“Poner las barbas a remojar”

Andrés Fábregas Puig/CIESAS-Occidente

El título de este texto hace alusión a un adagio muy popular en México para referirse a que al observar cómo le va al vecino, se debe pensar en que uno mismo puede correr igual suerte. Pues bien: observemos lo que ha pasado y está pasando en Brasil. En ese país, la mayoría de votantes eligió a un Presidente llamado Jair Bolsonaro, un conocido y confeso fascista, enemigo de la gente de piel distinta a la blanca, odia a los homosexuales y lesbianas, no puede ver “ni en pintura” a los indígenas, a las mujeres, y además, es un furioso fundamentalista de alguna de las tantas iglesias del reino. Una bellísima persona.  Lo intrigante es que la sociedad en Brasil se distingue por su liberalidad en asuntos sexuales además de que existe una mayoría de población que no porta el color blanco. Estos son los que votaron por quien los odia y los desprecia. Habrá que leer de nuevo a los sociólogos y antropólogos de Brasil para tratar de entender semejante contradicción. Por ejemplo, el libro de Darcy Ribeiro, El Pueblo Brasileño o el magnífico texto de Roberto Da Matta, Carnavales, malandros y héroes, que arrojan elementos para entender la situación de Brasil. Otro factor que cuenta es el avance del fundamentalismo que envuelve a una buena parte de la población no blanca, aunque también existe entre esta última.

Pongamos nuestras barbas a remojar al observar como se ha perdido la memoria del Holocausto entre los jóvenes europeos. Las personas que sobrevivieron a las masacres ordenadas por Adolfo Hitler, son ya escasas. La mayoría ha muerto y con ellos, la memoria del terror y la bestialidad desatada por los nazis. ¿Quién puede decir de qué trata el Diario de Ana Frank? Ha llegado a grado tal el olvido, que se han multiplicado últimamente los museos y las llamadas de atención para que no se olvide lo que hizo Hitler. Los historiadores en Alemania están haciendo un excelente trabajo para recordar, demostrar, que Hitler fue electo y llevado al poder por voluntad popular. Eso es lo terrible al igual que el caso de Bolsonaro. Dos personajes de terror, ascienden al poder porque la propia sociedad los entroniza.

El caso de Donald Trump es también sintomático. Es un personaje claramente vinculado con los peor de la sociedad norteamericana: odio al “otro”, racismo, clasismo, desprecio por lo humano, arrogancia imperialista. Pero llegó al poder por elecciones. Es decir, el alma fascista se impuso en Norteamérica y hoy tenemos a un personaje con capacidad para desatar el peor conflicto bélico de la historia de la humanidad. Y sigue tan campante amenazando, alardeando, distribuyendo maldad y odio. Ante personajes así que llegan al poder a través del voto, la pregunta es qué responsabilidad tienen las sociedades en donde ello ocurre.

En Brasil, gobernó uno de los líderes más claros de la izquierda latinoamericana: Lula. Logró situar al Brasil en una senda interesante que apuntaba al combate no sólo de la pobreza sino de la terrible desigualdad que caracteriza a la sociedad brasileña. ¿Cómo es posible que después tengamos a un Jair Bolsonaro en el poder? Un personaje que combate no a la pobreza sino a las universidades, a la inteligencia; descarga su furia fundamentalista sobre las culturas populares de su pueblo, a las que concibe como demoniacas. Al escucharlo, uno recuerda aquel terrible “manual de las brujas” que sirvió durante el Renacimiento para perseguir a los disidentes políticos: El martillo de las brujas escrito por los dominicos Sprenger y Kramer. Bolsonaro tiene su propio “martillo de los demonios”: profesores universitarios, escritores, artistas, intelectuales, afrobrasileños, pobres, prostitutas, marginados. Cuando uno escucha a Bolsonaro piensa uno en Cristo y su cercanía con las prostitutas, los leprosos, los pobres, los que nada tienen, tal como lo cuentan  los evangelios. Traigo ese ejemplo porque Bolsonaro habla en nombre de un Cristo que él se tejió a su medida. En estos días, la persecución contra todo el sector universitario del Brasil es insólita. Estamos presenciando un retroceso histórico de siglos.

Pongamos nuestras barbas a remojar porque México no está libre de que pase lo mismo que en Brasil. Hoy tenemos un gobierno que se autonombra de “izquierda”, un régimen que pretende que logrará una cuarta transformación de la vida pública, que no de la sociedad. Pero, ¿y después? ¿pasará lo mismo que con Lula? El fascismo soterrado está activo en México y se prepara para el asalto. La llamada “clase política mexicana” ¿está preparada para asimilar los cambios propuestos y darles continuidad? ¿Se distinguen con claridad los procesos de la transformación anunciada todos los días desde las siete de la mañana? La frase “pongamos nuestras barbas a remojar” se traduce en el México de hoy por “pongamos nuestras mentes a trabajar” y pensemos en serio en el futuro de este país, el nuestro, México.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 6 de mayo de 2019.

 

2 Comentarios en ““Poner las barbas a remojar””

  1. Antonio Cruz Coutiño
    11 mayo, 2019 at 12:32 #

    Excelente artículo maestro don Andrés. NO columna, amigos. Le abrazamos con cariño y ánimos para continuar… hasta la última neurona de su pensamiento. Le queremos. Cruzcoutiño.

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  1. “Poner las barbas a remojar” I Chiapas Paralelo – Unidad Regional - 9 mayo, 2019

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