Somos lo que no entendemos

Casa de citas/ 464

Somos lo que no entendemos

Héctor Cortés Mandujano

Octavio Paz y Carlos Fuentes han sido, sin duda, los escritores mexicanos más premiados (Paz sigue siendo nuestro único Nobel de Literatura), los más traducidos, los más internacionales. Los dos coincidieron en algunos géneros literarios (teatro, cuento, ensayo), pero se dejaron, evidentemente sin ponerse de acuerdo, dos géneros exclusivos en los que sólo uno brilló: novela para Fuentes, poesía para Paz.

Paz pareció siempre una especie de mago, porque sus textos parecen haberse escrito con naturalidad, como por sí mismos: pese a la complejidad, a su erudición, a su variedad temática, no se le ven las costuras. Son piezas inconsútiles, pulidas por la inteligencia, el conocimiento, el talento.

Fuentes tocó temas disímbolos con autoridad, mente clara, discurso brillante, riqueza verbal, pero no siempre logró grandes libros: tiene altísimas cumbres y caídas espeluznantes; algunos de sus textos parecen muy apresurados o hechos por encargo. Viendo visiones (FCE, 2003) es un ejemplo. Son ensayos sobre artes plásticas, un tema que Paz supo bordar con perfección en varios títulos.

El libro es lujoso, de enorme formato y con una producción que no escatima gastos. Toda la carne en el asador. Las reproducciones pictóricas son inatacables. Los que parecen hechos al vapor son los textos de Fuentes, que repiten muchas veces la misma idea (Sontag, Reyes, Buñuel, Borges, son citados de la misma forma en demasiadas páginas; su opinión sobre los muralistas y Velázquez se reproduce sin cambios en varios ensayos); parece que los escribió con fecha de cierre y uno tras otro, como salieran: ni el título general ni los de cada capítulo tienen un mínimo nivel de creatividad y lo señalo porque hablamos de nuestro narrador más importante, el que se supone debería tener más oficio, más armas. En fin. Pero el libro es bello y leer a Fuentes, por supuesto, no es perder el tiempo.

Varias cosas cito para ti lector, lectora.

En el ensayo que da nombre al librote, cita a Diderot, en su clásica y maravillosa Jacques el fatalista (p. 32): “No describas, le pide Diderot a su narrador, ve directo al hecho: ‘Conozco a una mujer tan hermosa como un ángel… Quiero acostarme con ella. Lo hago. Tenemos cuatro hijos’ ”.

En “El ojo de la aurora: Juan Soriano”, dice (p. 87): “Siempre supe que escribir es pasarse sueños; pintar, también. Y la originalidad es el arte de regresar a los orígenes sin ser reconocido”.

El ensayo “El ojo pornográfico: Brian Nissen” reproduce las imágenes explícitas de este artista y Fuentes juega con expresiones teñidas de sexo. Habla de (p. 139) “las palabras coñocidas” y de “los coñocimientos vergaderos”.

La pregunta se la hace en “El ojo de la identidad: estética mexicana” (p. 364): “¿Por qué motivo no podemos realmente entender cómo se unen cuerpo y alma y sin embargo seguimos siendo exactamente lo que no entendemos?”.

En “El ojo estudiado: artistas latinoamericanos” dice (p. 421): “Leonora Carrington, bruja al cabo, lo sabe mejor que nadie: el mundo es celestial, pero lo hemos olvidado”.

De “Viendo vanguardias: abstractos brasileños” es esta cita que Fuentes hace de una de mis escritoras favoritas, Margaret Atwood (p. 437): “Post esto, post aquello. Todo ahora es post, como si todos fuéramos una nota a pie de página de algo que nos precede y que merecía, eso sí, un nombre propio”.

En “El ojo apasionado: Frida Kahlo”, cita a la propia Frida (p. 477): “Quería parir a Diego. Soy él, escribió o dijo un día, desde mis más primitivas y antiguas células, él es en todo momento mi hijo, mi niño nacido a cada momento, todos los días, de mi propia entraña…”; un poco más adelante, en el mismo texto, dice algo que me parece clarificador con la palabra obscenidad (p. 481): “Obsceno significa estar fuera de escena”.

Ilustración: Juventino Sánchez

***

 

Aunque los he leído antes, me gustó leerlos de nuevo con el estudio previo de un especialista. Hablo de Los aforismos de Kafka (FCE, 1979), de Werner Hoffmann.

Los juntó y editó en su origen Max Brod, el amigo célebre, y dice Hoffmann (pp. 12-13) “basándose en los aforismos, se (ha) considerado a Kafkfa un creyente judío, un gnóstico, un maniqueo y un ateo […], pues se (citan) una u otra de las sentencias que (parecen) confirmar la opinión preconcebida”, ya que (p. 24) “los aforismos de Kafka tratan de Dios, del origen del alma humana y de su vida en el tiempo y en la eternidad; pero las palabras ‘Dios’, ‘alma’ o ‘inmortalidad’ apenas se encuentran en ellos”.

El breviario aborda, claro, la vida y la obra en general de Kafka, en función de su tema principal. Era complicado Franz. Escribe a Felice, una de sus novias (p. 86): “¿Tenía el propósito de firmar poniendo ‘tuyo’? Nada habría sido más falso. No, mío y eternamente atado a mí: esto soy y con esto tengo que tratar de ponerme de acuerdo, entenderme”.

Cita Hoffmann algo que es bueno para todas, todos (p. 129): “En el ‘Canto de la unidad’, un himno que pertenece al círculo de Judas el Hassid, se dice: ‘Todo está en ti y tú estás en todo; tú rodeas al universo y llenas el universo; cuando surgió el universo, tú estabas en él, antes de que el universo surgiera, tú eras el universo”.

A los 109 aforismos, Max Brod los llamó “Consideraciones sobre pecado, sufrimiento, esperanza y el verdadero camino”. El 16, brevísimo, dice (p. 149): “Una jaula fue a buscar a un pájaro”; el 22 dice (p. 150): “Tú mismo eres la tarea. No hay ningún discípulo ni a lo largo ni a lo ancho”; el 43 (p. 153): “Todavía juegan en el patio los perros de caza; pero la caza no se les escapa, por mucho que corra ahora por los bosques” y el anexo del 109 cierra así (p. 165): “No es necesario que salgas de casa. Quédate junto a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera. Pero ni siquiera esperes, quédate completamente quieto y solo. Se te ofrecerá el mundo para el desenmascaramiento, no puede hacer otra cosa, extasiado se retorcerá ante ti”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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