Los símbolos del nacionalismo mexicano

En los tiempos del Dr. Manuel Velasco Suárez, se acuñó aquella sentencia que decía “todo en Chiapas es México”. Nadie sabía a ciencia cierta por qué se repetía con constancia aquella frase. En el estado de Jalisco son más contundentes: “Jalisco ES México”. En un país regionalizado y políticamente federado, pero centralizado y concentrado en lo que a poder político se refiere, esas frases expresan una preocupación que surgió con el Estado Nacional mismo: la de las quebraduras políticas, el desgajamiento de la Federación. El asunto es muy interesante y como decía Don Trini Vidal (Saxofonista y campesino del estado de Morelos), refiriéndose a la lengua castellana, “nuestra imaginación es amplia y da pa´l modo”. En efecto es un asunto que requiere investigación histórica para comprender los casos de desprendimientos que han ocurrido desde que el Estado Nacional nació en el siglo XIX. Pero fue en el siglo XX que surgieron con fuerza los símbolos que pugnaban por sellar la idea del mestizaje criollo como base de la identidad nacional, aspecto en lo que insistió tanto el indigenismo mexicano. En efecto, fue en el sexenio del General Lázaro Cárdenas del Río que se acuñaron los símbolos que aun operan como rasgos de identidad para localizar al mexicano. En orden arbitrario de aparición, me refiero primero al Charro y la charrería como símbolos de una nacionalidad aceptada. El Charro es un personaje que tiene gran arraigo en el Occidente-Centro del país, en Estados como Jalisco, Aguascalientes, Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí y una parte del Estado de México. Tuvo sus orígenes en haciendas como la de Ciénega de Mata, una parte de cuyo territorio es hoy el estado de Aguascalientes. La casa grande de los hacendados es actualmente el Palacio de Gobierno de la entidad. Los Charros vienen del “Campo Charro” de Salamanca, España, y se caracterizan por ser criadores de ganado de lidia. Tienen un juego que llaman “acoso y derribo” que consiste en perseguir a caballo a un toro, armado el jinete con una pértiga con la que “traba” las patas del animal para derribarlo. Es un juego muy de los rancheros salmantinos, que se autonombran Charros. Pero en México el Charro es un hacendado, que además, es buen jinete y que cría ganado. Los Altos de Jalisco es una región emblemática de tal personaje y de su juego por excelencia: la charrería. Históricamente la familia Rincón Gallardo ha sido una de las representantes más emblemáticas de la charrería y de lo “charro” (que no tiene relación alguna con aquel legendario líder sindical que fue Fidel Velázquez). Pues bien, en la época del General Cárdenas se difundió al Charro como símbolo del prototipo nacional y a la charrería como “el deporte nacional”. Incluso, se asoció tal simbolismo con la industria petrolera, tan importante en la época del cardenismo, por efectos de la expropiación y la creación de lo que ha sido llamada “la industria nacional”. El Charrito PEMEX lo teníamos hasta en los anuncios del cine. Por todos lados, sabíamos que el charrito PEMEX no sólo simbolizaba a la industria petrolera sino al país mismo, a México.

© Luis Echeverría Álvarez y Manuel Velasco Suárez. Auditorio de los Constituyentes. AGN Fondo Hermanos Mayo (concentrados, sobre 363). 1975.

En la gastronomía, se creó al “mole poblano” como plato nacional pero asociado al tequila como la “bebida nacional”. Pobre Posh que no alcanzó semejante honor, ni siquiera la charanda michoacana o los mezcales oaxaqueños o los destilados del agave procedentes de Chihuahua y de los estados norteños del lado occidental, es decir, los Sotoles. Es curioso, además, que los tamales no se lucieran como símbolos de la gastronomía nacional, o el posole, las birrias o los menudos, platos criollos y mestizos. El tequila, como el Charro y la Charrería provienen de Jalisco (recuerden la frase: Jalisco es México). Asociados a los elementos culinarios que aún hoy pasan por simbolizar “lo mexicano” está la música: el Mariachi como la música nacional. No las arpas veracruzanas o las marimbas chiapanecas, o la canción cardenche del desierto, de allá de la Laguna en las profundidades norteñas en donde actúa el Santos, equipo de futbol insignia de aquellos lares. Es curioso: de manera muy inteligente, los símbolos de la nacionalidad mexicana fueron ampliamente difundidos hasta que el país entero los ve como tales. El cine jugó un papel extraordinario en ello con las películas filmadas por Jorge Negrete y Pedro Infante, exponentes de la charrería, del cantador campirano, de lo que debía ser el prototipo del “macho mexicano” asociado a la “China Poblana”. Estos símbolos recorrieron el mundo a través de la música del mariachi que es hoy universal. Hay mariachis hasta en Suecia, ya no digamos en toda América Latina. En una ocasión que recorría los campos ingleses, visitando las granjas para observar  cómo funcionaban, en los alrededores de Manchester, llegamos hasta una casa a la que fuimos invitados a tomar té. Al identificarnos como mexicanos, el granjero inglés nos dijo: “Where is your big heat”,  “en dónde está el gran sombrero”. Por supuesto, se refería al sombrero charro.

Creo que aún no está suficientemente explicado por qué el centro político del país escogió los símbolos antedichos para representar lo “nacional mexicano”. Es curioso que a los historiadores no les llame la atención el tema. Aun los antropólogos, tardamos en llegar a ello, hasta que empezamos a estudiar las regiones rancheras como la de los Altos de Jalisco, allá por los inicios de la segunda mitad de los años 1970. Lo interesante actualmente es observar si esos símbolos siguen teniendo la fuerza que demostraron y si un período como el de la 4T se apoyará en ese nacionalismo de sabor cardenista, para lograr sellar una nacionalidad que en tiempos de globalidad, adquiere diferentes manifestaciones. Veremos.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala, a 5 de enero de 2019.

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