El coito es el fin del amor

Casa de citas/ 357

El coito es el fin del amor

Héctor Cortés Mandujano

 

Siempre que los hombres han deseado ser mujeres,

han deseado –esencialmente– ser putas

Salvador Elizondo,

en Cuaderno de escritura

 

De Salvador Elizondo, salvo textos sueltos y entrevistas, sólo había leído, creo, dos libros: el infaltable (y ya clásico) Farabeuf y Elsinore: un cuaderno, hasta que me compré los tres tomos de sus obras, publicadas por el Colegio Nacional.

Obras: tomo uno (1994) reúne cuatro de sus libros: Farabeuf (novela), Narda o el verano (cuentos), El hipogeo secreto (novela) y Cuaderno de escritura (ensayos y aforismos). Me brinqué la primera, porque según yo la tengo fresca (la he leído antes un par de veces). Algunas citas de los tres siguientes:

En “Narda o el verano”, el cuento que da título al volumen, dos amigos deciden pasar el verano a la orilla del mar. No tienen mucho dinero, así que comparten gastos y (p. 175) “también, claro está, por economía, habíamos decidido compartir una sola mujer entre los dos”.

El hipogeo secreto es una novela metaficcional, de escritura y lectura compleja. En ella, un autor llamado Salvador Elizondo inventa a un personaje ficticio llamado igual que él, que a su vez sabe o supone haber sido inventado por alguien que llama el Imaginado. La trama pretende esclarecer los meandros de la invención y así, los personajes de un libro llamado El hipogeo secreto que quizás ya se escribió, se va a escribir o se está escribiendo, disertan en las páginas acerca de las posibilidades de su vida y de la ficción que, en este caso, tal vez sean la misma cosa. Dice el autor (p. 243): “La novela trata de un escritor que crea a otro escritor, pero que un día se percata de que él es un sueño de su propio personaje que lo ha soñado creándolo. Sólo podría librarse de ese sueño soñándome a mí; a mí: Salvador Elizondo, que lo he inventado como personaje de un libro improbable que se llama El hipogeo secreto”.

 

El Flash, de nuevo. Foto: Nadia Carolina Cortés Vázquez

El libro tiene mucho sentido para quienes escriben y para aquellos que quieran comprender los meandros de la escritura de ficción. Dice Elizondo (p. 251): “Escribir un libro es, en cierta forma, releerlo. El texto se va construyendo de su propia lectura reiterada. La verdad de una novela es siempre la lucha que el escritor entabla consigo mismo; con ese y eso que está creando” y después (p. 304): “Lo que importa no es que los personajes sean reales, sino verdaderos”.

Luego de recorrer la construcción subterránea a que alude el título, la novela tiene un final que me parece perfecto: la ficción llega a la realidad y ésta, por supuesto, sigue siendo una ficción.

En Cuaderno de escritura hay cuatro ensayos sobre pintura, sobre pintores. Dice (p. 399): “El pintor es un fotógrafo de un sueño” y también (p. 424): “Es preciso pensar que toda obra de arte es como una puerta. Por ella nos liberamos hacia una interioridad en la que las leyes de la naturaleza no rigen ya; trasponemos el umbral hacia la tierra franca de la sensibilidad pura”.

De sus aforismos (“Ostraka”), éste (p. 449): “El coito es la consumación del amor; es decir, el fin del amor”.

De su último texto, “Una conjetura”, esta idea (p. 472): “El hombre todavía no se ha dado cuenta de que es imposible concebir algo que vuele mejor que el pájaro, que luche mejor que el toro, que ame mejor que el chango, que sea más bello que el tigre blanco del Himalaya (como quiera que éste sea) o que sea más que la roca o el metal”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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