En toda escritura hay un ámame

Casa de citas/ 339

En toda escritura hay un ámame

Héctor Cortés Mandujano

 

Amor y erotismo en la literatura es un libro muy lindo como objeto (combina fotografías y textos), editado por el Consejo para la Cultura de Nuevo León en 2000, y muy interesante como lectura. Varios fotógrafos, fotógrafas (desnudos femeninos y masculinos) y varios autores, autoras. Dice Eugenio Aguirre (p. 22): “Tengo para mí que la historia sexual en occidente está comprendida entre una maravillosa cogida literaria y una no menos extraordinaria mamada política”.

Héctor Alvarado escribe (p. 29): “Se dice que hay lectores para todo. Yo agregaría que a pesar de la globalidad los lectores de literatura no son tantos”.

Gilberto Guerrero (p. 43): “No habrá revolución, viva el orgasmo”.

Dice Aline Pettersson (p. 61): “Si el deseo, y con más exactitud, el deseo carnal, no fuera el motor de las acciones, hasta el mismo Homero se hubiera quedado sin su cuento”.

Hernán Lara Zavala, cita a Henry Green (p. 67): “El amor que uno siente no está hecho para uno sino que es creado por uno. Proviene de un vacío. Es una deficiencia, y por consiguiente una enfermedad”.

Malena Múzquiz cita (p. 235): “En toda escritura, dice Roland Barthes, hay un ámame”.

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

***

 

Aunque el libro ya es mítico, leí Las enseñanzas de Don Juan (1974, Fondo de Cultura Económica), regalo de mi amigo Marco Antonio Besares, hasta hace muy poco. El libro está dividido en dos partes (una, personal, diario de campo; la otra, analítica, apuntes y esquemas de antropólogo) y narra, esencialmente, las experiencias que el autor tuvo de 1961 a 1965 con las drogas que don Juan, indio yaqui, le indujo a consumir. La idea era convertirlo en un “hombre de conocimiento”. Para lograrlo, tendría que vencer a cuatro enemigos. Me parece que aquí está lo más importante de este viejo texto al que no sé si llegué o muy tarde o muy temprano, aunque una enseñanza en la que creo dice que a cualquier cosa de nuestra vida llegamos justo a tiempo. En fin.

Los enemigos que hay que vencer son, en ese orden, el miedo (p. 109): “Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que ha borrado el miedo”.

Y esa, la claridad, es el segundo enemigo: “Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega. Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de hacer cuanto se le antoje, porque lo ve todo con claridad. […] Pero todo eso es un error; es como si viera claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo”.

El tercer enemigo, que sólo aparece cuando se ha vencido a los dos primeros, es el poder (p. 110): “El poder es el enemigo más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. Él manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder”; p. 111: “Un hombre así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni cuándo usar el poder”.

El último, una vez que se ha desafiado, entendido y vencido a los anteriores, es la vejez (p. 112): “Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo su control, pero también el tiempo en el que siente un deseo constante de descansar. […] Su deseo de retirarse vencerá todo su claridad, su poder y su conocimiento”.

Castaneda, dice, sucumbió (p. 224) “al primer enemigo de un hombre de conocimiento”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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