La Ciencia en México: ¿A quién sirve?

En mi libro Los años estudiantiles( México: U de G-CUALTOS/ El Colegio de San Luis/Universidad Intercultural de Chiapas, 2005), escribí: “El 29 de mayo de 2003 conversaba con mi amiga de tantos años, Victoria Novelo, en la cafetería central de la Universidad de Colima, rodeados de estudiantes que disfrutaban de un excelente local en un día de luz singularmente brillante…..Decíamos en nuestro diálogo que nuestra generación pasó en forma vertiginosa de una aviación primitiva a los vuelos espaciales; del telégrafo al teléfono y de aquí, al fax. Finalmente llegaron las computadoras y la tecnología de nuestros días que ha forjado a generaciones de jóvenes alérgicos a sorprenderse por nada.” (página 111). En estos días inician su circulación por las librerías mexicanas dos títulos que están relacionados con lo que era el tema de la conversación mencionada entre Victoria Novelo y yo, a saber: Graciela Bensusán y Giovanna Valentini, La evaluación de los académicos. Instituciones y Sistema Nacional de Investigadores. Aciertos y controversias,(México: FLACSO, 2018) y Lucía Mantilla Gutiérrez, María Lorena Hernández y Cristina Cárdenas Castillo, La ciencia al servicio de la mercancía en México, (México: U de G, 2018. Se consigue en línea como E-Book), con un prólogo excelente de Margarita Noriega Chávez. Ambas obras llegan en un momento crucial para el país: el cambio de gobierno con las elecciones del 1 de julio del presente año. En el primer libro citado, como lo indica su título, se hace una extensa reflexión sobre los sistemas de evaluación aplicados por el CONACyT en los cuales las ciencias sociales se están viendo severamente afectadas. En el segundo libro se estudian a fondo las transformaciones en el orbe científico de México, analizando en concreto al CONACyT. Como en ambas obras se demuestra, el neoliberalismo domina las políticas públicas aplicadas a la ciencia y uno podría pensar que no es una sorpresa que ello ocurra, puesto que vivimos en plena era capitalista, llámesele “economía de mercado” o “neoliberalismo”. En la conversación citada con Victoria Novelo, decíamos, además que “…las estructuras sociales permanecen o por lo menos sus transformaciones no han sido así de rápidas ni han dado lugar a una sociedad radicalmente nueva. Los pobres aumentan en vez de disminuir. Las diferencias sociales se ahondan. La sociedad del capital persiste con sus peores manifestaciones, como el imperialismo que es capaz de seguir cometiendo las atrocidades de siempre. Nuestra generación, decíamos con Viki Novelo, vivió la espectacularidad del cambio tecnológico.” Pero no hemos presenciado la transformación de las relaciones sociales y el advenimiento de una nueva sociedad basada en la equidad. Al revés: el capitalismo se afincó durante ese cambio y tomó nuevos aíres. La ideología del nuevo liberalismo proclama la libertad como máximo valor. Libertad de cultos, libertad de comercio, libertad política, libertad de pensamiento, libertad para ser pobre y así hasta el infinito. Esta ideología inició su nueva avalancha junto con los cambios que trajo el derrumbe del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, y años antes, la disolución del régimen soviético con la llegada de la llamada Perestroika acompañada de la Glasnost en 1985. La ideología neo liberal venía imponiéndose en el mundo desde la década de los años 1970, pero alcanzó su culminación en ese período señalado que va de 1985 a 1989.

Ilustración: Manuel Velázquez

La falacia del neo liberalismo está en pensar que el Estado es sólo un policía que debe vigilar el buen comportamiento de los ciudadanos, sin intervenir en nada más. Toda la vida debe regirse por el principio de libertad, sin precisar los contextos sociales de esta última. Así como se confunde al estalinismo con Marx, así el neoliberalismo traza una nueva confusión equiparando al Estado con el totalitarismo. Por supuesto que defendemos la libertad, pero no la falacia de que esta sea sólo para unos cuantos que imponen sus condiciones al resto de la sociedad. El Estado debe intervenir para garantizar la equidad de oportunidades y en general, preparar las condiciones para el advenimiento de un cambio social radical. Por esto último entiendo un cambio que erradique la pobreza y la desigualdad social, lo que puede parecer una utopía. La falacia de “vivir en libertad” en sociedades como las que experimentamos en nuestros días está probada por el aumento de la pobreza, el descontrol de la violencia, la insólita concentración de la riqueza social en unas cuantas manos, la justicia al servicio del mejor postor, el regreso del fascismo. Todo ello lo descubren las ciencias sociales no por un prurito ideológico, sino porque su objetivo es crear conocimiento sobre las condiciones reales en que vive una sociedad y se desenvuelve la cultura. Así como su objetivo es ese, las ciencias sociales también proponen soluciones que están encaminadas a la creación de condiciones humanas de convivencia. En un sistema neo liberal, la ciencia humanista es depreciada y de aquí se sigue la exigencia de que las ciencias sociales “justifiquen” su existencia, lo que no se demanda de ninguna otra ciencia. Por ello, es vital que, en este cambio de gobierno, los candidatos a tomar el poder y el control del Estado, ofrecieran a la sociedad toda, una respuesta a la pregunta ¿a quién sirve la ciencia en México? Y qué pretenden proponer con respecto a la actividad científica en su totalidad.  No confundamos el puro cambio tecnológico con las transformaciones en las relaciones sociales. Son dos aspectos diferentes.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 26 de enero de 2018.

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