En Chiapas también matan a periodistas

A 25 años del asesinato del periodista Roberto Mancilla Herrera, se registró otra muerte violenta en el gremio periodístico de Chiapas, con la agresión sufrida hace un año al reportero Mario Leonel Gómez Sánchez, en el municipio de Yajalón, ubicado en las Montañas del Norte de la entidad.

Mario Leonel, de 40 años, ejercía el periodismo desde 2003 cuando, una vez graduado como licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Chiapas, se dedicó al oficio informativo. Hace ocho años fue contratado por el periódico El Heraldo de Chiapas, de la Organización Editorial Mexicana, como corresponsal en Yajalón y los municipios aledaños.

Aparte de escribir para su periódico, en donde reportó la violencia creciente en la zona, también publicaba en medios digitales sobre acontecimientos políticos, manifestaciones y bloqueos, y servía de enlace y de fuente de información de reporteros y columnistas de Tuxtla Gutiérrez, de San Cristóbal de Las Casas y de Tapachula.

El viernes 21 de septiembre de 2019, el día que lo mataron a balazos dos sicarios a bordo de una motocicleta, Mario Leonel no contaba con protección que había solicitado por las amenazas que había recibido y que había hecho públicas.

Hasta ese día, Chiapas se había mantenido ausente de la lista de periodistas asesinados en las dos últimas décadas, pero ya arrastraba un registro de diez periodistas muertos violentamente durante el siglo XX.

Mapa salpicado de sangre

México, según han denunciado diversas organizaciones, es el país más peligroso para ejercer el periodismo en América Latina. En 2017 fueron documentados 12 asesinatos y 507 agresiones, según CIMAC, y este año, con la muerte de Mario Leonel, suman nueve víctimas dedicadas al oficio informativo.

El mapa de México está salpicado de sangre. En Quintana Roo fueron asesinados los periodistas Javier Enrique Rodríguez Valladares, José Guadalupe Chan y Rubén Pat; en Tamaulipas, Carlos Domínguez y Héctor González Antonio; en Guerrero, Leslie Ann Pamela Montenegro; en Veracruz, Leonardo Vázquez Atzin, y en Tabasco, Juan Carlos Huerta.

El asesinato del periodista de Yajalón sucede en medio de un aumento de la violencia, de asesinatos, tomas de presidencias municipales, bloqueos de carreteras y detenciones de personas, presuntamente vinculadas a la introducción de drogas a Estados Unidos;1 además de amenazas de demandas del cantante Julio César Álvarez Montelongo, conocido en el medio del espectáculo como Julión, en contra del Centro Fray Bartolomé, fundado por el obispo Samuel Ruiz García, y del portal informativo Chiapas Paralelo, por publicar el pronunciamiento de 35 parientes de Sergio Alberto González Castro, encarcelado desde 2015 por robo de ganado de un rancho del artista, en donde afirman que el acusado es inocente.

Los otros periodistas asesinados en Chiapas

El 2 de febrero de 1993 fue asesinado Roberto Mancilla Herrera, un periodista de pluma punzante, lector voraz y gran conversador. Su cuerpo fue hallado al amanecer, en un Volkswagen,2  con dos balazos calibre 45 en la región malar.

Su muerte causó indignación en el gremio periodístico, que protestó al mediodía del 2 de febrero con una marcha del silencio. El gobernador Elmar Setzer Marseille, sustituto de Patrocinio González Garrido, quien había sido nombrado secretario de Gobernación a inicios de ese año, recibió a los periodistas y les dijo que, para evitar cualquier duda en las investigaciones, había solicitado la intervención especial de la Procuraduría General de Justicia. Exigió “no aventurar señalamientos, porque era un delito muy grave”.3

Al día siguiente llegó el asesor del procurador Jorge Carpizo, Eduardo del Valle, el controvertido Búho, exdirigente de la Comisión Nacional de Huelga del 68, preso memorable de Lecumberri con José Revueltas, fundador del Partido Mexicano de los Trabajadores, amigo de Heberto Castillo y del propio Roberto Mancilla.

Para dar credibilidad a las investigaciones, la Procuraduría de Justicia del Estado formó una comisión coadyuvante de periodistas, integrada por Ruperto Portela Alvarado, Miguel Ángel Carrillo Barrios, Manuel Blanco Urbina, Miguel Ángel de los Santos y Amado Avendaño, director del periódico El Tiempo de San Cristóbal, quien pronto viviría la vorágine del levantamiento armado zapatista, por lo que abandonaría la comisión.

