida a salto de mata
Andrés Fábregas Puig.
En la opinión de varios especialistas en el análisis de la literatura latinoamericana como Gabriela Mora, Lucía Melgar, Emmanuel Carballo, Carlos Landero o Rafael Cabrera, el llamado “realismo mágico” se inicia con Los recuerdos del porvenir (1963) de la escritora guerrerense Elena Garro.
La novela de Garro antecede a la celebrada Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (1967). Dejo a los especialistas discernir quién inaugura el ciclo literario más divulgado en la literatura de América Latina y en este texto me interesa la reflexión acerca de la azarosa vida de Elena Garro, quién, a partir de sus posiciones respecto al movimiento estudiantil de 1968, cayó en un círculo aterrador emocional y real. Faltan aún varios aspectos que comprender de aquel movimiento estudiantil que marcó la vida política de México en la segunda mitad del siglo XX. En el caso de Elena Garro, que estuvo casada con Octavio Paz en el lapso de 1937-1959, procreando a una hija, Helena Paz Garro, también escritora y vida paralela con la de su madre, sus opiniones y posición con respecto al movimiento estudiantil, prácticamente la aislaron de la vida intelectual mexicana y marcaron su vida errante.
Fue en los contextos creados por “el 68” como se conoce al movimiento estudiantil, que se manifestaron las opiniones contradictorias de Elena Garro y de su hija Helena, en torno a la guerra fría, Cuba y su Revolución, el comunismo y las izquierdas. Por circunstancias por demás extrañas, madre e hija, se involucraron con las esferas del poder en México y en una discusión desgarradora con el mundo intelectual mexicano.
Es bien sabido que el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, para justificar la masacre del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México, hizo correr la versión de que el Movimiento Estudiantil formaba parte de una conjura de los comunistas para desprestigiar a México y evitar el éxito de los Juegos Olímpicos. Aún hoy día existen creyentes de esa versión. Nunca se probó la llamada “conjura comunista” y lo que sí está documentado es cómo se inició el movimiento estudiantil, su desarrollo y su término en la tarde del 2 de octubre. Son varios los autores que han hablado de ello desde el punto de vista analítico y desde el punto de vista literario. Los estudiantes crearon al Consejo Nacional de Huelga como máximo organismo de dirección, compuesto por todos los representantes de las escuelas y universidades participantes con el propósito, se dijo, de evitar que los líderes fuesen comprados y cooptados por el Gobierno. Por su parte, los docentes e investigadores junto con los intelectuales en general que decidieron apoyar a los estudiantes, se organizaron en una Coalición de Profesores desde la que se activó la solidaridad con el movimiento.
Elena Garro y su hija, muy pronto expresaron su opinión de que los estudiantes estaban alentados por los comunistas que odiaban a México y mencionaba a Rosario Castellanos, Carlos Monsivais, Luis Villoro, Emmanuel Carballo, y en general, a los intelectuales que firmaban los desplegados de apoyo al movimiento. Al mismo tiempo, consolidó una relación con Fernando Gutiérrez Barrios, el enigmático creador de la Dirección Federal de Seguridad, a quien, al mismo tiempo, temía. Elena Garro y su hija anduvieron de escondite en escondite huyendo de los comunistas o del gobierno, según decían ellas.
Incluso, Elena Garro afirmó haber asistido a una fiesta organizada por la embajada de Cuba en México y haber conocido allí a Lee Oswald, el asesino de Kennedy y haber dado aviso a la CIA del asunto. Este pasaje de la vida de Garro lo relata el periodista Philip Sheldon en su libro JFK, Expediente Abierto, hasta hoy, la más documentada investigación publicada sobre el asesinato del presidente norteamericano. La vida de las Garro estuvo enmarañada en esas aguas turbulentas. Hubo momentos en que literalmente se morían de hambre y tenían que recurrir a sus pocos amigos para implorar caridad. Por supuesto, la relación de ambas, ex-esposa e hija con Octavio Paz fue un desastre. En medio de una vida a salto de mata, Elena Garro fue una escritora excepcional. En este sentido, es notable la sensibilidad y la inteligencia de la escritora para crear una literatura que hoy está siendo redescubierta y despierta la admiración de lectores y críticos. ¿Cómo es posible disociar la vida de la escritura? El caso de Elena Garro y de su hija, Helena, seguirá dando material para analizar esa importante cuestión que está en el centro de la creación literaria. Una reciente publicación de Rafael Cabrera, Debo olvidad que existí, trata de presentarnos a una Elena Garro que a pesar de sus incongruencias y de su vida de nómada auto impuesta, es una gran escritora, amante de su terruño, Iguala, la tierra ensangrentada de los 43. ¡Que extraño sino! Rafael Cabrera documenta esa vida que parece no tener fin. Uno de los aportes más valiosos del libro, es el apéndice fotográfico que contiene. Las fotos de un “Álbum Perdido” pertenecían a Gabriela Mora, la investigadora literaria chilena aposentada en Nueva York. Hasta esa ciudad la visitó Rafael Cabrera quien tuvo la suerte de que la crítica literaria le regalara el álbum. Ahí aparecen dos fotos-entre otras muchas-que describen la personalidad de Elena Garro. En una de ellas, de pie en el vano de una puerta, vestida con un pantalón blanco y sosteniendo el cigarro-del que nunca se separaba-en su mano derecha, Elena Garro fija su mirada en algo, quizá una persona, pero su rostro todo es una interrogación. En otra de las fotos, Elena está tendida al sol en una playa, luciendo un bikini que realza la belleza de su cuerpo y la serenidad con la que reposa. Esas fotos resumen las contradicciones en las que vivió Elena Garro. Sin duda, una escritora imprescindible en la literatura en lengua castellana.
Ajijic, 19 de junio de 2017.

 

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