La construcción de la mirada de Osiris Aquino

Plinio Osiris Aquino Pérez realiza en La construcción de la mirada de la y del fotoperiodista en Chiapas (2018) un trabajo de análisis de cómo interfiere “la ginopia”, la negación de las mujeres, en el fotoperiodismo. 

El hilo conductor de esta tesis, presentada en la Maestría en Estudios Culturales de la Unach, es el concepto de ginopia, es decir esa ceguera o esa miopía de no ver a las mujeres, de borrarlas del mapa social, político, artístico y cultural. Hay otras categorías, por supuesto, como androcentrismo, panóptico y régimen escópico.

La mirada de la fotoperiodista, del fotoperiodista, de acuerdo con lo planteado por el autor, no es una mirada libre de prejuicios, es una mirada que se construye, que se arma en el día a día, con negociaciones, reflexiones, observaciones, ensayos de aciertos y de errores, con la asunción de hábitos y códigos profesionales.

Esa mirada del fotógrafo, que pareciera tan profesional por la búsqueda de hechos noticiosos, padece miopía o algún padecimiento contagioso, de relegar a la mujer, de invisibilizarla, de no reconocerla.

En este trabajo integrado por cuatro capítulos, Osiris presenta dos entrevistas, a modo de intersticios de su encuentro con mujeres desplazadas por la guerra que radican en La ciudad de las mujeres, en Turbaco, Colombia, y con Natalia Botero, una fotoperiodista, que retrató la violencia del conflicto armado en ese país.

En este texto, no hay concesiones: la mirada del fotógrafo se construye, y como tal se puede desbaratar, reeducar y reconstruir. Si lo que ha permeado ha sido la mirada de soslayo, o peor aún, la miopía, que sí se puede corregir, pero que para eso hace falta una cirugía que permita, con la incrustación de lentes de sensibilidad, reconocer a todos los espectros y los protagonistas de la visualidad noticiosa.

“La mirada, afirma Osiris, al ser un proyecto cultural, permite que se convierta, también, en un espacio de resistencia. La mirada es una parcela que se cultiva a partir de las experiencias. Pero también se construye a partir de las resistencias, de la agencia del sujeto que logra cuestionar las relaciones de poder y el statu quo. Puede entenderse también como el rasero que segmenta y clasifica la realidad, así como el entorno en el que el individuo se desenvuelve y es, a su vez, influenciado por otras miradas”. 

Ha pasado mucho tiempo para percatarnos de esa miopía, de esa ginopia en torno a la mujer.

Foto: Osiris Aquino/ Chiapas PARALELO.

Hace algunos años Susan Sontag sorprendió al mundo con una reflexión sobre la fotografía que muestra el dolor, no de nosotros, sino de los otros, muchas veces de los enemigos de una guerra y lo que sentimos respecto a esas fotografías. 

Sontag dice que hemos aprendido a ser cínicos ante el dolor de los demás, porque nos han “instruido” a no compadecernos ante la realidad que muestran las fotografías. “La guerra, escribe, era y aún es la noticia más irresistible y pintoresca. (Junto con su inestimable sucedáneo, el deporte internacional)”.

Así, la fotografía resulta un buen aporte para ilustrar los contenidos informativos. Nada más.

Hasta hace poco en Chiapas, aunque algunos portales y periódicos no lo han erradicado, las fotografías de atropellados y accidentados, con cuerpos sangrientos y mutilados, eran el principal producto noticioso en venta. Hoy, los medios cuidan más lo que se dice, de lo que se muestra de los demás, de las demás.

Raúl Ortega, un multipremiado fotógrafo que radica en Chiapas, dice que el espacio público, para la fotografía, solo existe en el tercer mundo. En el primer mundo casi es imposible deambular y tomar una fotografía con tal descaro. La mirada ahí se ha transformado. En cambio, aquí el fotógrafo, la fotógrafa dispara casi con total impunidad al cuerpo víctima de la violencia y del acoso; a las niñas, a los ancianos, para mostrar el lado pintoresco y folclórico de Chiapas.