El 8 mayo de 1993, la Procuraduría presentó a un directivo de la Universidad Autónoma de Chiapas y a su chofer como los responsables de la muerte del periodista tuxtleco.4 El móvil, según señaló, fue la inminente publicación de un artículo en donde se documentaba un desvío de 50 millones de viejos pesos. Dos años después, ambos acusados fueron liberados, porque según la juez segunda de distrito, las confesiones en donde reconocían ser autores del asesinato habían sido obtenidas bajo tortura.

Mario Gómez, un año de impunidad

La muerte de Roberto Mancilla Herrera, un referente del periodismo chiapaneco por sus crónicas y sus artículos cargados de humor y de ironía, no se aclararon. Se barajaron muchas hipótesis, como el conocimiento que tenía de la muerte sucesiva de 11 homosexuales que se había registrado en Tuxtla Gutiérrez a partir de 1991, y hasta su presumible participación en los gérmenes del EZLN.

El asesinato de Mancilla Herrera no es el único en la historia del periodismo chiapaneco. El primero se registró en el convulso año de 1924, cuando José Patrocinio Blanco fue acribillado en la entrada principal de la Catedral de San Marcos, de Tuxtla, en una refriega entre seguidores de Luis Ramírez Corzo y Carlos A. Vidal, quienes se disputaban la gubernatura de Chiapas.5 Al periodista se le señaló de haber incitado a la revuelta desde su publicación Nosotros y haber insultado, en pleno mitin vidalista, al historiador Manuel B. Trens, autor de Historia de Chiapas, y haber arengado con el “¡Viva Ramírez Corzo!”.

En el siglo XIX no se registraron periodistas asesinados en la entidad, porque eran escasos y la mayoría diletante de la actividad informativa. Joaquín Miguel Gutiérrez, fundador de La Campana Chiapaneca, el primer periódico chiapaneco,6 cayó muerto por las balas el 8 de junio de 1838 cuando combatía a los centralistas. Más que un periodista, fue visto como un político, héroe del federalismo, que legó a su villa natal, Tuxtla, su apellido. Hubo ataques a la libertad de expresión, desde luego; periodistas apaleados, encarcelados, demandados y amenazados.

A fines del gobierno de Samuel León Brindis, en 1963, el abogado y director del semanario Más Allá, Arturo Urbina, fue asesinado en San Cristóbal de Las Casas. La Procuraduría de Justicia del Estado informó, meses después, que el autor material de su muerte había sido uno de sus clientes de litigio.

En el gobierno de José Castillo Tiélemans, en 1965, fue asesinado en Cintalapa, Guadalupe Nájera, jefe de redacción del Semanario Popular. Tres años después, fue detenido José Flores Navarro, quien confesó haber apuñalado, por diferencias personales, al periodista.7

Antolín Gamboa Figueroa, director de El Demócrata, y Efraín Villatoro Hidalgo, subdirector de El Sol del Soconusco, fueron ultimados en 1973, cuando gobernaba Manuel Velasco Suárez.8 Del primero, la Procuraduría informó que había sido asesinado por su actividad periodística al haber denunciado actos de corrupción en la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. Fueron consignadas dos personas por este crimen ocurrido en Arriaga. De Villatoro Hidalgo, quien fue blanco de 18 balazos calibre 38 cuando se encontraba en la sala de redacción de su periódico,9 se especuló que había sido asesinado por un comando guerrillero de Guatemala, debido a que militaba en las filas trotskistas de ese país, aun cuando se había exiliado en México desde 1954.10

Quince años después, el 13 de julio de 1988, fue muerto de dos balazos calibre 38, en los talleres de El Mundo de Comitán, Ronay González Reyes, jefe de redacción del periódico. De acuerdo con las investigaciones realizadas por la Procuraduría el móvil del crimen fue la venganza. Años atrás el periodista “había dado muerte a una persona en el municipio de Villaflores”.11

En el gobierno de Patrocinio González Garrido fueron asesinados los periodistas Humberto Gallegos Sobrino, Alfredo Córdova Solórzano y Fernando Preciado Escobar. Según la Procuraduría, ninguna de estas muertes estuvo vinculadas a las actividades informativas de las víctimas.

Humberto Gallegos, colaborador en diferentes periódicos, desde los cuarenta, murió el 8 de abril de 1989, “a consecuencia de los golpes recibidos en un centro nocturno”.12 Alfredo Córdova, director del periódico tapachulteco Uno Más Dos, falleció el 9 de mayo de 1990, debido a las heridas que había recibido tres días antes. El móvil, según las autoridades, fue el robo.13 El exdirector de La Opinión de la Costa, Fernando Preciado Escobar, fue asesinado “en un pleito de borrachos que festejaban el año nuevo”, según informó la PJE.14

Auténtica valentía personal

En Chiapas, como hemos podido ver, no hay un martirologio abundante de periodistas. Los factores son diversos, pero el principal es que, por mucho tiempo, la prensa asumió su papel de aliado del gobierno. Una prensa así, casi anónima y falange del Estado, no asumió su tarea de contrapeso del poder político.

