Los libros de Sarelly Martínez

Casa de citas/ 408

Los libros de Sarelly Martínez

Héctor Cortés Mandujano

 

Romero del arte,

que es una larga romería…

Santiago Serrano,

en “Letanía”

 

En algunas columnas anteriores he escrito que mi querido amigo Sarelly Martínez no sólo me ha regalado muchísimos libros físicos, sino también un lector electrónico con miles de ellos. Un sólo amigo –siempre que sea tan generoso como Sarelly– puede transformar nuestra biblioteca, enriquecer nuestras lecturas.

Hace poco comimos juntos y me obsequió otros miles de eBooks (estoy feliz leyendo La vida del doctor Samuel Johnson, de James Boswell), y el más reciente de su autoría: Santiago Serrano. El periódico y el verso (Coneculta-Chiapas, 2018), que es un prodigio de precisión e investigación acuciosa sobre este periodista-poeta chiapaneco.

Sarelly tiene, entre otras virtudes que le admiro, un amor inconmensurable por Suchiapa, su lugar de nacimiento. Dice (p. 26): “No se puede entender Suchiapa sin el río, sin sus alegrías y desgracias. De niño, Santiago vio cómo un pescador se ahogó con una mojarra que sostenía en su boca y que se le atoró en la garganta. Presenció la lucha desesperante de ese hombre por arrancarse el pez que lo asfixiaba y, finalmente, expirar”.

En sus andares por Guatemala, Santiago Serrano conoció a dos grandes poetas de nuestro continente: Santos Chocano y el gran Rubén Darío. Se decepcionó de la humanidad de ambos (p. 54): “Confirmé mi teoría de que a los poetas, como a los dioses, hay que reverenciarlos a distancia, para no estar al contacto del barro vil que los envuelve”.

Sobre la invasión de carrancistas al territorio de Chiapas habla en varias páginas (Santiago Serrano fue un mapache manso y escribió un libro sobre quienes defendieron a Chiapas de sus predadores norteños). Carrancear, no sólo en Chiapas, se volvió sinónimo de robar (p. 62): “Esa visión de carrancistas-ladrones penetró tan profundo en el imaginario de los chiapanecos, que a las ratas en tostsil se les bautizó como caransas, un nombre que aún pervive en algunas comunidades del estado”.

Sarelly consigna a detalle la vida y obra de Serrano. Habla sobre las anécdotas que el periodista-poeta escribió sobre Belisario Domínguez. Un campesino vio que el doctor Domínguez iba solo en un camino haciendo ademanes y hablando en voz alta (p. 117): “Pensó que estaba loco. Serrano le dijo que sí estaba loco, pero poseído por ‘esa locura luminosa que cataloga Esquilo como atributo del genio’ ”.

 

Leer, ilumina. Fotografía: Armando Ramírez

En el prólogo que mi amigo Sarelly escribió para mi libro Casa de citas. Volumen 1 dice que Santiago y yo compartimos la pasión por estar acostados en la hamaca. Yo creo que, francamente, Serrano me gana con mucho (p. 124): “Su hija Irma también lo evoca en ‘el vaivén de su hamaca. Casi nunca recuerdo haberlo visto de pie’ ”.

Era un maestro en el arte de vivir hamaqueándose. Se casó en segundas nupcias con Carmen Espinosa, dueña de la imprenta La Sirena, una mujer entregada al trabajo incesante y, al mismo tiempo, consentidora de su marido (p. 130): “Javier Espinosa Mandujano, quien era cliente de La Sirena, dice que el en trajinar constante de Carmen Espinosa de cuando en cuando se asomaba para mecer la hamaca en donde descansaba el poeta”.

Una de las más duras batallas que luchó Santiago Serrano fue contra el alcohol, al que fue proclive. Le hizo caso a la conseja (p. 149): “Periodista que no toma/ es como flor sin aroma”. Murió el 27 de diciembre de 1957.

Qué maravilla, pienso al terminar el libro, que una obra que ha estado subterránea durante tanto tiempo, vuelva a vivir y a actualizarse por alguien que ama a su tierra, a su gente, a sus artistas. Tal vez haya varios Santiagos Serranos enterrados, pero nos siguen faltando muchos Sarellys Martínez para traerlos de nuevo hasta la luz. Pero hay uno y con él, con su ejemplo, mucha esperanza.

 

***

 

En la comida con Sarelly conversamos de varios temas, pero de pronto me hizo mención de la biografía que ha escrito sobre Romualdo Moguel. No la he leído, le dije. Cuando llegué a mi casa busqué en mi biblioteca y hallé el libro, que también me regaló Sarelly, Voces en papel. La prensa en Iberoamérica de 1972 a 1970 (Unach, 2008), volumen coordinado por mi amigo y por Celia del Palacio Montiel.

En él, junto con varios ensayos e investigaciones, hallé el texto de Sarelly: “Don Ruma y su periódico manuscrito La Nueva Estrella del Oriente”.

Romualdo Moguel (1881-1956) ha sido considerado el periodista más raro del mundo, porque escribía su periódico a mano y él mismo lo repartía, gratuitamente, entre los transeúntes tuxtlecos de su época (p. 163): “Durante 33 años, don Ruma escribió paciente y rutinariamente sus artículos en La Nueva Estrella de Oriente, que al paso de los años sería conocida sólo como La Estrellita. Firmó sus escritos con los seudónimos de El Príncipe, El Héroe, El Ignoto y El Pensador”.

Santiago Serrano, dice Sarelly (p. 166), “lo retrata como ‘un tipo estrafalario, casi cómico’. Destaca en él, que ‘lunático y todo’, traslucía felicidad”.

Lo suyo era un (p. 166) “un periodismo irreal”, pues en el análisis de los pocos ejemplares conservados (p. 165) “no existen frases coherentes. Salta de un tema a otro en una misma línea”.

Enoch Cancino Cashonda dijo que (p. 164) “de La Estrellita nada más se entendía el comienzo: ‘Hermano Juan. Señor Juez. A Todos’ ”.

Pero era también, rara avis, un periodista honesto e incorruptible, de los que, también, nos siguen faltando.

            Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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