Cuentos imaginarios y otros encantos literarios

Imagen: https://www.youtube.com/watch?v=TUjjN7DSV8Q

“El que lee adquiere cultura, el que lee adquiere dicción, el que lee…” Hilda Calderón

La frase con la que inicio este texto es una de las que solía decirnos la profesora Hilda en la secundaria, la recuerdo con mucho cariño porque desde estos grados fue sembrando las semillas para fortalecer el gusto por la lectura, gusto que hoy suelo compartir con estudiantes, amistades y con mis sobrinos. He de resaltar que la mayoría de mis referentes en el estímulo y amor a la lectura son mujeres, de mi familia, docentes, amistades y personas que he ido conociendo en el andar de la vida.

Compartiré un par de experiencias que son grandes tesoros para mí, tienen que ver con la lectura y la escritura; la primera es sobre una bella historia de cómo surgieron unos  Cuentos Imaginarios que hoy están compilados en un libro, que espero con mucha ilusión pronto pueda presentarse. Estas historias son producto de una actividad realizada en tutorías el año pasado por un grupo de estudiantes de la licenciatura en Comunicación Intercultural.

El grupo externó querer escribir, me di a la tarea de pedir sugerencias de cómo aprovechar al máximo las habilidades de cada estudiante. Acudí con Raymundo Zenteno Mijangos, promotor de las artes y cuenta cuentos, quien hizo una propuesta creativa con la que se trabajaron estos cuentos.

Recuerdo que con la propuesta de Raymundo para escribir no alcanzó la hora de la sesión de tutorías, dejé el ejercicio para continuarlo y compartirlo la semana posterior. Cuando llegó la fecha de la tutoría la curiosidad estaba presente en mí, quería conocer sus historias, les pedí las leyeran en voz alta, algunxs tenían pena, otrxs no tanto, lo importante fue que todxs conocimos las historias escritas.

Al estar escuchando cada historia mi corazón se llenó de emoción, cada cuento con un toque personal, cada estudiante echó a volar su imaginación y se animó a escribir, a dejar fluir sus ideas, a construir historias con creatividad.

La primera propuesta que se me vino a la mente fue transcribir a la computadora esos cuentos, escritos del puño y letra de cada estudiante, algunos en hojas de sus libretas, otros en hojas blancas, decorando con dibujos.

El propósito era poder integrar un archivo al finalizar el semestre y entregarles sus cuentos en un PDF; al tener el trabajo transcrito, Luis Javier, uno de los autores de los cuentos, se animó a apoyar con el diseño de la portada, cuyo boceto proporcionó Raymundo Zenteno. Sergio Iván, otro de los autores, contribuyó con leer todos los cuentos para hallar algún error de dedo, esos que también se nos escapan a quienes somos facilitadores en la educación.

Finalmente, se concluyó la labor, el archivo de los Cuentos Imaginarios en PDF lo compartí a lxs estudiantes autorxs. Sin embargo, esa sensación tan bella de poder hojear un libro me hizo animarme a dar otro paso, proponer al grupo de autores que estos cuentos pudieran imprimirse en una sencilla edición, la idea era que tuvieran plasmadas sus historias, sus esfuerzos, su imaginación, esos instantes tan valiosos de su creatividad y poder hojearlos una y otra vez, leerse, leer a sus compañerxs.

Después de algunos días, semanas de este 2017, se consensó la propuesta y finalmente se imprimieron los libros, además de lxs autorxs de los cuentos, agradezco a Raymundo Zenteno Mijangos y Luis Fernando Bolaños Gordillo por contribuir con hacer posible la impresión de los libros, un sueño que fue más allá de un ejercicio en una clase de tutorías, un sueño donde escritura y la lectura se unen. Y este sueño no acaba, gracias a Nikki y Sergio por trabajar en la propuesta para presentar el libro.

La segunda experiencia también es muy gratificante y motivadora para continuar estimulando en la lectura.

En la búsqueda de talleres de verano para mis sobrinos Pablo y Luna Kamila, nos dimos a la tarea de ir a buscar información, Pablo fue conmigo. Entramos a la casa de la cultura en ciudad coneja y le mencioné que a un costado de donde pasamos estaba la biblioteca.

Al regresar, por el camino a la salida, Pablo externó su interés por entrar a la biblioteca, entramos, observé que buscaba dónde estaban los libros para niñez. Le indiqué donde estaba la colección infantil. Fue a un estante, eligió un libro al azar con mucha seriedad y nos sentamos. Comenzó a leer, era un libro con pocas hojas, enunciados simples por un lado de cada hoja e ilustrado por el otro lado. Lo terminó de leer rápidamente.

Nuevamente fue por otro libro, esta vez tocó el turno al cuento El zapatero que quería ser rico, tenía bellas ilustraciones que llamaron su atención más el fondo de la historia estaba en las letras. Se dispuso a leerlo, comenzó a hacerlo en voz alta. Quedé encantada y el tiempo para mí se detuvo en esos instantes tan importantes: el niño eligió pasar a la biblioteca por gusto, tomarse un tiempo para leer, compartirme esa lectura y lo que más me atrapó, concluyó con el cuento, sin darse prisa y lo disfrutó. Yo disfruté doblemente al verlo contento por leer y al conocer la historia del cuento.

 

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