Con los medios informativos digitales, el gobierno ha perdido el control absoluto. Ahora, desde una página de Facebook, un canal de Youtube o un portal pueden los periodistas expresar sus desacuerdos, porque tampoco hay dinero suficiente para establecer convenios publicitarios con todos los actores del ecosistema informativo. Además, han aparecido otros grupos de poder locales y delincuenciales, que establecen sus propias dinámicas de relación con los dueños de los medios y los reporteros.

La muerte de un periodista, cuyas causas están en su labor informativa, es un agravio a la sociedad, porque significa dejar sin contrapesos a los ciudadanos, y abre los goznes de la violencia incontrolada, porque, además, el homicidio es “la última forma de represión contra la prensa. Hay antes un catálogo”15encaminado a silenciar y a domesticar a los comunicadores.

Mario Leonel padeció ese catálogo de amenazas en los dos últimos años, y todos los documentó, a veces en su página de Facebook y en cuatro ocasiones con denuncias presentadas ante la Fiscalía General del Estado de Chiapas. Por un tiempo tuvo protección policial. Después, se lo retiraron, y con esa medida, lo dejaron a merced de sus asesinos.

Vivió en un pueblo remoto, la presión de grupos de poder local, en donde, según decía Manuel Buendía, se requiere “auténtica valentía personal, porque las banquetas son demasiado estrechas para que no se topen de frente —por ejemplo— el periodista y el comandante de policía de quien aquel hizo crítica en la edición de esa misma mañana”. “Aquí —ironizó el autor de Red Privada—, la incomodidad más seria que sufrimos es la de no encontrar mesa en nuestro restaurante favorito de la Zona Rosa”.16

1 Según el comunicado 985/18, de fecha 17 de septiembre, la PGR informó de la detención de Antonio “L” y Mercedes “B”, con fines de extradicción a Estados Unidos; de acuerdo con ElBravo.mx, estas personas pertenecían a Los Laredo, señalados como “los principales introductores de heroína en territorio norteamericano”. Según Proceso del 19 de septiembre de 2018, en las elecciones de este año, esta pareja “apoyó económicamente a candidatos de Rayón, Tapilula, Jitotol, Solusuchiapa, Juárez, Pueblo Nuevo, Rincón Chamula, y muchos otros municipios, a quienes solo pedía le dejaran nombrar a los mandos policíacos”.

2 Periódico La Tribuna, Tuxtla Gutiérrez, 3 de febrero de 1993.

3 Periódico Número Uno, Tuxtla Gutiérrez, 4 de febrero de 1993.

4 Espinosa, César, “Detienen a los asesinos de Roberto Mancilla”, periódico Número Uno, Tuxtla Gutiérrez, 9 de mayo de 1993.

5 Serrano Ruiz, Santiago, “La balacera”, El Heraldo, Tuxtla Gutiérrez, 1 de octubre de 1955.

6 Martínez Mendoza, Sarelly, La prensa maniatada, el periodismo en Chiapas de 1827 a 1958, Fundación Manuel Buendía, Ciudad de México, 2004.

7 Periódico La Tribuna, “Detienen al asesinato del periodista Guadalupe Nájera”, Tuxtla Gutiérrez, 20 de julio de 1968.

8 Martínez Mendoza, Sarelly, Periodismo contemporáneo en Chiapas,Fundación Manuel Buendía, Ciudad de México, 2006.

9 Periódico El Sol del Soconusco, Tapachula, 10 de septiembre de 1973.

10 PeriódicoLa Tribuna, Tuxtla Gutiérrez, 11 de octubre de 1973.

11 Periódico El Mundo, Comitán, 28 de julio de 1988.

12 Periódico La Tribuna, Tuxtla Gutiérrez, 9 de abril de 1989.

13 Periódico La Voz del Sureste, Tuxtla Gutiérrez, 14 de junio de 1990.

14 Periódico La Voz del Sureste, Tuxtla Gutiérrez, 3 de enero de 1992.

15 Moncada, Carlos, Periodistas asesinados, Edamex, Ciudad de México, 1991, p. 7.

16 Buendía, Manuel, El oficio de informar, Fundación Manuel Buendía, Ciudad de México, 1988, p. 90.

 

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