Apanicados contra Alemania

Decía Octavio Paz que los mexicanos tenemos a cuestas el código de lo catastrófico. En todos los actos de nuestra vida social afloramos ese sentimiento y en muchas de sus formas se hermana con un rancio derrotismo que incluso ya se hace tan nuestro y necesario que nos reímos y hasta nos gusta.

En el futbol puede verse esto que nos sucede cada cuatro años, en nuestras participaciones en el Mundial de Futbol. De repente, es como si de la nada afloraran todos esas malas sensaciones de inferioridad deportiva y se ponen de manifiesto cuando compite nuestro país. Es que después del sorteo de grupos para saber contra quienes jugaremos el próximo verano, las alarmas sonaron porque en la primera ronda nos enfrentaremos contra la selección favorita para ganar la Copa, la poderosísima Alemania.

Una primer señal de que las futuras discusiones futbolísticas se pondrán muy de color de hormiga, son la serie de chistes que se hacen con respecto a nuestra baja posición con respecto a las posibilidades de derrotar a los germanos. Y son bastante escasas, por no decir nulas, según los imaginarios futboleros que ya recorren las charlas de conocedores y de otros no tanto.

Estas bromas se alimentan con razón, porque nunca hemos derrotado a Alemania en competiciones oficiales y mientras el futbol nacional todo el tiempo se ha debatido en el ya legendario “quinto juego”, ahora cunde en pánico de que ni siquiera el cuarto podríamos jugarlo.

Vamos por partes: en las opiniones especializadas hay sectores que han dicho que a México le tocó el “grupo de la muerte”, por tener un nivel cerrado de competición entre las selecciones y como el plus de tratar de vencer a una Alemania que se erige ahora como el futbol más elaborado y técnico del mundo. Es esa misma selección, misma maquinaria, que le propinó siete goles contra cero a la otra de las leyendas mundiales, como Brasil. Eso es decir mucho, demasiado diría yo. Por eso, la ola de memes y de referencias a nuestra apuesta en el Mundial está, ahora sí, según esta tónica, de mal y de malas. Tal parece que la risa y la auto-broma, por sí sola, fuese un dejo de exorcismo para no sentir ese expresión tan recurrente en el país cuando se está jugando futbol a ese nivel: apanicarse. Temor, y no a que nos gane la que quizá será la campeona del mundo, sino cómo nos evidenciará, según este complaciente ambiente del sarcasmo, ante nuestra evidente falta de talento y recursos técnicos.

Por tanto, tendríamos que explicar el sentimiento ratonil siempre esta ahí, cada vez más complejo y evidente. El mismo que regodeamos con el Cruz Azul, pero que cada cuatro años, solemnemente nos hacemos guajes porque, en realidad, se piensa que la selección nacional tiene exactamente ese síndrome.

Llama la atención que estando en un evento académico en Colombia, en plena eliminatoria mundialista, había un juego crucial contra Brasil y todo el mundo, incluidos ponentes, público, taxistas, vendedores, amas de casa, vestían la camiseta de la selección colombiana. Aquí esto no se ve, por lo menos en los juegos donde, aparentemente, no importa mucho el resultado como en las eliminatorias que tanto dolor de cabeza nos ha dado en las últimas versiones. De ahí que es de resaltar la suerte ya echada que la vox populi ha dicho de nuestra selección ante el apanique de este mal llamado “grupo de la muerte”.

Pero lo que en realidad debe ser discutido a fondo es el hecho de que, por fin, haya sinodales de la talla de los alemanes para medirnos tal cual somos. Sí se ganara el pase a la siguiente ronda, lo que importaría es cómo se jugó para llegar a ese nivel. Sería una señal de humildad deportiva y, créanlo, todos nos adaptaríamos ante esta forma de encarar nuestra supuesta adversidad en cualquier laberinto solitario en que nos encontremos. Dijéramos que ahora sí hemos tocado el fondo necesario para pugnar que nuestro futbol, desde abajo, sea lo que ha sido siempre: mediano, conservador, tibio. Mediocre.

Insistimos en que no somos ninguna potencia futbolísitica y ese hartazgo ante cualquier institución nacional, incluida la selección nacional, debe ser sopesado en la dimensión correcta. Estamos hartos de que un símbolo patrio sea prostituido por obscuros intereses que van desde lo político hasta las transas habituales de los hombres de dinero que administran este país. No nos espantemos, entonces, que nos de casi igual si fracasamos en el Mundial. Lo que sí es verdad, es que estamos ávidos de que nuestro futbol de indicios de retornar a lo que ha sido, es y será la esencia de toda selección, que es ser parte del pueblo. Un pueblo ahora encabronado, eso sí.

 

 

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