Chiapas, de granero de México a importador de maíz

Alguna vez Chiapas fue el granero de México, se repartía el premio a la Mazorca de Oro, y se veía con esperanzas al cultivo del maíz para enriquecer a los productores.

Pero hoy, la ilusión se ha desvanecido: los campesinos han empeorado su condición de vida, se han vuelto dependientes de programas sociales y no es raro que subasten su voto para obtener ingresos extra.

Chiapas, con un rendimiento promedio a la tonelada y media de maíz por hectárea, está muy lejos de Sinaloa, que logra obtener diez toneladas en el mismo espacio. En cosecha anual, también los separa un mundo, mientras que el volumen en Chiapas ronda el millón de toneladas, el del estado del norte anda por las seis millones. En donde sí le ganamos a Sinaloa es en extensión de hectáreas cultivadas. Mientras que ellos destinan 560 mil hectáreas, nosotros rondamos las 700 mil.

No hay cifras oficiales para asegurar cuántas toneladas importamos de maíz, pero Maseca, la principal fabricante de harina de este grano, es un referente en la compra de maíz en el extranjero. Es muy posible que la tortilla que comemos en Chiapas provenga de plantaciones de Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica o Brasil.

De los 30 millones de toneladas de maíz que se consumen en nuestro país, entre siete y ocho millones, dependiendo de la cosecha interna, provienen de otros países.

En 2012, en que se cosechó un millón 253 mil 205 toneladas, Chiapas importó 200 mil toneladas para satisfacer el consumo interno, de acuerdo a la información proporcionada en su momento por Israel de Jesús Gómez Torres, subdelegado de la Sagarpa. Ahora, en que la cosecha es muy similar a la de hace cuatro años, seguramente estamos importando igual cantidad de maíz.

Pese a semillas mejoradas y fertilizantes que reparte Sagarpa y la Secretaría del Campo las cifras de rendimiento se mantienen prácticamente paralizadas. En 1991, había un rendimiento de 1.3 toneladas por hectárea; en 2010, pasó a 1.8, y en 2015, retrocedió a 1.8.

Hay comunidades en donde por la erosión de la tierra, se cosecha muy poco. En parajes  de Chenalhó el rendimiento por hectárea es de 300 kilogramos, y en la zona Altos en su conjunto no rebasa la tonelada.

Los campos de maizales son ríos que engullen el dinero de las arcas públicas, sin obtener resultados alentadores. Hay Procampo, reparto de fertilizantes, de semillas mejoradas, de bombas y hasta de tractores. De acuerdo al exsecretario del Campo, José Antonio Aguilar Bodegas, el año pasado se destinaron 285 millones de pesos en insumos para beneficiar a 273 mil campesinos, y este año ha sido de unos 600 millones de pesos, según las autoridades actuales. Es cierto que mucho de ese dinero se queda en el camino, sin que llegue a los productores de maíz y por lo tanto no incida en el cultivo.

Hay otros muchos factores que se deben analizar en el bajo rendimiento de maíz en Chiapas, en especial las microscópicas propiedades ejidales, contrarias a las 20 hectáreas de un campesino sinaloense y a mejores tecnologías de cultivo y de riego. Sin embargo, todo tiene que ver con la aplicación de políticas públicas fallidas, que han convertido al productor de maíz chiapaneco en un menesteroso, dependiente de la mano de los políticos, verdaderos propietarios del presupuesto público.

Si no se cambia esta política, se seguirá generando cada vez más pobreza y más migrantes, en el campo chiapaneco, un lugar en donde hace algunos años, se vislumbraba mejor porvenir.

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