Luis Armando Melgar, la amenaza

Luis Armando Melgar intensificó la semana pasada su presencia en medios a través del pago de inserciones, de comentarios en espacios de opinión y de informaciones sobre sus “actividades legislativas”.

El senador más gris por Chiapas ha emprendido, asimismo, una campaña de presión con el apoyo de Ricardo Salinas Pliego —su verdadero patrón— para que sea designado candidato de la alianza PRI-Verde, bajo el argumento que él debería ser el tercero en discordia en la disputa entre Roberto Albores Gleason y Eduardo Ramírez Aguilar.

De concretarse la candidatura de Luis Armando Melgar, un político que no cuenta con una estructura organizada de simpatizantes en la entidad, se viviría el mayor conflicto interno en la alianza de esos partidos que hoy nos gobiernan.

Lo primero que veríamos, seguramente, sería una desbandada de militantes que se identifican con  Albores Gleason o con ERA, porque es difícil que estos dos actores políticos, que se sienten con merecimientos de encabezar la candidatura de la alianza a gobernador, se queden a negociar espacio para ellos y sus seguidores.

Se abriría un boquete que pondría en riesgo el triunfo incluso de José Antonio Meade en Chiapas, la entidad que tradicionalmente ha otorgado su voto a los candidatos presidenciales del PRI.

La labor de zapa de Albores y ERA, quienes podrían encontrar acomodo en otros partidos políticos, llevaría a la derrota del mismo Luis Armando Melgar y en carambola dejaría muy dañada la candidatura presidencial del PRI.

Chiapas es un estado de electores “volátiles”, en donde no existen lealtades profundas con los partidos políticos, sino con líderes territoriales y grupos de poder. En cada municipio, en cada colonia de la entidad hay personajes con arraigo, los cuales son atendidos y mimados en periodos no electorales, para que en los días que se necesite su actuar puedan llevar a grupos de votantes.

Esa labor callada, pero vital, no la ha realizado el senador tapachulteco. Las estructuras de apoyo partidista no surgen de la noche a la mañana, son trabajadas con paciencia por meses, por años, con favores, con entrega de programas sociales y con la intervención favorable a sus gestiones ante instancias gubernamentales. Las lealtades se trabajan por mucho tiempo, para que el día decisivo, el día de la emisión del voto, sea más fácil comprar el sufragio por mil o dos mil pesos, porque todos los partidos políticos participan en el mercado de subasta del voto.

El dinero no lo es todo en un proceso electoral como el chiapaneco. Es dinero y algo más. Es dinero y estructura. Es dinero y trabajo de lealtades con grupos y líderes de barrios, de colonias y de cabeceras municipales.

No se duda que Luis Armando Melgar, si es que finalmente se convierte en candidato, pueda conseguir mucho dinero para entrar a la subasta del voto, pero eso no será suficiente para ganar, porque le falta lo más importante: los operadores que manejan los hilos más finos de decisión electoral en Chiapas.

Eso quedó demostrado en 2006 cuando Roberto Madrazo obtuvo apenas 424 mil votos en Chiapas con la alianza PRI-Verde, y seis años más tarde,  Enrique Peña Nieto dobló la cifra, con esa misma alianza, al alcanzar 934 mil 270 sufragios.

Si se concreta la candidatura de Luis Armando Melgar, lo más probable es que José Antonio Meade pierda en Chiapas, el cuarto estado que más votos proporcionó al PRI y al Verde en la última elección presidencial.

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