50 años de Let it be

Si llegara a una isla desierta y me dijeran qué disco (s) llevaría consigo, sin duda diría Let It Be, de los Beatles. Y en la fantasía de lo que significa tal acto, tan trivial pero tan trascendente por igual, debo de hacer un alto para un evidente elogio de la celebración de este año, donde se cumplieron 50 años de la grabación de Let It Be, el doceavo disco de la más grande banda pop de toda la historia.

Quería darme un regalo, hace dos semanas. Elegí un disco, tan significativo como tan fuera de lugar en estos tiempos del streamingy la masificación sin descaro del consumo musical. Fui a una –obsoleta, romántica, fuera-de-lugar- tienda de discos transnacional (Mixup, creo la única en su género) y vi la portada de Let It Be. Vaya, dije, es hora de complacerme: un disco de “la Banda”, los Beatles, la que más significó en eso que ahora llaman consumo cultural ahora masificado, y sigue teniendo la estrella de ser la más significativa banda pop de todas. Con mucho.

Let It Bees un disco menor en la escena Beatle. Tuvo problemas de producción, pero sobre todo muchas broncas en cómo tratar el gran negocio del cuarteto de Liverpool que en 1969 se estaba yendo al carajo. El menos hippie de los discos hippies de los Beatles; el menos pop de sus discos; el menos blusero de todos, aunque es exactamente eso, un disco de blues, elemental, básico, quizá dentro de la weba (es un decir) de lo que antecedió a la obra maestra de Abbey Road.

Pero a mi me revolucionó por completo mi capacidad de asimilar, desde siempre, la música que entra no por los oídos, sino por el torrente nervioso de eso que llaman el “sentimiento”. Lleno de recuerdos, la portada es un símbolo para mí, de hecho es la primera imagen del rock recordada en mi inconsciente musical. Conocía a John así, con sus gafas redondas, y su importante legado en cada acorde, letra y gesto, que lo convirtió en el genio “ideólogo” del grupo; a Paul, el otro genio, el musical, siendo líder como demostró el video que hizo famosa la grabación; George, el favorito de la familia: taciturno, guapo para mi madre, el más sensible para mis hermanos, en nostálgico de todos; y Ringo, baterista, el considerado artista “menor” de los Beatles, siempre llevó ritmo y la batuta del compás musical en cada canción de Let It Be, en el más fuerte de sus retos, cumpliendo a cabalidad la encomienda al lado de sus especiales camaradas. Es el Ringo energético, el acompasado melancólico que en este disco supo dar la talla.

A 50 años de la grabación del disco, creo merece ser reconocido, por lo menos por mi. Soy fan de I`ve got a feeling, de Paul, la que me conecta con el mundo cósmico beatle. Una de mis más grandiosas canciones que he escuchado y debo acudir siempre cada vez que mi proclama sentimental lo amerita.

Una vez llegado a casa, me di cuenta que en el escaparate de discos Let It Be ya estaba en escena, o sea, ya estaba en mi escaparate. No recordaba, ni remotamente, que el CD ya lo tenía. ¿Importó? Claro que no.

 

 

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