Diálogos nocturnos/ transcripción de dos de mis sueños

Casa de citas/ 374

Diálogos nocturnos/ transcripción de dos de mis sueños

Héctor Cortés Mandujano

 

De esa región inmersa rescato restos

que no acabo de comprender

Borges,

en “El sueño”

 

Sueño mucho y casi siempre mis sueños tienen su propia solución, como si fueran cuentos que yo mismo me cuento. A veces son diálogos con gente que no conozco. Mi más reciente novela, Estanislao Musni lo contó un día, se llama así porque alguien en uno de mis sueños me dijo que así debería llamarse y el arranque de la misma, como el de otras novelas u obras de teatro de mi autoría, fue nomás describir mi sueño. En ocasiones, mis sueños son rápidos y se resuelven fácilmente. Estos dos son ejemplos:

 

1

 

—¿Conocías al muerto?

—Vagamente, pero quise unirme al cortejo fúnebre para llorar a gusto.

—¿Y eso?

—Tengo un problema que no sé si quiero contarte.

—Como gustes.

—Es que… Mira, no es algo de lo que esté orgullosa: estoy embarazada.

—¿Y? No veo el problema.

—El bebé no es de mi novio.

—¿De quién, entonces?

—De un señor mayor, de un hombre viejo; muy viejo para mí, se entiende.

—¿Quién?

—No voy a decirte. Es bastante mayor que mi papá.

—¿Y cómo sabes que es de él y no de Juan?

—No voy a darte detalles. Lo sé.

—¿Se lo vas a contar a Juan?

—Sí, claro, y eso me tiene al borde del llanto.

—¿No quieres abortar?

—No.

—Juan te va a comprender.

—Tal vez. El asunto es que tendré que decirle quién es el padre.

—¿El problema es ése, quién es el padre?

—Tuve una aventura que yo pensé que no tendría consecuencias. Y vino esto.

—No sigas, ya sé quién es…

—Calla, no quiero oírte.

—¿Es el papá de Juan? Siempre lo has admirado, lo ves encandilada cada vez que lo ves, no se te cae de la boca… ¿Es él?

—…Sí.

 

2

Foto: Nadia Carolina Cortés Vázquez

—Me muero de hambre y este bosque más parece un páramo. No hay ni ratas.

—¿Sabes por qué es famoso este terreno?

—No.

—Porque vive aquí una cocodrila que, dicen, como si viviéramos en la época antigua de los griegos, donde eran normales las cruzas entre dioses, humanos y animales, que es hija de una cocodrila que ya murió y de Álvaro Carrillo, el compositor de boleros, que también ya murió.

—Es un despropósito.

—Ni tanto, vamos a acercarnos a la cueva donde vive y vas a oír algo extraordinario. Estamos muy cerca.

—¿Y por qué eso que me dices no se ha vuelto un chisme que repliquen las televisoras, los medios?

—No sé. Ya está. Quédate sin mover, sin hablar. Oye.

 

“…Me haces menos y ese es mi coraje, y si no te gusta lo que traje, adiós, que de algún modo seguiré mi viaje.”

 

—Es una de las famosas canciones de Carrillo.

—La está cantando su hija, la cocodrila. ¿Quieres verla? Es preciosa. Caminemos unos pasos más.

—Aquí, tan cerca de donde sale la voz, parece más bien una reproducción. ¿Qué haces? ¡Espérate! ¡Estás loco!

—Perdona, ya sé que las cocodrilas no cantan, pero ésta, como todas, necesita comer. Y yo la adoro. Luego de la primera mordida nada va a dolerte y ella quedará feliz. Perdóname.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

 

 

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