América Latina: tiempos intensos

Mientras escuchaba a Leonard Cohen cantando con esa vehemencia y voz baja que le caracterizó, pensé en América Latina y los tiempos que estamos viviendo. La canción que escuchaba y veía gracias a uno de los tantos videos que del gran cantante canadiense existen en la internet, se titula ¡Aleluya!, una de las más conocidas de Cohen, incluida en aquel álbum titulado “Amor y Odio” de 1984. La canción, si lo recuerdan, fue divulgada por otro gran cantante, Jeff Buckley, muerto prematuramente. En el video que veía, los coros interpretados por tres espléndidas voces femeninas, le otorgan a esta versión de Cohen un sonido inimitable, muy particular. Mientras me enganchaba en la canción, pensaba también en los sucesos que los noticieros nos traen a diario: muertes y más muertes en el país; una derecha que no está quieta y que quizá está detrás de tanta violencia desatada para irritar al máximo a la sociedad; pero además, una derecha que está muy activa por toda América Latina y en los países en donde es gobierno, como Chile, Colombia, Bolivia, Brasil, para citar solo algunos, la represión es brutal. En Chile, los estudiantes vuelven a las calles y se encuentran una represión como la que puso en práctica Pinochet, uno de los dictadores más sanguinarios que ha conocido América Latina. Uno se pregunta de qué estarán hechos los que desean que ese tipo de asesinos regresen al poder. En Colombia, la sociedad sale a protestar pidiendo libertad, más que todo, libertad. Y se encuentra con la represión, el ejército en las calles, las balas compradas con el dinero de la sociedad, disparadas en contra de ella. Tercos para aferrarse en el poder, matar antes que dejar la fuente de su enriquecimiento, los gobernantes ordenan reprimir. Cohen canta ¡Aleluya! Y le pregunta al Rey David si le gusta la música. Pienso en Bolivia, un pueblo que caminaba hacia un mejor destino, truncado por un golpe de Estado que se quiere justificar con argumentos baladíes. Incluso, concediendo que Evo Morales cometiera un error por quererse reelegir, eso no justifica que el ejército opere un golpe de Estado e instale a títeres grotescos en el poder, asesine e instale al fascismo de nuevo. La voz de Cohen se pega al micrófono para pronunciar ¡Aleluya!, y pienso en que eso es un grito de victoria, de júbilo, que deberíamos estar exclamando en toda América Latina. Pero nuestra realidad está turbada por los ancestrales nuevos males: el nuevo colonialismo, el regreso del fascismo, el imperio que no cesa, el racismo que está a flor de piel, la violencia contra las mujeres que no sólo no termina sino que se prodiga. ¡Que tiempos tan intensos! Cohen canta: “El rey desconcertado compone aleluya, aleluya, aleluya, “ Y que desconcertante es, en medio de ese grito de júbilo, pensar que en Brasil, Bolsonaro (o ¿Bolsobárbaro?), ha dado carta abierta al ejército para que haga lo que quiera sin rendir cuentas. Además, ataca a las Universidades por recibir a jóvenes negros y permitir que se gradúen como doctores en una amplia diversidad de disciplinas. Es increíble. El racismo más ramplón en pleno siglo XXI.

¡Aleluya!, ¡Aleluya! Dice Cohen resbalando los labios por el micrófono, con su sombrero calado que le enmarca el rostro. “Bien, tu fe era cierta pero necesitabas demostrarlo/La viste bañarse en el techo”, el coro, bellísimo, dice: ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, ¡Aleluya! Y regresa la voz de Cohen: “”Su belleza y la luz de la luna te derrocaron” Ojalá así sucediera con los dictadores de toda laya, pienso. Oigo a Cohen: “Cariño, aquí estuve antes” y recuerdo el 68, las calles de la ciudad de México colmadas de gritos, la algarabía juvenil, la esperanza marchando, ¡Aleluya!, ¡Aleluya!. Y pienso en los estudiantes de Chile enfrentando las balas ahora, en este momento, mientras Cohen nos deshace los nervios con el ¡Aleluya!, ¡Aleluya! Y remata el coro: ¡Aleluya!, ¡Aleluya!..

Sigo pensando en lo difícil que son los senderos que nos tocó y nos toca, caminar. Parecemos pueblos al garete, gobernados por seres sin escrúpulos, vándalos cibernéticos, enloquecidos por el dinero y el poder. Pero mientras podamos seguir exclamando ¡Aleluya! La esperanza está prendida en los destinos de América Latina. Sigo escuchando, como regresando de algún lugar, de pronto:

“Bien, tal vez haya un Dios arriba/ pero todo lo que he aprendido del amor/Fue como dispararle a alguien que /desenfunda más rápido.

No es un llanto lo que escuchas en la noche/No es alguien que ha visto la luz/es un frío y roto ¡Aleluya!”

Y el increíble coro: “¡Aleluya”, ¡”Aleluya!”…….

El tronar de los cohetes me recuerda que hay fiesta en Ajijic.

Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 25 de noviembre, 2019.

 

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