Ser puentes en la vida

 

Esa tarde soleada y ambientada con el canto de pájaros fue la inspiración para que Carolina decidiera organizar su librero, tenía semanas planeando hacerlo hasta que por fin se dio a la tarea de llevarla a cabo.

Para no perder la costumbre, acomodó un tapete en el piso y se sentó sobre él después de haber apilado en columnas todos los libros que colocaría en el librero. Comenzó hojeando los que tenía rato de no ver, sabía que esos detalles para la limpieza le llevarían más tiempo.

– Ah no me acordaba de esta tarjeta que guardé en el libro Ciudades desiertas,  tardaré en esta faena, pero bien vale la pena, así recuerdo las anécdotas diferentes de cómo cada libro llegó a mi vida  – dijo mientras continuó revisando y acomodando.

Cada libro representaba un tesoro para Carolina, tenía desde los que le habían obsequiado sus familiares, sus amistades, los comprados, los ganados en rifas y concursos, los de trueque. Por supuesto tenía sus consentidos,  entre ellos los literarios, los recetarios y algunos académicos que también eran sus referentes.

Mientras avanzaba ordenándolos se le vino a la mente la frase que solía decirle Julián, uno de sus amigos, las personas somos puentes en la vida. Cuando la escuchó por vez primera le pareció una metáfora interesante y linda,  luego se percató que coincidía totalmente con ella. Hizo memoria de cuántas ocasiones en diversas experiencias, sobre todo de incertidumbre y angustia, habían estado a su lado personas aliadas para acompañarla en sus travesías, como puentes para poder transitar distancias largas, cruzar caminos con mucho tráfico o en partes muy altas,  y finalmente, lograr llegar a su destino sana y salva.

Se quedó pensando que quizá en algunas ocasiones a ella también le había tocado ser puente, y hasta ahora se había dado cuenta. Carolina pensó justo eso de los libros, ellos también podían ser puentes en la vida, cada uno tenía una función, había llegado a ella en el momento preciso y por eso los valoraba tanto.

La noche rodeó a Carolina que, ensimismada en su labor, no había puesto atención que ya era hora de cenar y esta ocasión le tocaba a ella preparar la cena. Buscó en el librero y jaló uno de sus recetarios, mientras iba pensando qué ingredientes tenía en casa…

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