Caída dulce

Casa de citas/ 460

Caída dulce

Héctor Cortés Mandujano

 

 

—Maestro, ¿cuál es la lección de la antropología?

—Andrés, la lección de la antropología es que la ilusión siempre retoña

Conversación con Guillermo Bonfil,

citada por Andrés Fábregas Puig, en Los años estudiantiles

 

Es muy divertido y muy aleccionador Los años estudiantiles (1965-1973). La formación de un antropólogo en México (Unich y otras editoras, 2005), de Andrés Fábregas Puig. Como es el autor es el libro: ameno, informado, divertido, con datos de muchos, muchos libros.

Cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (1965-1969), Andrés nos cuenta que viajó en un auto casi hecho pedazos, propiedad de Gastón Kerriou (p. 28): “Un día, en pleno Paseo de la Reforma, el vehículo se deshizo. Sencillamente se desarmó. Gastón tomó los papeles, quitamos las placas y nos alejamos, lamentando el fin de nuestro medio de transporte, cuyos restos quedaron en medio de la principal avenida defeña”.

Algo que no sabía, y que me sorprendió y me divirtió, es que Andrés, cuando estaba haciendo trabajo antropológico de campo en Tlayacapan, Morelos, fue invitado a participar como extra en una película de Hollywood: Dos mulas para la hermana Sara (con Clint Eastwood y Shirley McLaine) y dice (p. 52): “Ni siquiera lo pensé: por instinto dije que sí. […] Recuerdo haber participado en escenas masivas. Quizá aparezca por fugaces segundos en la pantalla”.

En esa misma localidad se entrevistó con un gran personaje, El Costal, quien fue su mejor informante sobre los nahuales (hombres o mujeres que se transforman en animales); al final de una larga charla, Andrés le dijo (p. 55): “ ‘Ya me lo has contado todo. Pero yo sé que tú eres nahual. Te pido que al caer la noche te transformes para que yo lo vea’. El Costal clavó sus ojos en mi rostro, mientras su piel se tensaba descubriendo las venas de su cuello. ‘No lo haré’, respondió, ‘porque me convierto en tigre y te como’ ”.

Cuando estudió en Long Island (1972-1973) fue visitante continuo de bibliotecas, en Stony Brook (p. 100): “En varias ocasiones consulté material sobre Chiapas que no se encuentra en ninguna biblioteca mexicana. Me asombró que en una biblioteca de un campus universitario en Long Island tuviesen material chiapaneco de primera mano. Uno podía escribir un ensayo sobre Chiapas sin ninguna dificultad leyendo aquel material”.

Cuenta una divertida conferencia de Edward Lanning sobre la desaparición de los mayas (pp. 106-107): “Algo extraño ocurrió en el territorio maya: una variedad de frijol negro cundió como plaga convirtiéndose en la única fuente de alimento cotidiano de campesinos y habitantes de las ciudades. Tal frijol produce gases en el estómago lo que provoca pedos. Una impresionante pedorrera, intensamente apestosa, cubrió todo el territorio maya, haciendo insoportable vivir en él. Los mayas huyeron buscando refugio en otros vientos o diluyéndose en otras culturas. Eso fue lo que pasó, remató Edward Lanning mientras se carcajeaba”.

 

***

 

Leo los cuatro libros que conforman Obras: tomo dos (El Colegio Nacional, 1994), de Salvador Elizondo (dos de cuentos, uno de artículos ensayísticos, otro de teatro): El retrato de Zoe y otras mentiras, El grafógrafo, Contextos y Miscast o Ha llegado la señora marquesa (comedia opaca en tres actos).

De El retrato de Zoe y otras mentiras me encantó esta idea de “La mariposa”. Habla de (p. 5): “El dios de mediodía que sólo se alimenta de viejas mariposas”, y luego aclara: “La mariposa es un animal instantáneo inventado por los chinos”.

En “La fundación de Roma” dice (p. 58): “Toda música es un intento de conseguir silencios armoniosos”.

En “Teoría del Candingas” habla de un personaje cercano al imaginario chiapaneco (p. 64): “El Candingas se aparecía con una gorra de aviador, como la de Francisco Sarabia, de quien se decía que había muerto porque le habían echado azúcar en la gasolina. El águila que cae dulcemente”.

 

En El grafógrafo (el texto que da título al volumen es brillante y muy antologado) escribe en “Ambystoma Trigrinum” sobre los ajolotes.  Como se refiere varias veces a su aspecto fálico, llega un momento en que inventa una palabra que se me hizo divertida (p. 145): “Verguiforme”.

 

En Contextos, libro que recoge los textos publicados en un diario, su pluma es ensayística. En “Imagen y realidad de una mujer” dice, y cito en extenso (p. 301): “Suponen los sabios modernos que entre el hombre y la mujer existe un espectro sexual tan amplio (infinitamente amplio, en rigor matemático) como el que existe entre el rojo y el violeta en el espectro cromático o como el que existe entre el do y el si en la escala armónica, una serie entre cada uno de cuyos términos cabe un número infinito de términos diferentes a los que la forman. ¿En dónde termina el hombre y comienza la mujer, o al revés? ¿Quién, entre los hombres y las mujeres de toda una época, podría representar a todos los hombres o a todas las mujeres de esa época como arquetipo de una personalidad o de una forma absoluta?”.

En “José Gorostiza: un testimonio de 1971” dice lo que es prácticamente una recomendación gratuita para quienes no hayan leído esos poemas tutelares (p. 352): “En los siglos que median entre el Primero sue

Foto: Mario Robles

ño de Sor Juana y la Muerte sin fin de Gorostiza pocas son las obras del espíritu o del arte realizadas en México que se les puedan comparar, aun tomando en cuenta las de la pintura, la arquitectura o la literatura”. Y más adelante dice (p. 353): “Las ideas importantes –verdaderamente importantes– son las que todavía no han obtenido la posibilidad de ser difundidas por el registro tipográfico de los linotipos que atienden a la información inmediata”, es decir, por los periódicos, los diarios de aquel tiempo.

“Los talleres literarios” se refiere a su propia experiencia sobre uno impartido a público abierto en Bellas Artes. Un hombre se pone a leer los veinte cantos, de los cuarenta de un poema que ha escrito. Aclara varias veces que él nunca ha leído poemas y dice Elizondo, burlón (p. 369): “Ignora todo acerca de la poesía a cuyo desconocimiento aplica el método directo de no leerla jamás para no incurrir en la posibilidad de volver a escribir la Odisea o La divina comedia por su cuenta”. El trabajo de este poeta ignaro suscitó críticas entre el público y, dice Elizondo (p. 370), “para finalizar se discute un poco qué es más difícil, la poesía o el frontón”.

Miscast…, la obra de teatro incluida en este volumen tuvo, según una crónica que leí en otro libro, una puesta muy atractiva a cargo de Gurrola, pero a mí me parece que tiene las deficiencias clásicas (pese a su pulcra escritura, pese a sus disquisiciones filosóficas-literarias) de un narrador metido a dramaturgo.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

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