Cuatro aspirantes a la gubernatura

Después de quedar definido los tres principales candidatos a la presidencia de la república, la próxima tarea de los partidos es enlistar a aspirantes a gubernaturas, senadurías, diputaciones y presidencias municipales.

En Chiapas, el puesto más apetecible, por la posibilidad de convertirse en virrey sin contrapeso, es la gubernatura, y aunque en la práctica faltan más de tres meses para el registro formal de candidaturas, los aspirantes están ya perfilados.

En el PRI, Roberto Albores Gleason se consolida como como candidato por la llegada de su amigo y compañero de pupitre en el ITAM, José Antonio Mead. Ahora sus esfuerzos se encaminan a juntar en su proyecto al Partido Verde, que aún no se ha decidido si marchará solo en la entidad o en alianza con el tricolor.

Eduardo Ramírez Aguilar apuesta por el divorcio, porque eso le permitiría convertirse en candidato y con muchas posibilidades de obtener el triunfo, y más si suma a Mover a Chiapas y Chiapas Unido.

En este escenario impensable hace tan solo seis meses —con un Mead emergente y un  Frente consolidado—, el gobernador se ha quedado con pocas posibilidades para decidir sobre la suerte del Verde en la entidad. Será la dirigencia nacional la que resuelva cómo marchará ese partido en las próximas elecciones locales.

Una alianza para la gubernatura podría ser muy perjudicial para el Verde porque muchos de los votos podrían deslizarse hacia el PRI y ponerlo en riesgo de perder el registro. En cambio si marcha solo, como habían planeado, mantendrá su bastión de votos en Chiapas y sus prerrogativas.

La dirigencia, que es ducha para el dinero, no olvida que aquí obtuvieron 651 mil votos; es decir, uno de cada cuatro votos emitidos al Verde en México procedieron de nuestro estado. Sin ese 25 por ciento de sufragios, el PVEM habría perdido el registro.

En una alianza con el PRI a la gubernatura, el Verde no conservará ese abultado porcentaje. Será opacado por el partido más antiguo y más conocido, amén de que su base de electores es maleable y fluctuante al depender mayormente de programas sociales.

Si se concretara la alianza, Roberto Albores Gleason se convertiría en el candidato con mayores posibilidades de triunfo, y se repetiría nuevamente el escenario de la elección de 2006 y 2012, en donde los gobernadores en funciones decidieron sacrificar a sus preferidos; Pablo Salazar tuvo que dejar a un lado a Rubén Velázquez y Juan Sabines a Yassir Vázquez.

Por el frente PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, es muy probable que María Elena Orantes sea nuevamente candidata a la gubernatura, pero con pocas oportunidades de sumar unos 700 mil votos, cifra necesaria para ganar la elección.

En ese barajar de cartas que es la política local, Rutilio Escandón —aunque no tiene asegurada la candidatura por Morena— podría ser catalizador de apoyos importantes si Andrés Manuel López Obrador se mantiene como puntero y si la maquinaria estatal se atreve a jugársela con el tabasqueño.

Diciembre y enero, será todavía de patadas bajo la mesa, porque lo más probable es que los candidatos se definan hasta febrero. Los aspirantes pueden permanecer en sus cargos por tres meses más, antes de  que emprendan la disputa abierta hacia Palacio de Gobierno.

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