De científico a rockstar

En nombre de la ciencia, Hugo López-Gatell nos dice con sobrada ecuanimidad lo que pasará en México con el Coronavirus. Su pedagógica forma de decirnos cuál es la manera de afrentar la crisis sanitaria no genera casi dudas; contesta preguntas, es un profe consumado que sabe de lo que habla. De pronto, se convierte en el personaje ¿político? más popular del momento. Se le ve sabio, paciente e inteligente. Más que eso: es al único en quien confiamos a la hora de enfrentar la temible amenaza que azota a la mitad del mundo.

Los mexicanos somos un pueblo que necesita de un timón, de una dirección y de un liderazgo que nos devuelva la seguridad. A través de la historia nuestros héroes nacionales han sido eso, pero también caudillos, hombres y mujeres bragadas que enfrentaron adversidades y dificultades para lograr el bien común. El cura Hidalgo y la Corregidora, Benito Juárez y Zaragoza, Villa y Zapata, grandes líderes que les admitimos un aura invencible cuando toman decisiones. No pueden equivocarse.

Esa extraña seguridad sin mediaciones, nos hace ser un pueblo exigente de las verdades más inoportunas con tal de satisfacer nuestro ego solidario. El Santo, el Enmascarado de Plata, peleó contra momias, mujeres lobas, extraterrestres y demás, y salvaguardó nuestra integridad; Kalimán fue implacable con los enemigos y por eso el Chupacabras fue un exitoso monstruo que apaciguó, a su manera, algunos sentimientos de desasosiego de la gente en momentos de severa crisis económica. Algo así como una seguridad a la inversa: al no existir el Líder visible, hay que crear al culpable y después aparecerá quien nos saque del apuro.

Uno de los últimos fenómenos de los ídolos mexicanos fue el Subcomandante Marcos. En medio de sus discursos y de la poesía combativa que nos enviaba “desde algún lugar de las montañas del sureste”, el personaje sobrepasó al propio guerrillero. Ídolo de masas, el hombre más guapo de México, según muchas mujeres, aunque solo se le vieran sus ojos y su voz y sus “comunicados” fuesen el único vínculo con el mundo real. Marcos se convirtió en un rockstar. Su fama mediática trascendió su propia forma de hacer política. En su tiempo fue prototipo del hombre valiente, culto, letrado, dirigente, soldado experto, que le declaró la guerra al mal gobierno mexicano. Nada mal para un líder magnificado en una gallardía masculinizada.

Actualmente, Hugo López-Gatell es el hombre más famoso de México. Su figura comenzó a transformarse a partir de cuentas de datos y estadísticas duras mostradas en formas de “curvas”. De funcionario a científico, y de científico a artista famoso: verbo racionalizado expuesto como palabra verdadera. Si la curva va lenta, le creemos; si se aplana poco a poco, no le dudamos, pero para eso es lo que es ahora: no titubeamos cuando dice que debemos estar mucho tiempo confinados, pero como todo héroe galán, que se ha convertido en el crush nacional de muchas mujeres, nos llevará de la mano a los parques públicos toda vez que, si logra aplanar la célebre y dramática espiral de contagio, en cinco años puede que nos hable de lo mismo como el nuevo presidente de México.

 

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