Hotel California

Hotel California

Juan Pablo Zebadúa Carbonell

 

A Thelma Claudia y a Patricia Elhore,

con profundo cariño y agradecimiento desértico.

 

Todo mito se nutre de leyendas. Toda verdad es tal, hasta que se sacia su búsqueda. Es como así se contagian los inhóspitos campos de las historias que jamás dejarán de contarse. Nadie sabría que Don Henley, cuando escribió la canción Hotel California, en el año de 1976, desarrollaría una de las mejores canciones del rock de todos los tiempos. Pero después del encumbramiento mundial que la canción obtuvo, no queda más que rendirse a las recónditas raíces de su esencia, lo que supone México, en Baja California Sur, exactamente en el pueblo de Todos Santos, donde se puede saber el sentimiento que alberga una parte de nuestra historia en el mundo de la música y del rock.

Quiero decir, una parte de la leyenda del rock se creó en un hotel que, desde la década de los cincuenta, ha sido parte fundamental de nuestras socorridas historias personales que a la hora de enunciarlas, son más generacionales, grupales y tribales, que nunca. Todos Santos es un Pueblo Mágico de México ubicado en Baja California Sur. Calor de 38 grados, cactus, motoristas sudorosos sedientos de cebada, turistas despistados pero con rostro de complicidad en la ruta del Hotel California. Y nosotr@s los mism@s, los que suponemos siempre que somos, sudorosos del cuerpo, con otras miradas, sin ausencia de sorpresa, pero con la serenidad que da ver el océano a través de los páramos. Vamos a cerrar nuestros círculos, los más personales que sean, a entablar cuentas con nuestras oraciones más secretas: al Hotel California, cómo no.

Uno sabe que cuando viene aquí, encontrará la portada del disco de The Eagles, el que le dio resonancia mundial e inmortalizó la canción que lleva por nombre de un hotel que desde hace mucho tiempo provee parte de la iconografía del rock y de la cultura “pop” a nivel mundial. De eso se trata la venida. Y la búsqueda. Porque nadie escapa de propios círculos que cada quien se dibuja a si mismo y que los encuentra en los lugares más inesperados.

No es que nadie conociera la historia del Hotel California. Lo insólito es que sea en México y sea apropiado por nosotros al hacerlo nuestro. Me explico: llegar al pueblo es paseo pero también encontrar el hotel; Todos Santos es un bello lugar que alberga uno de las estampas y lenguajes del rock más socorridos en los últimos tiempos; como otros, si, sin duda, pero Hotel California comprende un lugar emocional sin parangón en torno a los símbolos que moldean nuestras rutas vitales. Entonces, uno llega y reconoce al instante la portada del disco donde viene la mítica canción, y llegamos a la conclusión de que los caminos que nos llevan hasta nuestras profundidades son tan inverosímiles y tan cercanos, al mismo tiempo, que no dejan de ser parte de los misterios que nos llevaron hasta ese lugar, en esa tarde, en ese día y, sobre todo, en la cercanía de nuestras memorias más sinceras.

Pero es el desierto. Por supuesto que lo es. Estamos ante parajes que Jim Morrison reclamó como parte de su viaje en Riders on the Storm. Porque Hotel California no se cuenta sin el paisaje que vemos alrededor, lleno de cactus y de arena, siempre arena. Si Eagles supuso una metáfora donde indagar la búsqueda, fue en el desierto de Baja California, donde en otro lugar no podría ser. Un paisaje peculiar, agreste, rudo y proverbial en su ambiente proclive a la poesía roquera más elemental y acalorada. El Hotel California (salva sea la comparación) es nuestro Abbey Road, nuestro santuario donde todos debemos abrevar para formar parte de una cultura que indica caminos más allá de nuestras miradas.

Así, como todo santuario necesita de salutación y de honra a su investidura, después de permitirnos estar delante del Hotel California, no queda más que llenarnos de sabiduría etílica para digerir lo que tenemos enfrente. Como debe ser. Ante tal suceso, se debe de agradecer las bondades por las que uno pasa para estar con la gente que uno quiere para decir salud al momento, y enfrentar ese destino al que, como dice la canción, puedes entrar a la hora que quieras, pero jamás salir. Nunca jamás.

 

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