1,2,3 por todos mis amigos

Desde que se contempló la posibilidad de estar presente en una actividad donde se enseñaría cómo hacer esténcil, Elena cobijó esa idea en su mente y en su corazón. Hace mucho tiempo que deseaba aprender esta técnica, por considerarla una manera creativa de comunicar diversidad de temáticas. En cuanto se le presentó la oportunidad con  compas de un colectivo artístico no dudo en participar.

Llegó la tarde  esperada y Elena asistió a la reunión con sus compas, ahí estaban, puntuales, entradxs en la creación de un esténcil, el compañero Esteban le dio la bienvenida, al tiempo de hacer una pausa a su tarea y explicar cómo se da la aplicación de cada trazo para crear un esténcil. Elena veía cómo sus compas estaban entretenidxs siguiendo rutas de un rostro, ella sintió una especie de desencanto, no le llamó la atención participar en esos trazos.

  • Es más difícil de lo que imaginé- , pensó para sí Elena.

Sucede que Esteban tuvo a bien comenzar este taller con la parte más compleja, es decir,  la aplicación de cinco capas para ir encontrando los detalles de la figura a trabajar, para que al final de trazar cada capa  se pueda proceder al recorte de dichos trazos y  luego fijar la imagen, cada tras capa. Esteban explicó que se puede trabajar con menos capas y eso simplifica un poco el proceso.

Un tanto desencantada Elena se sentó a observar los trazos que sus compas iban marcando. Ahí empezó a encontrarle nuevamente el interés al darse cuenta todo el trabajo que implica hacer un esténcil, previamente debe tenerse la idea creativa de lo que se quiere comunicar, realizar la imagen, virarla en las tonalidades que se deseen, esto da paso a las capas que se trabajarán.

Una de las asistentes al taller comentó que ella no apreciaba una de las tonalidades de gris que estaban trabajando, Esteban apagó la luz y ahí se pudo notar claramente la gama de grises sobre la imagen que emitía el proyector. Elena se clavó en la imagen, observando cada gama de color y…

Después de un rato que sus compas terminaron de retocar los carteles con un esténcil trabajado, Elena se animó a participar escribiendo algunos datos que se requería en cada cartel. Ya todo estaba listo para llevar a cabo la acción de salir a las calles a pegar esos carteles, la adrenalina se sintió en el salón donde estaban congregados. Alrededor de quince personas se organizaron para marcar el rumbo de la acción, el engrudo estaba listo, los carteles en espera de ser repartidos. Sólo faltaba iniciar el recorrido.

Ahí comenzó la parte más divertida para Elena, era su primera ocasión en participar en una de estas actividades, se trazó la ruta a seguir. Tal cual niñas y niños, organizaron las señales con las que se comunicarían en caso de que algo no saliera tan bien; una vez coordinada la gente se procedió a salir.

El grupo se organizó de tal forma que eran simples transeúntes en las calles del barrio, caminando en una noche alumbrada por la luz amarillenta de lámparas y  focos.  Acompañada de dos compas, Elena fue la encargada de ir colocando cada cartel, los puntos fueron dispersándose.  Sus demás compas iban de avanzada y cubriendo la retaguardia, todxs en sus puestos. Así, postes, algunas paredes abandonadas, otras más abarrotadas de graffitis y otras sin repello fueron testigas de los carteles alusivos a denuncias sociales.

Algunxs de sus compas plasmaron pequeñas consignas en donde fue posible, hubo momentos de nervios, debido al ruido de la lata de spray. A lo lejos se escuchó un silbido, era una de las señales de alerta, si eran dos seguidos era señal de peligro. Elena recordó juegos de su niñez, cuando gritaba 1, 2, 3 por todos mis amigos. Después todo quedó en silencio. Estaban fuera de peligro.

Elena y sus compas continuaron su labor, al estar colocando uno de los carteles se escuchó el ruido de una puerta que se abrió tras sus espaldas en la acera de enfrente, un compa dijo a Elena: -dale-. Ella y su otro compañero continuaron en la acción y el que alertó se apresuró a caminar. Por fortuna nada pasó.

Todxs siguieron su camino rápidamente, se pegaron los últimos carteles. Al tiempo que la noche caía y se iba percibiendo menos movimiento en el barrio. El grupo se reunió nuevamente, había emoción, risas, agradecimiento por la acción en colectivo, los nervios habían quedado atrás. Se conjuntó una diversidad de mundos, de historias, de pensamientos, de sentimientos, todo esto bajo  una misma causa, una acción en colectivo para hacer denuncias sociales.

… el destello de la luz que prendió Esteban hizo volver a Elena de su ensimismamiento en la imagen proyectada. Se quedó sorprendida, muy sorprendida, su mente había viajado a una acción subversiva donde ella era una de las protagonistas. Todo gracias a los trazos que se hacen para crear un esténcil. El “dale” siguió resonando en su mente. Sin duda fue una noche inolvidable.

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