Luis Donaldo Colosio: Remembranzas e Impresiones

En algún momento del año de 1993, mientras fungía como Director General del Instituto Chiapaneco de Cultura, el Gobernador Patrocinio González-Blanco Garrido me llamó a su despacho. “Viene el Licenciado Luis Donaldo Colosio, Secretario de Desarrollo Social, a una visita a Chiapas. Quiero que lo atiendas. Al licenciado Colosio le interesan los temas de cultura, así que te lo encargo.” Palabras más, palabras menos, eso me dijo el Gobernador de Chiapas. El día de la visita, acudí al “aeropuerto de Terán” para recibir a Luis Donaldo Colosio e informarle que estaría a mi cargo el atenderlo durante su gira y que por la noche, lo recibiría el Gobernador González-Blanco Garrido y allí terminaba mi misión. En esos días, Colosio ya era muy popular en el país y su nombre se barajaba como posible sucesor de Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia de la República. Recuerdo que se nos asignó un autobús del gobierno del Estado para la gira del Secretario de Desarrollo Social, que estaba interesado en recorrer algunos municipios indígenas de los Altos de Chiapas para culminar con un mitin en San Juan Chamula. Conmigo viajaron otros funcionarios estatales que, en verdad, no recuerdo. Quizá si alguno de ellos lee este texto, pueda dar testimonio también de ese viaje. Colosio llegó puntual al aeropuerto de Terán. Lo recibí de parte del Gobierno del Estado con un estrechón de manos que él respondió, además, con una amplia sonrisa. Abordamos el autobús y comenzó aquella gira que me permitió conocer a Luis Donaldo Colosio y entrever algunas de sus ideas sobre el desarrollo y los problemas que enfrentaba en el país. Me impresionó la extrema sencillez de Colosio, dado el contraste con otros funcionarios a los que atendí. Muy lejos estaba Colosio de ser soberbio. Me llamó la atención el que escuchara, porque esa no es una virtud de los políticos mexicanos, que, en general, creen que todo lo saben. Mientras enfilábamos hacia San Cristóbal por la vieja carretera, Colosio me preguntaba sobre el paisaje, los cambios tan bruscos que se observan una vez que uno abandona Chiapa de Corzo. Por cierto, aunque no estaba programado, me permití desviar la caravana para que Colosio admirara la “Pilona” de Chiapa de Corzo. No es posible que pasemos tan cerca y Usted no la vea, le dije. Colosio estuvo encantado con la magnífica joya que es la Fuente Colonial de Chiapa de Corzo, ejemplar señero de una arquitectura transportada a través del mar. Visiblemente contento, Colosio me pidió que le platicara sobre la Pila, lo que hice lo mejor que pude. Llegados a San Cristóbal, Colosio disfrutó de la Ciudad que es el Centro Rector de la Región de los Altos de Chiapas. Recorrimos otros municipios hasta que al final, llegamos a San Juan Chamula, con un Colosio visiblemente emocionado. “He oído hablar tanto de este lugar” –dijo- “y ahora que estoy aquí me parece irreal”. Es un lugar extraordinario, le respondí, además de incomprendido. Una multitud esperaba a Colosio. Las autoridades Chamulas lucían sus mejores galas. Dieron una bienvenida extraordinaria a Colosio a quien pusieron en posesión del bastón de mando. Subido en el templete, Colosio pronunció un discurso franco, emotivo, comprometiéndose a luchar por el bienestar de los pueblos indígenas. Los Chamulas insistían en que bebiera un posh, a lo cual me negué, no sin antes explicar los motivos además de recibir el posh en un pumpo, que me comprometí a entregar a Luis Donaldo Colosio. No recuerdo si así lo hice. Pero recuerdo que en el viaje de regreso, Colosio me pidió que le explicara cómo estaba constituida la pluralidad cultural de Chiapas. “Esto es un mosaico” fueron mis primeras frases. Llegados a Tuxtla Gutiérrez, Colosio se quedó en un hotel para descansar. Allí me despendí. Por la noche, otros funcionarios lo conducirían a la cena con el Gobernador Patrocinio González-Blanco Garrido y con el Secretario de Desarrollo Social de Chiapas, Elmar Setzer. Pasaron los días. Una de esas ocasiones en que me encontré con el Gobernador, este alcanzó a decirme: “Colosio se fue muy contento”.

Luis Donaldo Colosio

Un 28 de noviembre, en 1993, Luis Donaldo Colosio Murrieta fue declarado Candidato a la Presidencia de la República por parte del PRI, el todo poderoso partido de Estado que gobernaba en México. El anuncio conmovió a todo el país. Colosio fue muy bien recibido por la opinión pública como el posible ganador de la contienda. El 1 de enero de 1994, amaneció México con el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El contexto no podía ser más complejo: la lucha por ganar la Presidencia de la República, no sólo entre partidos diferentes, sino al interior del que se suponía era un compacto grupo de poder liderado por Carlos Salinas de Gortari. El Gobernador González-Blanco Garrido, que había sido nombrado Secretario de Gobernación a principios de 1993, fue destituido de su cargo, en una acción injusta del entonces Presidente de la República. El 10 de enero de 1994, renunció Elmar Setzer a la Gubernatura interina del Estado, no sin antes hacer fuertes-y muy valientes- declaraciones en la prensa local en referencia a las acciones de Salinas de Gortari, a través de una entrevista que le hizo Enrique García Cuéllar. En su lugar, fue nombrado Javier López Moreno. Mientras tanto, se formó una Comisión Autónoma para la Paz en Chiapas, compuesta por el entonces Senador del PRI, Eduardo Robledo Rincón, el escritor y miembro del PRD, Eraclio Zepeda y Andrés Fábregas Puig. La dicha Comisión fue bautizada como de “Los Tres Reyes Magos” por Don Samuel Ruiz, Obispo de San Cristóbal de las Casas, en alusión a que ese día-6 de enero de 1994- se presentó al país la dicha Comisión. No especificó Don Samuel quién era Gaspar, Melchor o Baltazar.

