La anexión de Chiapas a México en dos recientes libros

En este año han aparecido dos libros sobre los años decisivos de la incorporación de Chiapas al nuevo Estado mexicano que se estaba creando en el siglo XIX. Textos unidos por su temática y por la colaboración para concebirse. Amanda Úrsula Torres Freyermuth es la autora de Los hombres de bien. Un estudio de la elite política en Chiapas (1824-1835); y Mario Vázquez Olivera de Chiapas mexicana. La gestación de la frontera entre México y Guatemala durante la primera mitad del siglo XIX, ambos bajo el sello de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Estas obras son el resultado de tesis doctorales y destacan por la búsqueda de fuentes documentales que aportan nuevas luces a ese periodo histórico, además de que revisan y reinterpretan hechos históricos bajo el lente de los nuevos datos. Para ello el historiador se adentró en fuentes históricas no únicamente centradas en Chiapas, sino que involucran los archivos centroamericanos y los mexicanos. Una visión, con amplitud internacional, y donde Chiapas es un actor activo o pasivo, dependiente de las circunstancias e intereses políticos, pero que queda atrapado su territorio y sus gentes entre la construcción de los Estados modernos de la época y las políticas internacionales que se estaban conformando, en definitiva, una situación donde la geopolítica de la época juega un destacado papel. Chiapas se visualiza como deseado territorio fronterizo para el nuevo Estado mexicano, y sobre tal circunstancia circulan los intereses contrapuestos, tanto en suelo chiapaneco como más allá de sus límites en definición.

Monumento a la Mexicanidad. Foto: Ángeles Mariscal

Por su parte, la historiadora ha investigado a las elites políticas de la época de estudio, una estrategia para conocer, de primera mano y con las fuentes documentales a su disposición, quiénes eran los que durante mucho tiempo se convirtieron en grupos contrapuestos, adjetivados como conservadores y liberales, aunque no únicamente con esos calificativos, y que representaron conflictos de poder de manera violenta y, también, por las posiciones tomadas a la hora de optar por Centroamérica o por México. Un acucioso seguimiento de esas elites, en especial las ubicadas en San Cristóbal de Las Casas y Comitán permite a la autora cuestionar la establecida como dicotomía inamovible para leer el siglo XIX chiapaneco, y que aporta nuevas lecturas, también, de figuras como Joaquín Miguel Gutiérrez.

Dos libros que vienen a aportar luz a un momento crucial para la historia chiapaneca y mexicana, y deberán ser revisitados constantemente en los próximos años para incursionar en nuevas investigaciones. El pasado no es un rompecabezas que debe ser llenado pieza a pieza para convertirse en intocable, por el contrario, es un reto destinado a aportar nuevas informaciones, relecturas e interpretaciones de lo que ocurrió. Una tarea que nunca abarca todo lo ocurrido en un periodo y lugar, porque ello es imposible.

Dicho ello, acabo señalando que siempre resulta difícil cuestionar lo que se consideran verdades intocables sobre nuestros predecesores, y de lo que vivieron o llevaron a cabo como actores con o sin responsabilidades públicas, pero esa es la verdadera labor de la historia. Ambos libros tienen el sello del revisionismo de obras precedentes y que anticipan discusiones y nuevas vías para incrementar el conocimiento sobre el pasado chiapaneco y los orígenes de su paulatina mexicanización. Hay que felicitar a los autores y, sobre todo, leer sus trabajos.

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