Conciertos naturales

Foto: Archivo Daniel Pineda Vera

El fin de semana llegó, para Pilar y su familia era lo más esperado, irían a acampar al bosque. Salieron temprano de casa, el sol apenas despertaba; llegaron alrededor de las nueve de la mañana al parque donde acamparían. Había poca gente. El verde de los  pinos regocijaba la vista.

Fernando y Pilar instalaron la casa de campaña, pidieron a Clara y Rogelio buscaran un espacio cercano para sentarse a desayunar. El canto de los pájaros estaba en su máximo esplendor. Había distintos tipos de aves,  a Pilar le habría gustado saber más de ellas para identificar a cuáles pertenecía cada canto. Lo cierto era que disfrutaba esos paisajes sonoros.

Clara, la hija mayor, dijo que estaba muy contenta de haber ido al bosque, el paisaje la relajaba. Rogelio, el hijo  menor le pidió a su papá, le ayudara a colocar la hamaca que habían llevado. Después, sentados en el pasto todos se dispusieron a jugar lotería. Quien ganara primero sería la persona que ocuparía el espacio en la hamaca para leer o tomar siesta.

Mientras jugaban, Pilar recordaba las veces que de niña salía con su familia a casa de sus abuelitos que vivían fuera de la ciudad. El canto de los pájaros no solo le gustaba sino que le alegraba el corazón. Era como el ingrediente que le daba sabor a las mañanas y tardes. Vino a su memoria el despertar con la algarabía de los cantos, era un despertar muy bonito, con alegría, emoción y animaba a iniciar el día con entusiasmo.

En la casa de sus papás también había conciertos matutinos, a esos se sumaba el de la parvada de loros que solía pasar todos los días, por las mañanas, casi a la misma hora. Esos loros eran una banda sonora que no podía pasar desapercibida, con vuelo sincronizado. Pilar siempre admiraba la organización con la que iban.

– La sirena- dijo Clara.

-¡Lotería!- Gritó Fernando.

-¡No se vale!-  señaló Rogelio. ¡Yo quería estar primero en la hamaca!

Mientras seguían en el alegato, Pilar sonreía, ya imaginaba que algo así sucedería. Su vista se perdió en la contemplación de los diferentes pinos que daban cobijo a las aves que continuaban su cantar. Nada mejor que escuchar los conciertos naturales en compañía de la familia, pensó para sí.

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