La sana incertidumbre

Me parece francamente sorprendente lo que está sucediendo en Chiapas en el proceso electoral en curso donde habrán de remplazarse tanto el ejecutivo estatal, como la legislatura y las más de cien alcaldías con que cuenta el estado. En particular, la elección a gobernador ha estado plagada de contradicciones e incluso sorpresivas renuncias, así como una migración de candidatos hacia otros partidos. Todo parece indicar que el gobernador actual ha perdido los hilos o quizá nunca tuvo el control político pleno, mucho menos en esta etapa de cambio en el que varios de sus candidatos han terminado por acercarse a otras de las fuerzas políticas que se disputan el poder local. Así ocurrió, por ejemplo, con Eduardo Ramírez Aguilar, quien renunció al Partido Verde toda vez que le fue cancelada la posibilidad de ser el candidato a gobernador en alianza con el PRI. José Antonio Aguilar Bodegas, con una larga trayectoria dentro del PRI, decidió migrar cuando fue excluido de la candidatura por ese partido. Por lo tanto, se convirtió en el candidato de la alianza PAN-PRD. En los últimos días, nos hemos enterado que el ex-alcalde de Tuxtla, Fernando Castellanos Cal y Mayor, ha sido propuesto por el Verde como su candidato a la gubernatura, cuando los tiempos parecen operar en contra de tales propósitos.

Todos estos cambios manifiestan la cerrada pugna por el poder local y la confrontación entre intereses políticos fragmentados, en el que ninguno de ellos parece tener el control pleno de los recursos políticos para imponerse. Por lo tanto, sus alianzas son parciales y temporales. Quien logre capitalizar no sólo el descontento social sino, además, contar con el mayor número de aliados podrá albergar un relativo éxito en una campaña que se disputa en todos los frentes.

En la mal llamada prensa nacional, por su parte, circula la idea de que, bajo estas condiciones de fragmentación política e incertidumbre chiapaneca, el gobierno estatal pretende llevar a sus últimas consecuencias el proceso electoral local, es decir, dada la estrategia de violentar las elecciones mediante los constantes desafíos a las reglas y la autoridad electoral, se le está apostando a que se declare la nulidad de la elección por las irregularidades para que las autoridades actuales tengan de nuevo el control político de la entidad mediante un gobernador sustituto.

Por supuesto, el hecho de que haya elecciones concurrentes en la entidad, es decir, que al mismo tiempo en que se eligen autoridades locales, también se trata de elecciones federales en que habrá de votarse por presidente de la república, senadores y diputados; lo cual no sólo hace más compleja la organización sino que, además, exige al electorado un mínimo de atención en los distintos cargos y candidatos por los cuales tiene que optar. En ello existe una inercia que arrastra los procesos electorales locales y Chiapas no es la excepción. A eso juegan algunos candidatos. En este sentido, la coyuntura puede ser propicia para quienes compiten por Morena, en tanto que su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, no solamente ha sostenido su ventaja frente al resto de los candidatos, sino que mantiene una intensa actividad política a fin de ganar la mayoría de los distritos electorales, de tal forma que pueda contar con una mayoría en el Congreso que permita llevar a cabo las reformas que ha estado proponiendo.

AMLO en Coyoácan
El mitín de Andrés Manuel López Obrador a su llegada a Coyoácan el 7 de mayo del presente año.
Autor:Diego Jir
Ciudad de México mayo de 2018

El problema para los candidatos que piensan que será el arrastre de López Obrador quien los llevará al poder, es que podrían estar subestimando el hecho de que la ciudadanía realice un voto diferenciado en sus preferencias electorales, como ya lo ha hecho en otras ocasiones. Ese tipo de votación ya se ha presentado al menos desde las elecciones de 1997 cuando el PRI perdió el control del Congreso. La existencia de candidatos impresentables que son percibidos como tales por la ciudadanía, no necesariamente pueden ganar en un escenario en el que dependen del capital político de otro aspirante a un cargo superior. Con otras palabras, quienes piensen que solamente la inercia que imprime la candidatura de López Obrador puede llevarlos a ganar en automático los cargos que ambicionan, valdría no perder de vista el tipo de trayectoria política y su desempeño público como elementos que la ciudadanía puede valorar en el momento de decidir a quien respaldar con su voto en la soledad de la urna.

Para nuestra fortuna, el sufragio ha adquirido un peso específico y es prácticamente la única forma en que la ciudadanía puede calificar el desempeño de sus gobiernos, aunque esto solamente pueda darse de manera post-factica. Este es, quizás, una de las principales aportaciones que nos ha brindado el régimen democrático y las instituciones que protegen nuestro derecho a la representación política. Es cierto, sin embargo, que nuestra democracia es joven y las instituciones son aún frágiles, de tal forma que pueden ser desafiadas por agentes predatorios legales o ilegales que obtienen beneficios de sus relaciones con el Estado.

En el proceso electoral actual, domina un sentimiento de hartazgo que se alimenta de 12 años de gobiernos panistas incapaces y un retorno del PRI que significó un impúdico abuso del poder, así como una ostensible práctica de la corrupción que minó toda capacidad de acción e hizo estallar la poca credibilidad que aún se tenía en el gobierno.

Chiapas no escapa de estas condiciones que dificultan el proceso electoral en curso. Entre la falta de candidatos intachables, rémoras del pasado y auténticos oportunistas, la ciudadanía deberá decidir caso por caso, elección por elección, la que a su modo de ver pueda ser la mejor opción. Por el momento no hay más que eso.

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