El tigre

El tigre está suelto desde hace 12 años. No es novedad, y si lo enmarcamos en la violencia cotidiana y en la desesperanza que conllevan las permanentes crisis que vivimos actualmente, vemos que es un tigre bien bravo.

Pero hay de tigres a tigres. Por ejemplo, el felino rabioso el cual nos muerde cada vez que vamos a la gasolinera, o el que nos sacude cuando leemos y escuchamos en las noticias que secuestran, violentan y asesinan, día tras día, a candidatos locales, jóvenes, mujeres, periodistas, sacerdotes, niños, policías, soldados, sicarios, estudiantes, trabajadoras, etc., no es provocado por la gente; esa misma, insensible, que no ve la dimensión de las buenas obras del gobierno, ni alcanza ver lo “que también cuenta” a la hora de evaluar los seis años del “nuevo PRI”. No, ese tigre es el que ha provocado la zozobra desde el gobierno, desde el poder y de la clase política de los dos mil millones de pesos al servicio de las campañas electorales.

El otro tigre el del pueblo enfurecido, harto ya de que le vean la cara. ¿O no nos prometieron que bajaría la luz, el gas y las gasolinas por las prometidas “reformas estructurales”? También nos dijeron que la paz social iba a ser la insignia de ese progreso miles de veces postergado, camino sinuoso pero seguro a ser como Finlandia. Y bueno, los que sí salieron ganones por haberse robado los presupuestos de los estados fueron los propios gobernadores encargados de administrar nuestros impuestos. Ahí andan algunos, huyendo o paseando, es lo mismo. Mentirosos hasta las cachas, los del gobierno quiere que les agradezcamos. Quieren que ese tigre pueblerino se domestique y acate, sin más.

Por tanto, no es cosa de rasgarse las vestiduras que alguien invoque el hartazgo, el enojo y la rabia social que la clase política ha despertado. Independientemente de la falta de tacto o de plano tontería, de ir literalmente a la cueva de, ese sí, tigre biencomido y ricachón, a decir que la gente está enfadada y a ver que hacen con ella, frente a los banqueros que son un elemento clave para la pauperización de la sociedad y del enojo del pueblo, esto puede leerse desde la siempre latente posibilidad del fraude electoral. Porque, vamos, todos sabemos que en México hasta los muertos votan. ¿Quién no ha visto prácticas fraudulentas? Acarreados y despensas pagadas por dinero público, robo de urnas, condicionamiento de programas sociales para votar por el gobierno en turno (como sucede en el PRI-Verde Chiapas y en todos los estados del país) y cientos de cosas más. Todas ilegales, todas fuera de la ley. Con una sola de esas acciones de fraude podía ser condicionante de anulación de elecciones. Nuestro Trump mexicano (por loco, no por millonario), Vicente Fox, dijo hace poco que él hizo como presidente todo lo posible para que Andrés Manuel López Obrador no llegara al poder. Eso lo hace ipso facto un delincuente porque era Jefe de Estado, gobernante de todo el país sin marca partidista. Y no pasó nada, ufano y cínico dijo esa vez, palabras más o menos: “tan bien y legal lo hice que aquí estoy, no me hicieron nada”.

Cuántas veces hemos visto bodegas, camiones enteros llenos de comida y de enseres para regalar, como limosna, algo que ya la gente compró con sus impuestos. Es como creer que Estados Unidos no va a intervenir en otros países solamente porque dicen creer en las democracias, justo cuando hace un mes su Secretario de Estado conminó a los militares venezolanos a hacer un golpe de estado. Mala hierba nunca muere. Hijo de tigre, pintito.

La sombra del fraude está ahí, queramos o no. Pero siguiendo la máxima ya clásica del “no saben que no saben”, ojalá el PRI gobierno apenas comience a distinguir que, si son capaces de hacer las trapacerías de siempre en las próximas elecciones, puede que las consecuencias sean de una amplitud que quizá no han dimensionado. En el menor de los casos, este tigre suelto indicaría ingobernabilidad e ilegitimidad a todas luces y durante mucho tiempo si hay fraude; y en el peor, siempre estará la figura histórica del “México bronco”, ese de las dos grandes revoluciones nacionales que costaron mucha sangre y dolor en el país. Y ahí si, en comparación, el tigre tantas veces mentado puede que se vea como una minina mascota pachona.

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