La escritura de la lluvia

Casa de citas/ 476

La escritura de la lluvia

Héctor Cortés Mandujano

 

Aunque el subtítulo explicita el contenido de su libro, En tierra zoque. Ensayos para leer una cultura (Coneculta, 2000), de Miguel Lisbona Guillén, a mí me llamó la atención no sólo la proverbial claridad expositiva de Miguel, su capacidad de análisis, su búsqueda exhaustiva de fuentes, sino una de las entrevistas que tocan lo sobrenatural como cotidiano. Cito (p. 111): “En palabras de don Gelasio Sánchez, principal de San Miguel, cualquiera puede ser brujo, a media noche el demonio te prueba en vivo, no en sueño (maixpa). Si soportas las pruebas de la noche (persecuciones o enfrentamientos con víboras o toros) ya eres un maestro (muspa nenatzac)”.

En su novela La lluvia en las hojas del platanar (Tifón, 2019), de mi amigo Roger Octavio Gómez Espinosa, dice, y cito de memoria, que “los dioses hablan sólo en idioma chiapaneco”. Lisbona Guillén, también amigo mío, cita una anécdota referida por el matrimonio Cordry. Felisa, una informante de los investigadores y tejedora tuxtleca, habla a los cuatro puntos cardinales para que el viento se aleje (p. 131): “Cuestionada por Donald Cordry sobre la utilización de su lengua nativa contestó: ‘Porque el viento sólo entiende el zoque’ ”.

 

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Regalo de mi amigo Jorge Zárate, la Antología de la poesía neerlandesa moderna (El Bardo, 1971), con selección, traducción, introducción y notas de Francisco Carrasquer, significó para mí entrar en un territorio no hollado antes, ya que el único autor, del que he leído algunos libros, del centenar de poetas que propone esta selección, es Cees Nooteboom (La Haya, 1933).

Dividido en “Poesía holandesa”, “¨Poesía flamenca” y “Textos neerlandeses” (es decir, en su propio idioma), el libro, de más de 800 páginas, guarda muchos versos notables. Aquí algunos:

En el final de “El grillo en la hierba”, dice Gabriel Smit algo que parece describir el patio de mi casa (p. 159): “Oh matas verdes, oh patria ondulante:/ grillos cantando, hierba en todas partes”.

En “Amsterdam”, escribe Bertus Aafjes esta línea magnífica (p. 163): “El otoño de todo hace oro viejo”.

 

Foto: Nadia Carolina Cortés Vázquez

Leo Vroman dice en “Paz” (p. 169): “Amor es pestilente maravilla/ de mal decapitadas co-lujurias”.

Dice Paul Rodenko en “La despedida” (p. 186): “Mi corazón es un libro/ del que no entiendo palabra”.

Me encantó está humanización del pavimento en “Noche en el Central Park de Nueva York”, de Hans Lodeizen (p. 197): “Los autos corren tan nerviosos/ que las avenidas/ no se atreven a mover un músculo”.

Hans Andreus dice algo, que muchos hemos sentido, en “Retrato doble” (p. 218): “Se me acercan espíritus/ más terroríficos que espectros porque no están fuera de mí,/ porque no son otra cosa que yo mismo”.

Es simpática la petición que a su computadora hace Herman van Snick en “Cibernética” (p. 411): “Espíritu electrónico,/ mecanismo animal;/ puesto que lo haces todo/ mejor que el hombre (y más),/ ahórrale en buena hora a mi sesera/ tener que hervir haciendo cuentas de lechera”.

Me gustaron estas líneas de Bert Decorte en “Orfeo pasa de largo” (p. 420): “Bajo híspido cuero de absurdas humoradas,/ yace hondo en mi alma vieja un escarabajo de oro/ que cada primavera canta con voz de plata”.

Dice Remy C. van de Kerckhove en un poema sin título (p. 432): “Oh animales de la tierra que ignoráis incendios/ de pasión y el mordisco del recuerdo,/ en el grisáceo meollo del encanto…”.

Jos Vandeloo plantea algo romántico en “Fisión” (p. 446): “Debe de haber quién sabe dónde alguien/ que piense como yo/ que viva como siento/ y que quiera ir conmigo por la arena”.

Clara Haesaert confiesa en “La blanca habitación” (p. 449): “Y sin embargo te amo/ pero a través del brillo blanco/ y de la blanca habitación/ de la exasperación”.

En “Basta digo a la casa” escribe Hugo Claus algo que me recordó a un Sabines menos violento (p. 455): “Y este poema no es ningún poema”; me gustó también este verso suyo (p. 456): “La lluvia que nos escribe ETCÉTERA en la cara”.

 

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En busca de un dato, volví a leer Re-escribir el guion cinematográfico (CCC-Imagia Comunicación, 2012), de Beatriz Novaro, que tal vez he comentado en alguna Casa de citas anterior. Te comparto lector-lectora lo que Beatriz transcribe en “El misterio”, de Marguerite Duras (p. 147): “Si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nada se escribiría. No valdría la pena. Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos –sólo lo sabemos después– antes; es la cuestión más peligrosa que podemos plantearnos, pero también es la más habitual”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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