Lamento por dos amigos: Ricardo García Robles y Sofía Santamaría García

Hoy estoy más solo. La cremación de Ricardo deja una ausencia imposible de llenar, como primero lo hizo su pareja Sofía, y a quien no pude llorar como se merecía porque debía mantener la entereza ante Ricardo. Las dos muertes me han encontrado lejos de Chiapas y el dolor se torna impotencia.

Se ha ido el otro eslabón del binomio con el que compartí mi vida en los 27 años de residencia en México. No puedo dejar de llorar por la ausencia, y el único valor que tengo es escribirlo.

Quienes los conocieron saben que su furia y sus enojos eran parte de años de apoyar causas que creyeron justas, y que les dejaron huellas y aprendizajes de vida, pero también profundas heridas. Sofía fue voluntaria en las campañas alfabetizadoras realizadas por los cooperantes instalados en Nicaragua tras la victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y que derrocó al gobierno de la familia Somoza en 1979. Ricardo se implicó en la causa guatemalteca en busca de un futuro mejor para el vecino país.

Pero su rabia, fácilmente comprensible, era todo amor. Amor a la humanidad, por dolorosa que la vieran tras los resultados de las luchas donde se involucraron, y a sus muchos amigos, compadres y ahijados. Un amor que hicieron extensivo a su trabajo en los mejores tiempos del Instituto Chiapaneco de Cultura, cuando la producción editorial vivió un repunte inimaginable en un estado del país. Habían llegado desde la Ciudad de México, hace ahora aproximadamente 28 años, donde abandonaron su labor en la revista Proceso en busca de un mejor aire y clima para Sofía. Como en otras ocasiones, lo dejaron todo atrás para iniciar de nuevo.

Su trabajo de corrección y edición de libros en Chiapas se prolongó en el tiempo en la UNICACH, por parte de Sofía, y en diversas instituciones Ricardo, hasta cerrar el círculo de nuevo en la Universidad chiapaneca que lo ha visto partir.

Su casa siempre estuvo abierta para las visitas programadas o intempestivas; las reuniones breves o prolongadas y donde compartimos risas, llantos, confesiones o falsedades. Una casa en Copoya que apenas acababa de ser pintada, en su fachada, como me mostró vía whatsapp Ricardo unos días antes de morir.

Casa donde vivió Mario Payeras, el novelista guatemalteco y destacado líder del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) en Guatemala, y en donde se compartía mesa con las “huestes” de comadres junto a personas de toda condición y formación. Casa llena de recovecos convertidos en pequeños santuarios, como las colecciones de revistas, el altar en honor a Santa Marcela, la que todo lo enreda, y la increíble colección de búhos que atesoró Sofía durante años, y a la cual los amigos ayudamos a crecer.

La partida de Sofía dejó a Ricardo indefenso y triste, profundamente triste; el compartir la vida se tornó en su último periodo un cuidado extremo ante la pérdida de visión y la paulatina demencia de ella. El cuidar lo dejó exhausto y sin cuidado propio. Y la vida no entiende de recompensas y menos de justicia.

Hoy las montañas que escaló Sofía, para tocar el cielo de la utopía, siguen esperando un mejor mañana para todos. Hoy el búho del programa de radio que con esmero hacía Ricardo todos los sábados, con la devoción propia de la pasión, ha dejado de sonar. Hoy las botanas que tanto compartimos durante años, ya nunca tendrán el mismo sabor porque comer sin comensalía es, como dijo una vez Jean Baudrillard, “estar muerto”. Y aunque el último en partir ha sido Ricardo, hoy quien se siente un finado soy yo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un comentario en “Lamento por dos amigos: Ricardo García Robles y Sofía Santamaría García”

  1. Angélica Martínez
    13 octubre, 2017 at 17:20 #

    Gracias Miguel por compartir este recuerdo que duele pero también abraza. Salud por Sofi y Richard!

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