Nuevas protestas en el país olvidado: Haití

Haití parece no existir en la realidad de América Latina hasta que las desgracias naturales en forma de terremoto o huracán lo arrasan. Entonces reaparece en la prensa y la opinión pública para recordar que se está hablando del país más pobre de la región, un hecho ejemplificado por el ingreso per cápita de los habitantes del país que cuenta con alrededor de diez millones de pobladores. Algo que se ratifica con cualquiera de los indicadores macroeconómicos establecidos por los organismos internacionales para considerar su situación en el orden mundial, así como la deplorable calidad de vida de sus habitantes.

Hoy de nuevo Haití está en la prensa nacional e internacional para mostrar su inestabilidad política ejemplificada con los disturbios vividos en sus calles, en especial las de su capital Puerto Príncipe, en protesta contra el Presidente Jovenel Moise. Protestas que hasta el día 15 de febrero sumaban, al menos, siete muertos, además de un sinfín de heridos por los enfrentamientos entre manifestantes y policía. Una situación reiterada, también, en los últimos decenios y que muestra la complejidad de un país imposible de entender sin conocer la historia que lo construyó y, al mismo tiempo, lo ha conducido a ser otro de los traspatios de Estados Unidos, aunque no haya sido ese país el único responsable de su devenir.

La antigua colonia francesa fue ejemplo de revoluciones liberales puesto que tras la Revolución Francesa de 1789 asumió parte de los ideales desarrollados en la metrópoli, pero atacando la esclavitud y todo aquello que la rodeaba en un territorio dedicado a la economía de plantación. Los esclavos lograron a principios de 1804 que Haití fuera la primera República independiente de América Latina. Hito político pero que no necesariamente tuvo la continuidad deseada, puesto que a nadie sorprenderá que una nueva nación compuesta, en su mayoría, por exesclavos no podía ser un buen modelo para las metrópolis europeas y, tampoco, para los Estados Unidos.

Jovenel Moise

Así, la lucha por la libertad de los esclavos haitianos también se convirtió en la demostración de que la geopolítica está por encima de los derechos humanos, un discurso político en construcción en aquella época de inestabilidades más que de cambios reales. Las contradicciones económicas del nuevo país estructurado por la antigua economía esclavista y la agroexportación se recrudecieron con los bloqueos e intervenciones constantes de las metrópolis coloniales, en especial de Estados Unidos. Una situación que ha llevado a la edificación del Haití que hoy se observa y que es contemplado, casi siempre, a través de unos lentes religiosos, al verse con compasión más que con la profundidad analítica necesaria.

Protestas como las que se viven en las calles de Haití y que como ya se dijo no son nuevas en el país, remiten a una historia de intervenciones constantes, de colaboracionismo con las metrópolis de las nuevas élites y, sobre todo, de imposibilidades de generar proyectos económicos de largo aliento para disminuir sus dependencias externas.

La osadía de los esclavos haitianos que conformaron la primera república de América Latina no tuvo la continuidad deseada como real proyecto republicano de país viable. Esfuerzos destinados a lograr la libertad y los principios ilustrados parecen hoy olvidados en el Haití marcado por la generalizada pobreza y la falta de oportunidades en uno de los países con más bajo nivel educativo del mundo. Construir el futuro necesita del conocimiento del pasado y a veces los poetas lo recrean como pocos pueden hacerlo, y así lo demostró Jacques Viau con su poema “Nada permanece tanto como el llanto VII”:

 

Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón,
palabras en nuestra voz quebrantada por azadones.
Hemos dejado huellas por todos los caminos
y algunos de nosotros ya no estamos.
Hemos ido de manos con las sombras.
Nuestro andar es un grito estacionado.
Por cada paso, un día que transcurre.
Por cada palabras, mil palabras que vocifera la prole.
¿Qué será de nosotros después de esta larga travesía?
Poco importan si el mármol o la piedra eternizan
nuestro corazón de húmedo barro.
Nos basta con que nuestra voz perdure en la voz
del amigo, en la del compañero de rutas que nos tendió
la mano cuando se aproximaba la caída.
Hemos llenado muchos de los vacíos que nos legaran.
A otros toca llenar los que nosotros dejamos.
Apenas tuvimos tiempo para remendar la herencia.
¿A qué corazón irá nuestro corazón a depositarse?
¿A qué silbido irá nuestro silbo a renovarse?
Nada sabemos,
cumplimos una jornada que empezó antes que nosotros
y que no concluirá con nosotros.

 

 

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