Pasaban los días con sorpresas cotidianas. El EZLN se hizo famoso a nivel mundial. Chiapas se llenó de periodistas extranjeros y nacionales. Venían políticos de la izquierda de todo el mundo que deseaban hablar con el Sub Comandante Marcos, convertido ya en un enigmático y legendario personaje. Eran tan rápidos los días y tan llenos de acontecimientos, que no recuerdo en qué fecha exactamente volví a encontrarme con Luis Donaldo Colosio. Es bien sabido que Eduardo Robledo y Colosio guardaban entre si una estrecha amistad. Eran amigos de verdad, no con esa amistad hipócrita que suelen tener los políticos entre si. Esa amistad fraterna entre Robledo Rincón y Colosio Murrieta hizo posible que nos encontráramos la Comisión Autónoma para la Paz en Chiapas con Luis Donaldo Colosio. El encuentro ocurrió en las oficinas del estudio del que es propietario Epigmenio Ibarra, productor de series de televisión y periodista ampliamente reconocido. Lo que interesaba a Colosio era discutir por qué el levantamiento armado del EZLN y cuáles eran sus perspectivas. Nos sentamos alrededor de una mesa redonda los cuatro, sin más compañía, con tazas de café enfrente y comenzamos la conversación. Yo llevaba varios ejemplares del Anuario del Instituto Chiapaneco de Cultura (actualmente Anuario del CESMECA-UNICACH), porque justo en sus páginas se habían publicado textos que hacían alusión a la problemática de la selva de Chiapas y al propio conflicto (Ver Anuarios del ICHC de los años 1991, 1992 y 1993). Entregué esos Anuarios a Colosio y este, hojeándolos, nos dijo: “¿Por qué los políticos mexicanos no leen?”. La conversación fue larga. Los tres miembros de la Comisión Autónoma para la Paz en Chiapas expusimos nuestros puntos de vista y Colosio tomó amplias notas de ello. Nos despedimos con el compromiso de volvernos a encontrar. Aprecié que Colosio y Eduardo Robledo se trataban, con una gran cordialidad, con familiaridad, con camaradería añeja.

Nos encontramos de nuevo. Esta vez en el domicilio de Colosio. Fuimos invitados a cenar unas semanas antes, quizá dos o tres, antes del 23 de marzo, el día del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Recuerdo que llegamos en un vehículo que había conseguido Eduardo Robledo, hasta el coto en el que habitaba Colosio con su familia. Al anunciarnos ante el guardia de la entrada, no tuvimos problema en pasar, dado que nuestros nombres estaban registrados en la caseta de vigilancia. Robledo conocía muy bien la ubicación del domicilio de Colosio, lo que denotaba que había estado allí en otras ocasiones. Tocamos a la puerta y ante nuestra sorpresa-por lo menos yo me sorprendí-Colosio en persona abrió la puerta mientras soltaba una amplia carcajada. Al estrecharnos las manos le dije: “Licenciado es Usted el Candidato del PRI a la Presidencia de la República. Es increíble que abra la puerta Usted mismo”. Nos reímos. Pasamos una noche excelente, con Colosio y su esposa. Los niños permanecieron durmiendo. Platicamos de México, de literatura, de arte y, por supuesto, de política. Noté que en algún momento Robledo y Colosio se retiraron de la mesa y hablaron a solas. Laco Zepeda hizo reír a todos con sus anécdotas y su talento de cuentero. Finalmente, nos despedimos con un excelente sabor de boca y con la seguridad que a México arribaría un Presidente sensible, inteligente, franco y con muchas ganas de gobernar bien. Nunca sabremos si eso sería así. Pero Luis Donaldo Colosio Murrieta portaba esa esperanza.

El 23 de marzo de 1994, por la tarde, en mi oficina del Instituto Chiapaneco de Cultura escuché la terrible noticia del atentado que había sufrido Luis Donaldo Colosio. Horas después, escuchamos la infausta confirmación de su muerte. Luis Donaldo Colosio había sido asesinado por un tirador que se coló entre la multitud en un mitin en Tijuana, mientras Colosio se dirigía a su vehículo y se oía “la Culebra” por los magnavoces. Quizá nunca sepamos quién y por qué asesinó a Colosio. Pero lo que si podemos suponer es que México perdió a uno de sus estadistas más interesantes y mejor capacitados para gobernar un país de la complejidad del nuestro.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 24 de marzo de 2019.

 

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