Tuxtla Gutiérrez, mediados del siglo XX

© Nudismo y burlesque inicial. Ciudad de México (2015).

6ta. de 14 partes. Hmmm. Los burdeles de la época de su juventud… Sí, esos. De por ahí por San Pascualito. Había uno de doña Yolanda, una señora de Simojovel, que era amante de Camilo Pintado, uno que era maestro, muy lépero el hombre ese. Otro burdel estaba… El Piquete se llamaba [y] estaba por el rastro, el rastro viejo donde [estuvo] la [línea de transportes] Cuxtepeques. Sí, hacia el Oriente-Norte. Exactamente. Otro estaba aquí, por atrás de San Francisco donde [había] una alberca. ¿Aquí, junto a San Francisco? No, más allá. Era como por la Veinte Sur y Quinta Oriente, o Sexta. De aquel lado estaba el burdel ese. No recuerda el nombre… No recuerdo bien el nombre. Recuerdo nada más [a] ese señor, el hijo de don Delfino, que era carnicero, porque era amante de la dueña del burdel. Ahí empezaron a hacer show, a bailar, a encuerarse las mujeres y… todo eso.

 

Burdeles y casas de cita

¿De qué año estamos hablando, más o menos? Estamos hablando ahí del año cincuenta, cincuenta y cuatro [y hasta el] sesenta. El Valverde también estaba por el Parque Madero… Ese era de uno que le apodaban El Cupía, que había sido taxista y luego puees… puso su burdel y ya después se volvió también él… medio-mampo. Era el ambiente. Seguramente ya era y nadie lo sabía. Talvez nadie lo sabía y… ahí también había [oportunidad] para el baile. Así que los burdeles estaban regados por toda la ciudad… Sí, así es.

Hagamos un recuento de todos… Pues estaba doña Yolanda, esta estee… de Delfino Palacios. Estaba el de Cupía, el famoso Valverde. Estaba el de la María La Jedionda que le decían, que es donde estuvo […], allá por el Cinco de Mayo. Más allá estaba El Piquete y [por ese] rumbo varias casas de citas. 

Así que eran frecuentes… eran comunes las casas de citas… lugares escondidos. Y no tanto. Mire usted: lo que pasa es que las de Copoya bajaban y llegaban a las casas de citas esas. Estaba tía Luti y tía Chofi. Las dos más señaladas casas de citas. Sí. Porque había otra aquí por donde está el mercadito este, de los alcohólicos anónimos… ¿El del Veinte de Noviembre? No. Aquí na’más, el de los alcohólicos anónimos. Está en la Séptima Sur y Segunda Poniente. Hmmm. Junto al antiguo Asilo de los Ancianos. Ese. Y puees… ahí era el mejor: estaba cerca y nos cobraban un peso. Barato el asunto. Carlota se llamaba la señora y… [carcajadas]. Le daba batería a todos los estudiantes. Ahí llegaban todos los estudiantes… a peso el bochazo. 

Era ella misma la buena. No tenía colegialas, muchachas… a diferencia de las otras casas a donde llegaban las de Copoya y El Jobo. Ella sola se daba abasto. [Las otras] eran más escondidas, aunque allá uno podía llegar a cualquier hora y siempre había gente. El servicio era a cualquier hora del día. Sí, cualquiera. Aunque más de día. Más de día porque bajaba la gente [las mujeres] pues, según ellas, a comprar algo, a vender sus cositas aquí, [del campo]. Pero más se dedicaban a eso. Y… había otro burdel que se llamaba El Foco Rojo. Que estaba sobre la Calle Central… hacia el Sur. Sí. En el barrio de San Francisco, arriba del hospital.

¡Eran más abundantes las casas de cita! No, no. Los prostíbulos. Y entre éstos… ¿En dónde dice usted que se inician las sesiones de burlesque, de estriptís? Hmmm. Eso ya es como en sesenta… hasta llegaban los homosexuales vestidos de mujer, y hacían su show. Pero era sano, no había pleito, no habían asaltos. No había nada de eso a pesar de que estaban retirados, escondidos ahí. Y es que no había mucho tráfico ni mucho policía ¿no? Podía usted tomar [emborracharse] e irse a pie inclusive a su casa y no le pasaba nada absolutamente. La gente era honrada.

 

San Pascualito y Villaflores

Ahora… el vicio del cigarro ¿dónde lo inicia usted? Lo inicié en San Pascualito. Y todo porque [ahí hacían] baile todos los sábados, y llegaban varias mujeres… también prostitutas. Llegaban de todo. El que regentaba todo eso era don Rubén Palacios. Él empezó a sacarle provecho al esqueleto de San Pascualito porquee… todas las prostitutas llegaban ahí y le dejaban su limosna. Era el santo de las prostitutas… y de los malvivientes… Así es. Por eso era muy socorrido.

Claro, las limosnas eran importantes. Sí, muy, muy importantes. Y luego él hacia sus pachangas todos los sábados. Unos bailazos ahí… ¡Tremendos! Vendía cerveza, sacaba provecho de todo y… no metía nada más que la marimba y la cerveza, porque las mujeres llegaban solas. No las envitaban. Ahí me inicié más en el vicio del cigarro y del alcohol. [Lo bueno es que] luego me casé. 

De modo que al alcohol y al cigarro ahí le entró usted duro, y capaz que… haya usted tenido de querida a alguna prosti. No. Fíjese que eso si no. Yo cada vez que llegaba, pagaba. Más bien cuando me fui a Villaflores a trabajar, [cuando] ya era yo casado, ya tenía yo cuatro hijos… Ahí si vee… tuve hasta dos amantes.

Y eso sí que impactaba negativamente en el presupuesto familiar… en la bolsa. Sí, sí. [Aunque] ganaba yo bien allá y… es cierto: todas las noches llegaba yo al burdel, allá. [Y todo] fue porque a Villaflores se habían ido varios mecánicos conocidos. [Mecánicos que] don Ciro Farrera llevó, [pues] abrió allá una sucursal. Vendía tractores [John Deere] y camiones Chevrolet y… con todos esos nos íbamos. Agarrábamos un carro y nos íbamos a los burdeles. Ahí fue donde más me eché a perder. Alrededor de sus treinta años de edad… Sí. Ahí fue, [aunque] ya después ya me calmé, porque si tiene usted dinero le sobra todo: amigos, mujeres, novias, licor. Pero ya después ya no. Me quedé sin nada, perdí todo y me tuve que ir a [la ciudad de] México.

cruzcoutino@gmail.com agradece retroalimentación.

Un comentario en “Tuxtla Gutiérrez, mediados del siglo XX”

  1. Yara Macarena Chavarría Rincón
    14 enero, 2019 at 21:37 #

    Me encantaría saber de los capítulos anteriores sobre la historia que plática ese señor del Tuxtla de los burdeles etc.

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