Edward Snowden: vigilancia permanente, o cómo perdemos derechos y libertades

Con la idea de “limitar el poder del estado”, al que estaba contribuyendo, Snowden narra por qué hizo públicos los documentos que demostraban que los servicios de inteligencia de Estados Unidos estaban en disposición de cualquier persona en el mundo que usase un dispositivo digital.

Hace unas semanas se publicó en todo el mundo el libro del ex analista de la NSA y la CIA exiliado en Moscú desde 2013. Para quienes hemos seguido sus filtraciones, nos hemos preocupado por la privacidad y la seguridad digitales, y tenemos preocupación por la capacidad de las corporaciones y gobiernos para continuar restringiendo derechos y libertades, este es un relato importante que invita a conocer e indagar quién es la persona que lo hizo, cómo lo hizo y porqué.

Traducido al español por Esther Cruz Santaella, anunciado por la editorial como «El libro que el gobierno de los EE. UU. no quiere que leas», en él Snowden nos cuenta en primera persona qué sucedió en esas semanas que pasó en Hong Kongpara hacer las revelaciones de documentos secretos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos. También dedica algunos capítulos del principio para hablarnos de su infancia, su familia, sus aficiones y sus relaciones sociales. E incluso narra cómo se alista al Ejército tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, porque quería apoyar a su país contra los malos.

“Quería ser un libertador. Quería liberar a los oprimidos. Abracé la verdad fabricada y lo hice por el bien del Estado, que confundí con el bien del país, movido por mi pasión. Era como si cualquier opinión política que me hubiese formado hasta entonces se hubiera hundido: el espíritu hacker antiinstitucional del que me había imbuido en internet y el patriotismo apolítico que había heredado de mis padres se borraron de mi sistema, y parecía que me habían reiniciado como un instrumento voluntario de venganza”

Pero lo suyo desde pequeño es Internet. Y la historia de su vida conectado es como un repaso a la historia de la web:

“Cuando lo conocí, internet era algo muy distinto. Era un amigo, y un padre. Era una comunidad sin barreras ni límites, una voz y millones de voces, una frontera común que habían colonizado —pero no explotado— tribus diversas que vivían bastante amistosamente unas junto a otras, y cuyos miembros, todos, eran libres de elegir su nombre, su historia y sus costumbres. Todo el mundo llevaba máscara, y aun así esa cultura de «anonimia por polinomia» generaba más verdad que falsedad, porque era algo creativo y cooperativo, más que comercial y competitivo (…) Comprenderéis entonces que diga que el internet de hoy es irreconocible. Cabe señalar que ese cambio ha sido una elección consciente, el resultado de un esfuerzo sistemático por parte de unos pocos privilegiados (…) Ese fue el inicio del capitalismo de vigilancia, y el final de internet tal y como yo lo conocía.

Lo que colapsó entonces fue la red creativa, ya que se cerraron un sinfín de sitios web preciosos, complicados, individualistas. La promesa de la comodidad llevó a la gente a sustituir sus sitios web personales —que exigían un mantenimiento constante y laborioso— por una página de Facebook y una cuenta de Gmail”.

La lectura de Vigilancia permanente se hace amena, tiene varias lecturas o puntos de interés: cuenta curiosidades de su vida, expone sus principios políticos, argumenta sobre su decisión de revelar secretos de Estado y describe técnicas y programas de vigilancia.

