La igualdad masculina

Casa de citas/ 337

La igualdad masculina

Héctor Cortés Mandujano

 

Vicente Leñero (1933-2014) fue un escritor de múltiples registros, que trabajó con fortuna varios géneros: periodismo (en distintas modalidades), novela, cuento, teatro, guion de cine…

Lo leo, lo he leído bastante, y aprendo de su impecable técnica. Redil de ovejas (Conaculta, Lecturas mexicanas, 1992) no es de sus novelas famosas, la publicó originalmente en 1973, pero, como todo lo que este hombre dio a las prensas, vale la pena leerla.

Leñero, además, era católico, lo que vuelve esta novela más desafiante: que un católico escriba críticamente sobre su religión, desde la ficción y la información periodística, no es cosa de todos los días. Hizo similar ejercicio en otros géneros, por supuesto, lo que seguramente no lo hizo simpático ante los curas y las/los creyentes: Jesucristo Gómez (teatro), El evangelio de Lucas Gavilán (novela), El crimen del padre Amaro (guion de cine), por mencionar los primeros que se me ocurren.

Redil de ovejas habla desde personajes disímbolos, desde ricas estrategias narrativas. Una mujer, harta de su matrimonio, dice en confesión (p. 18): “Yo le garantizo que si a los matrimonios les dieran permiso de tomar unas vacaciones de cuando en cuando, todo andaría mejor. Que el marido le dijera a la mujer: Ándale, mi vida, eres libre durante seis meses, vete a descansar. Todo se gasta. La rutina gasta al amor. Se vuelve rutina. La rutina, padre, es horrible”.

Un sacerdote piensa (p.63): “Los pecados del sexo son el pan de todos los días en la confesión”.

Y está el punto de vista del fanático (p. 72): “Asistan a la concentración. Asiste tú, sí, tú, tarugo, a ti te hablo: asiste a la concentración. No pongas pretextos, buey. Nuestra fe está en peligro, ¡pendejo! […] En lugar de pasearte el domingo tentaleando a tu novia, igual de pendeja que tú, deberías enter

Ilustración: Luis Villatoro

arte de lo que pasa en el mundo, inscribirte en un grupo de Acción Católica para que se te quite lo guevón. […] Si no te importa la religión, grítalo en voz alta, declara que eres ateo; ¡sé hombre, maricón estúpido! Piensa con esa cabeza de sifilítico que Dios te dio”.

 

***

 

Recordaba que hace mucho leí en la revista Proceso un texto de Leñero sobre Patricia Highsmith, cuando ella acababa de morir; quise leerlo de nuevo, y lo hice, porque terminé Pequeños cuentos misóginos (anagrama, 2002) de La Higsmith. Me hallé lo de Leñero en Internet, en la versión electrónica del semanario. Y dice: “La Highsmith era horrible –dicen quienes la conocieron–. Horrible de rostro y de cuerpo, según las fotos. Dipsómana. Chocante y altanera: exigía una suite en hotel cinco estrellas y una limousine y una guardia personal y un pico de dólares por asistir a un encuentro de escritores policiacos en Gijón. Era famosa y se sabía famosa, eso lo explica todo. Era perversa”.

En los Pequeños cuentos misóginos, La Highsmith trata bastante mal a las mujeres, aunque a los hombres tampoco nos apapacha. Una mujer piensa (p. 86): “Los hombres decían que las mujeres eran todas iguales, pero en su opinión, era aún más cierto que todos los hombres eran iguales. Todos querían la misma cosa”.

Y aquí una madre explica la diferencia entre los géneros (p. 92): “Las niñas nacen mujeres. […] Los niños no nacen hombres. Tienen que aprender a serlo. Pero las niñas ya tienen un carácter de mujer”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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