México, después de 1968 (1 de 3)

Estamos a unos días de terminar el año de 2018, aniversario número 50 del Movimiento Estudiantil de 1968. Como fecha significativa, Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de México el 1 de diciembre, a casi 50 años exactos de la disolución del Consejo Nacional de Huelga. Así mismo, en estos días se exhibe la película ROMA, que muestra el entrenamiento de los halcones-guardia de choque del gobierno-que actuaron el 10 de junio de 1971, en la represión del jueves de corpus en las calles de la Ciudad de México. Significativo que hayan tenido que pasar 50 años para que se den acontecimientos como los mencionados. Conviene, a la luz de lo escrito, recuperar algo de la memoria sobre lo que el país ha sido después de 1968.

El movimiento estudiantil de 1968 en México estuvo vigente en el lapso que va desde el 2 de agosto, día en que se inicia con la marcha por la ciudad de México encabezada por el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, ingeniero Javier Barros Sierra, hasta el 6 de diciembre, fecha en que se disuelve el Consejo Nacional de Huelga. Los momentos más importantes del movimiento estudiantil pueden fecharse el 13 de septiembre de 1968, día en que se llevó a cabo la mega manifestación conocida como la marcha del silencio y el 2 de octubre (“no se olvida”) en que ocurrió la matanza de Tlatelolco. El movimiento estudiantil buscó implantar un régimen político democrático, desterrar el autoritarismo y la corrupción, garantizar la libertad de prensa y de pensamiento, y, en general, instaurar en México el respeto a la libertad ciudadana y el combate a la desigualdad social. Durante el breve tiempo en el que estuvo vigente, el movimiento estudiantil logró la simpatía de amplias capas de la sociedad mexicana lo que el Estado Nacional Mexicano de ese momento, percibió como un peligroso atentado contra el orden autoritario establecido, y, en la persona del Presidente Gustavo Díaz Ordaz y con la complicidad del ejército, decidió reprimir a los estudiantes usando la fuerza armada, con uniformes oficiales y sin ellos. Aunque los estudiantes del 68 no consiguieron lo que perseguían, México experimentó cambios en su vida pública a partir de un proceso que bien podemos fechar se inició inmediatamente después del movimiento estudiantil.

En 1971, fungiendo como Presidente de la República Luis Echeverría Álvarez, sucedió lo que se llamó “la represión del jueves de corpus” o “el halconazo”, el día 10 de junio. Dichos sucesos están ligados al movimiento estudiantil de 1968 y fueron usados por el Presidente Echeverría, para terminar de sacudirse a los enemigos políticos, en este caso, al entonces regente de la Ciudad de México, Alfonso Martínez Domínguez, quien cargó con la culpa de la represión de ese día. A partir de allí, Echeverría puso atención hacia el sector académico, poniendo en marcha un mecanismo que ha caracterizado a la formación política mexicana y es el de la cooptación de la disidencia desde el Estado. En efecto, el Presidente Echeverría promovió la mejoría sustancial de los salarios en las Universidades y en los Centros de Investigación Científica del país y enfatizó la tradición de la política exterior mexicana de solidaridad con Latinoamérica. Fueron los años en que México se colocó al lado del Presidente Salvador Allende en Chile y continuó con una política de acercamiento con la Cuba socialista y en general con el bloque de países no alineados. Echeverría, además, permitió la llegada de refugiados políticos de Brasil, Chile, Colombia y de Centroamérica, que encontraron en México las condiciones para continuar su vida. Lanzó, además, un guiño al movimiento estudiantil de 1968 promoviendo lo que él llamó “la apertura democrática” y hasta se atrevió a visitar la Universidad Nacional Autónoma de México, siendo recibido a pedradas por los estudiantes. Promovió la fundación de la Universidad Autónoma Metropolitana, con un diseño departamental y con “campus” o unidades, distribuidas en diferentes rumbos de la Ciudad de México, con el propósito de evitar la comunicación entre docentes y estudiantes. Incluso, las cafeterías de la UAM tenían sillas fijas al suelo para que no pudieran hacerse círculos de conversación, al estilo de los que se hacían en la UNAM en facultades como la de Ciencias Políticas. Así mismo, en los tiempos de Echeverría se fundó el CIS-INAH, antecedente directo del CIESAS actual y otros centros de investigación con la importancia del Colegio de Michoacán con sede en la ciudad de Zamora. En terrenos de su propiedad, Echeverría fundó el “Centro de Estudios del Tercer Mundo” en el que laboraron una buena parte de los refugiados políticos latinoamericanos. Este acercamiento del Estado al sector intelectual y académico, continúo con José López Portillo, quien sucedió en la Presidencia de la República a Echeverría. López Portillo durante su campaña, llevó a cabo reuniones con intelectuales y científicos, que, incluso, estuvieron coordinadas por figuras críticas como Rodolfo Stavenhagen. Recordamos que, previamente, Luis Echeverría nombró como Director del Instituto Nacional de Antropología e Historia a Guillermo Bonfil Batalla, quien, incluso, había sido despedido de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, debido a su participación en la Coalición de Maestros en Apoyo al Movimiento Estudiantil. Desde Echeverría, de manera creciente, el propio régimen priista fue desacreditando a Gustavo Díaz Ordaz, que ordenó la matanza del 2 de octubre, y lo fue relegando a la sombra. Al tiempo, la política externa sirvió al régimen político mexicano para acercarse a los intelectuales y a los amplios sectores de la clase media ilustrada de las ciudades mexicanas. El Estado Nacional tuvo actuaciones que no era posible rechazar en un continente como el de América, dominado por los intereses de los Estados Unidos. Los políticos mexicanos en control del Estado Nacional, aprovecharon la coyuntura para impulsar una política exterior de “izquierdas” mientras negociaban con los Estados Unidos. Al mismo tiempo, mantuvieron una política der acercamiento a los sectores intelectuales en general y a las universidades en particular, acordes con lo que se hacía en política exterior. Incluso, en 1984, se crea el Sistema Nacional de Investigadores, que ha tenido particular éxito en cooptar la disidencia crítica, deshacer la investigación colectiva en Ciencias Sociales, introducir pugnas entre los colegas y fomentar el individualismo a raja tabla.  Con todo ello, los políticos mexicanos en control del Estado Nacional, preveían detener otro levantamiento estudiantil como el de 1968, mientras dejaban intocados los intereses estratégicos del capital financiero mexicano.

Un comentario en “México, después de 1968 (1 de 3)”

  1. Mario Ruiz Ortega
    19 diciembre, 2018 at 23:25 #

    Es tiempo del despertar de la memoria histórica y de la sensibilidad, particularmente de los jóvenes universitarios, ante los hechos que marcaron un antes y un después de aquel octubre de 1968. Creo que es tiempo de evaluar los si efectos de la estrategia implementada por el Estado durante los últimos 50 años, al haber coptado a una buena parte de académicos, escritores, investigadores, artistas e intelectuales, participantes u observadores del movimiento estudiantil, si aun continuan en el letargo burocrático o, si en cambio, ante los nuevos aires de esperanza en el país, se tiene la disposición y espíritu crítico para evaluar el quehacer de una generación comprometida con los cambios necesarios para el país, aspiración genuina en el 68 y que continua siendo necesaria.

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