Ahí narra cómo eran las comunicaciones digitales a mediados de los años 90 y cómo han ido evolucionando, cómo no le interesaba nada la escuela y casi todo lo aprendía a través de Internet, cómo le gustaba jugar a Legend of Zelda y Super Mario Bros, cómo era fácil internarse en sitios web y llegar a información comprometida…

“Todos los adolescentes son hackers. No les queda más remedio, aunque solo sea porque sus circunstancias vitales resultan insostenibles. Creen que son adultos, pero los adultos los consideran niños. Si podéis, recordad vuestra adolescencia. También vosotros erais hackers, dispuestos a hacer lo que fuese por eludir la supervisión parental. Básicamente, estabais hartos de que os tratasen como niños chicos”

También narra cómo después fue escalando rápidamente en la que llama Intelligence Community estadounidense (IC) hasta conseguir habilitación de acceso a documentos «top secret»; cómo eran las condiciones de trabajo en las agencias de inteligencia, quién entra a trabajar, cómo las compañías privadas se involucran (hay más contratistas privados trabajando en los servicios secretos para espiar que funcionarios públicos); cómo se fue dando cuenta de que se estaba construyendo un monstruo que saltaba por los aires cualquier situación de privacidad y tendría mucho poder; cómo fue extrayendo esos documentos para mostrarlos a la opinión pública, y lo hace con un estilo como si de una novela de espías se tratase. Trabajó como apoyo a espías estadounidenses en Ginebra y Tokio, con amplios poderes para desarrollar herramientas que facilitasen el funcionamiento de la red global de espionaje, y finalmente en Hawai donde tomó la decisión.

“La ruptura entre mis dos comunidades extrañamente interrelacionadas —la Intelligence Communityestadounidense y la tribu global de tecnólogos online— se hizo más bien definitiva. En mis primeros años en la IC, aún podía reconciliar esas dos culturas, de manera que lograba hacer una transición suave entre mi trabajo de espía y mis relaciones con defensores activos de la privacidad del internet civil; entre estos últimos había de todo, desde los hackers anarquistas hasta los tipos más serios y académicos de Tor, que me tuvieron al tanto de la investigación informática y me inspiraron políticamente. Durante años, fui capaz de engañarme pensando que, en última instancia, todos estábamos en el mismo bando de la historia: todos tratábamos de proteger internet, de conservarlo como un espacio libre para expresarse y libre de sentir miedos. Sin embargo, mi capacidad para mantener esa ilusión había desaparecido. A esas alturas, el Gobierno, mi empleador, era sin ninguna duda el adversario”.

Además, incluye un capítulo interesante con mucha acción escrito en primera persona por su novia, que anotó en un diario personal cómo estaba viviendo la situación cuando Snowden hizo las filtraciones, que la agarró por sorpresa, y tuvo que soportar la persecución del FBI y demás agencias policíacas y de espionaje. Al igual que se hacen apasionantes los momentos que el autor va narrando de su escondite en Hong Kong cuando es el personaje público global, buscado por todo el mundo, y cómo es la negociación con las autoridades rusas cuando se queda varado en Moscú.

Ya han pasado más de seis años de ese episodio, y aún es una de las personas más odiadas por las instituciones usamericanas, por explicar que no son tus datos, sino que son los de todas las personas, los que están en manos de poderes ocultos y que no rinden cuentas, y ese es un cambio total de paradigma.

Lo interesante también es conocer a un hombre blanco, heterosexual, de clase media, de ideas liberales y principios asentados en la Constitución de los Estados Unidos, con familia relacionada con el Ejército y los servicios secretos, que tiene un buen empleo donde gana mucho dinero, tiene una pareja que lo ama y vive en un lugar paradisíaco, que decide dar voluntariamente un paso que le cambiará totalmente su vida, e incluso la pone en peligro.

No se trata de ser héroe o no, sino de revisar nuestros principios (y privilegios) y analizar la situación actual en relación a las tecnologías y el poder que le entregamos a las corporaciones y gobiernos. Y seguir pensando qué podemos hacer para no acostumbrarnos y no seguir normalizando la pérdida de derechos y libertades. Ese será el primer paso para que podamos creernos aquello de que cambiar el mundo granito a granito es posible, construyendo de a poco los espacios (digitales) que queremos y hacerlo desde el espíritu hacker: colaborativamente y para todas y todos.

(Saludos a los agentes de la NSA o de cualquier otro servicio de espionaje que tienen la tarea de leer esta pequeña reseña)

@sursiendo

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