¡Qué llueva, qué llueva!

Foto: Archivo

 

Para uno de los más bellos estímulos en mi vida: la naturaleza 

Llegó el fin de semana y Sofía fue a visitar los árboles que había en casa, tenía pendiente esa actividad. Entre semana no le alcanzaba el tiempo para regarlos y poder quitar las enredaderas que los tenían agobiados e impedían su crecimiento. Para su sorpresa descubrió que la temporada de calor tenía la tierra agrietada, lucía muy seca, como pidiendo a gritos: ¡Qué llueva, qué llueva! Fue por  un par de baldes con agua y empezó a regar algunos árboles, no alcanzó a regarlos todos. Mientras les ponía agua les dijo:

  • Mañana me levantaré temprano para terminar de regarlos, pronto será de noche y me siento cansada.

Observó el agua en el tanque, aunque era suficiente la actividad de regar los árboles le llevaría un buen rato. Se quedó pensando, tendría que administrar muy bien el agua para que le alcanzara, así como también el tiempo que invertiría en esto. Dijo para sí,

  • La temporada de calor apenas inicia, el suelo está agrietado y los árboles requieren mucha agua, necesito tener una alternativa para aprovechar el agua cuando empiece a llover. Si es que llueve pronto.

El calor de la tarde fue mitigando, el clima se tornó agradable, se percibió aire fresco, sin ninguna señal que anunciara lluvia. El canto de los grillos fue el paisaje sonoro que decoró la noche y acompañó el sueño de Sofía.

Entre sueños, ella percibió que los grillos habían cesado su canto;  despertó, se percató que de un momento a otro el clima cambió, escuchó ráfagas de viento que mecían las hojas de los árboles.

Posteriormente, la lluvia comenzó a caer, primero gota tras gota, luego enormes gotas a velocidad sorprendente. Se asomó por la ventana y en efecto, la lluvia estaba ahí, con ese olor a tierra mojada que desprende vida. Su corazón se alegró, los árboles estarían contentos con este regalo de la naturaleza.

A la mañana siguiente Sofía abrió la ventana de su cuarto, la lluvia había cesado, el sol apenas repuntaba, el aire estaba frío y el viento seguía el ritmo de la noche anterior.  Al visitar los árboles Sofía se percató que la tierra estaba reblandecida, la  lluvia abundante había logrado saciar la enorme sed que tenía cada árbol. Su propósito de regarlos había sido cumplido y de la mejor manera, con agua de lluvia. Tuvo la sensación que los árboles estaban contentos y mucho, observo que algunos aún conservaban en sus hojas gotas de la lluvia que les visitó en la madrugada…

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