Porque si Kafka no hubiera muerto

Con el insigne diputado por Morena, Sergio Mayer, vuelven a escena los personajes del humor involuntario con que nos ha deleitado la picaresca política mexicana.

Dicen que si Kafka hubiese nacido en México, el célebre autor de El Proceso, nos habría regalado piezas memorables de las costumbres más sublimes de nuestras maneras con que vivimos la política o disfrutamos de nuestras convivencias cotidianas. En efecto, nuestras formas de encarar los avatares de la vida diaria nos permiten asegurarnos un lugar dentro del teatro del absurdo.

Hace unos días me enteré de las dificultades por las que atravesaba el Congreso con el fin de repartir las diferentes presidencias de las comisiones con que se organiza la labor parlamentaria. Algunas de estas cuestiones trascendieron a los medios, de tal forma que se convirtieron el parte del debate público algunos de los despropósitos de la actual legislatura federal. Llamó la atención no sólo lo impropio de las propuestas, sino lo vulgar que raya en lo grosero al mencionar los perfiles y las funciones a desempeñar. ¿Cómo imaginar al Partido Encuentro Social, una agrupación confesional, presidiendo la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados? ¿Cómo procesar y no incomodarse con que el Partido del Trabajo pueda presidir la Comisión de Transparencia, cuando su sempiterno líder resulta una de los principales acreedores de la esta agrupación política? ¿De qué manera asimilar que un actor como don Sergio Mayer,presida la comisión de cultura? Como estas, existen muchas aberraciones que ahora nos entrega la actual legislatura en el Congreso dominada por Morena.

El actor y cantante, Sergio Mayer, saltó a la fama pública no por sus grandes dotes intelectuales sino porque, a través de la marca Televisa, aprendió a subastar su anatomía como desnudista en espectáculospara quienes deseasen admirar su cuerpo. No hay nada malo en eso, todos tenemos derecho al trabajo, siempre y cuando la actividad sea lícita y no dañe a terceros. Formó parte de uno de los tantos grupos musicales lanzados a la fama por la televisora y cuyos valores primordiales no eran sus dotes artísticas, sino algo que podría denominarse como la estética de lo vulgar medido acaso por lo ordinario de su letras y el asoleadero de sus carnes para llamar la atención.

Su nombramiento causó algo de extrañeza en los medios de comunicación, particularmente en los escritos. Sin embargo, el paquete con que Morena se estrenaba como partido mayoritario incluía otros despropósitos que le disputaban la gloria al actor. Incluso antes de ser ungido como presidente, el señor Mayer ya había dado muestras de sus ambiciones. Cuando se le informaba que la 4T incluía una reducción de los salarios de los funcionarios, opinó que no estaba de acuerdo y que apenas le alcanzaría el sueldo, aunque estaba dispuesto a hacer algo más por el bien de México. Por lo tanto, no abandonaría su carrera actoral ya que el sueldo de diputado no le alcanza para el nivel de vida al que está acostumbrado.

Se ha criticado que carece de las cualidades necesarias para dirigir la comisión que ahora preside. Es probable que sus estudios en Administración de empresas y, desde luego, su principal oficio arriba de los escenarios no sean los principales atributos como para dirigir una encomienda de la importancia que tiene la Comisión de Cultura y Cinematografía, pero sus principales dotes pueden estar en la sensibilidad que pueda mostrar a la hora de decidir temas relevantes en este y otros menesteres que ahora asume.

Ante los señalamientos en la prensa, don Sergio decidió pasar a la carga y ofrecer tanto a detractores como a partidarios que conserva los suficientes arrestos para desempeñar el cargo que se le ha conferido. Cabe recordar que recibe el cargo después de que dicha cartera se había ofrecido al Partido Encuentro Social, una agrupación política de corte confesional que coronaría así su respaldo a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones.

Frente a sus opositores, el señor Mayer ha respondido con sabiduría invocando a los grandespensadores. No se necesita ser Platón para dirigir la comisión, ha respondido a los que ponen en duda que pueda tener un buen desempeño en ello. Más aún, don Sergio, intenta acallar voces críticas mediante sus malas dotes de actuación. Visitó recientemente una biblioteca y pretendió dar una lección a quienes no creen en él. Sin tocar siquiera un libro, dijo que la librería (sic) guardaba tesoros incalculables y que personajes ilustres habían estado en ella, como George Washington. Confundir una biblioteca con una librería resulta la prueba irrefutable de su extrañeza con todo aquello que le exija algún esfuerzo intelectual.

 Más recientemente, la muerte del escritor, Fernando del Paso, resultó el triste escenario en que el actor mostró de nuevo sus limitaciones al confundir Bellas Artes con Palacio Nacional. Como ciudadano e incluso como artista, Mayer podría librar la pifia sin mayores consecuencias, pero atendiendo al cargo que ostenta resulta indigesto el tamaño de su desatino.

No tengo por qué dudar sobre su infinito amor a México y su legítimo interés en ayudar. Sus estudios y los principales capitales culturales de los que hace gala en los principales escenarios, quizás no sean las herramientas adecuadas para afrontar los retos que se le vienen encima. No obstante, puede allegarse de los asesores necesarios para subsanar los déficit que una empresa del tipo que ha asumido le exige. Además, si se acerca a los grupos de interés que se interesan en desarrollar y apoyar las más variadas expresiones culturales, podría alimentarse una sinergia que rendiría quizás algunos frutos.

Por lo pronto, aunque resulta legítimo contar con aspiraciones políticas que puedan alcanzarse a través de algún cargo de elección popular, no es menos cierto que podríamos aspirar a incrementar la calidad de aquellos que pretendan representarnos. En este sentido, la sociedad civil debe empeñarse aún más para que en el Congreso no sólo se legisle, sino que se estimule la carrera parlamentaria a fin de contar con perfiles cada vez más adecuados a los que un mundo cada vez más interconectado reclama. Pero si este resulta un tema particularmente relevante en el centro de la República, cuando volteamos la mirada hacia los planos locales, podemos dimensionar que los retos que tenemos enfrente son todavía más complejos que las virtudes o defectos que pueda tener un actor.

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