Hoy el periodismo es sumamente visual, pero no siempre ha sido así.La fotografía periodística irrumpe con la violencia de los hombres. En la Segunda Guerra Mundial, ese muestrario de atrocidades, la fotografía se convirtió en un elemento imprescindible en las páginas de los diarios. La guerra civil española, con la presencia de Robert Capa, y la muerte de un miliciano, ya había dado muestras de lo que vendría: la combinación de textos y fotografías. Antes, las páginas eran apenas ilustradas con grabados realizados por los dibujantes que tenían una presencia notable en los grandes periódicos, o bien de planas y planas de párrafos opinativos y noticiosos. 

En los cincuentas, cuando se afianzó totalmente el fotograbado en el mundo occidental, el hombre era el protagonista de las noticias y de las fotografías. La mujer aparecía pero en las secciones de sociales o en la nota roja. Lo demás era territorio vedado, si acaso de acompañante de los hombres.

Los periódicos chiapanecos, más tardíos en registrar innovaciones, comenzaron a incluir fotografías en los noventa. Surgieron así fotógrafos de prensa, que a la vez que vendían fotografías a los periódicos, se dedicaban a fotografiar quinceañeras, contrayentes y celebraciones de bautizos a las afueras de las iglesias. 

Los primeros fotoperiodistas que asumen un papel como tal fueron los surgidos con el movimiento zapatista, algunos de los cuales tenían poco recorrido en esta profesión. Otros como Antonio Turok, Raúl Ortega y  Víctor Camacho, llegados de fuera, presentaban una trayectoria amplia en el manejo de la cámara y de los acontecimientos políticos y sociales. 

A otros, por su retiro de la profesión, ya no les tocó cubrir el movimiento zapatista, pero dejaron una escuela importante de la fotografía en Chiapas, como Eliane Cassorla o Alain Huck, el primero en grabar el ave del paraíso en Chiapas, la tángara cabanisi, que ya se creía extinta, y que había sido buscada por los ornitólogos por más de 150 años. 

Es muy interesante el cuadro que presenta Osiris de los fotoperiodistas chiapanecos y de los que decidieron hacer de esta entidad su lugar de residencia, como Antonio Turok, Raúl Ortega, Víctor Camacho, Mario Castillo, René Araujo, Paul Stahl, Juan Carlos Calderón, Tomás Vázquez, Gonzalo Gurgúha, Óscar León y Fabián Ontiveros, los fotógrafos del zapatismo, y de los más recientes, como Samuel Decelis, Pablo Virgen, Karina Álvarez, Valeria Martínez, Miguel Abarca, Jesús Hernández, Jacob García, Ariel Silva, Marcopolo Hernández, Juan Carlos Martínez, Carlos Melchor Grajales. A ese cuadro habría que agregar al propio Osiris Aquino.

De este grupo de fotoperiodistas, Osiris decidió trabajar con Karina Álvarez, Ariel Silva, René Araujo, Valeria Martínez y Jacob García, de quienes traza sus narrativas de vida, su acercamiento a la fotografía, la forma en que ejercen esta profesión, con el propósito de saber cómo han construido su mirada. 

Al final de la lectura de este texto, se puede reflexionar, al igual que Ante el dolor de los demás, de Sontag, que de alguna manera “debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan”, de no negarnos a escuchar las voces de los otros, de las otras que nos reclaman su presencia no solo en la mirada del fotógrafo, sino en todo lo que hacemos, escribimos, pensamos, palpamos y elegimos para contar con un mundo más sensible, justo y habitable. 

Eso no le corresponde solo a la mujer o al hombre, porque lo deja muy claro su autor, de que no hay precisamente una mirada femenina o masculina, pero sí se puede aspirar a construir y poseer una mirada más humana, libre de etiquetas en torno a los otros, a las otras. 

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