Las trompetas resonantes de la Nada

Casa de citas/ 478

Las trompetas resonantes de la Nada

Héctor Cortés Mandujano

 

Si la literatura fuera un cúmulo de sabidurías,

la literatura dejaría, automáticamente, de interesarme

Camilo José Cela,

en Viaje a la Alcarria

 

De sencilla y grata lectura es Viaje a la Alcarria (RBA Editores, 1993), del Premio Nobel en Literatura 1989, Camilo José Cela, de quien muchos libros he leído.

El viaje lo hizo Cela en 1946-1947, según su nota final, y la mayoría de caminos y pueblos los recorrió a pie, como fue su idea original. Habla de sí mismo en tercera persona; se hace llamar, cuando se menciona, “el viajero”.

En esta región de España, lo mismo que en Chiapas y en otras partes, los habitantes tienen gentilicios, pero también apodos (p. 138): “Mientras echa un pitillo con el del carro, se entera de que a los de Cereceda les llaman pantorrilludos, igual que a los de La Puerta; a los de Mantiel, miserables y rascapieles; a los de Chillarón, tiñosos; a los de Alique, tramposos; y a los de Hontanillas, gamellones, porque, para no ensuciar el plato, comen en el gamellón del puerco”.

[José Daniel Ochoa Nájera, en ¿Lengua y cultura? Estructura de la conversación en contextos bilingües (Coneculta-Chiapas, 2007), escribe algunos apodos usados en comunidades en Chiapas (p. 38): “A los de Oxchuc se les denomina ti’ ts’ej o ti ch´oj, los ‘come rata’ ”; a los de San Juan Cancuc “también les decían con ich, ‘los vende chile’ ”; […] “a los habitantes de Tenejapa se les denomina los con kaxlan chenek’, ‘vende cacahuates’ ”.]

Sobre ese tema habla más Cela (p. 172): “La gente de Casasana es muy trabajadora, tanto, que les llaman cuculilleros (por cuclilleros) porque, para poder madrugar y marchar al campo en seguida, duermen, según se murmura, en cuclillas: en cuculillas, como dicen ellos”.

Cuenta más adelante (p. 176): “A la entrada del pueblo hay una hermosa avenida de olmos y olmas. Los olmos son los que acaban en punta y las olmas son las que tienen un ramaje copudo, redondo, maternal”.

Una de las cosas que me gustan de los libros de Cela es su lenguaje, tan español, tan popular y al mismo tiempo tan erudito. En una de sus notas habla de un hombre que mató a palos un garduño, un animal. Busco la referencia en el diccionario a mano y sólo tiene un sinónimo, que evidentemente se refiere también al animal (puede ser un tlacuache, una comadreja): ladrón. Y es un apellido. Pero parece que, contrario a lo que opinaban los griegos, no hay que hacer mucho caso al significado de las palabras. Llega a una iglesia donde le dice que está enterrado (p. 210) “el ermitaño Juan de Buenavida y Buencuchillo, […] un nombre más propio de un bandolero o de un señor de horca y cuchillo que de un presunto beato”.

 

***

Foto: Nadia Carolina Cortés Vázquez

Aunque había leído fragmentos en otros libros, leo ahora, completos (es un decir, porque el autor destruyó, y qué bueno para él, muchas páginas) los Diarios (1910-1923), de Franz Kafka. Mi edición (Tusquets, 1975) tiene, además, algunos diarios de viajes.

Es una impudicia leer lo que no se escribió para ser publicado, pero uno, como consumidor admirado de ciertos autores, agradece asomarse a la intimidad de un hombre tan humano, tan grande en espíritu como Kafka.

En sus diarios no sólo anota lo que tiene que ver con su vida personal, íntima, sino también sus tentativas literarias. De una de ellas, comparto contigo lector, lectora, este fragmento (p. 32): “Por favor, padre, deja que el futuro siga todavía durmiendo como merece. Ya que si uno se despierta antes de tiempo, tiene entonces un presente dormido”.

Habla de una costumbre judía (pp. 76-77): “Costumbre de introducir tres veces los dedos en el agua después de despertarse, porque los malos espíritus se instalan durante la noche en la segunda y la tercera falange. Explicación racionalista: hay que impedir que los dedos toquen en seguida la cara, porque con el dormir y los sueños, pueden haber tocado, sin posibilidad de dominarse, las axilas, el trasero, los órganos genitales”.

Habla de otro rito judío: la circuncisión (p. 131): “El encargado de la circuncisión, que hace su trabajo sin cobrar, es casi siempre un bebedor, porque, ocupado como está, no puede tomar parte en las diversas comidas y por ello sólo puede echarse al coleto unos vasos de aguardiente. De ahí que todos ellos tengan la nariz roja y que su aliento huela a alcohol. Por esto mismo no resulta nada agradable cuando, una vez efectuada la incisión, chupan el miembro ensangrentado, tal como está prescrito. Luego, el miembro es recubierto de aserrín y a los tres días suele estar curado”.

[Prepucio en latín significa “impureza”, dice Virgilio Piñera en Palabrología (Planeta, 2014: 166).]

Kafka, me llamó la atención, posó desnudo varias veces; estuvo incluso durante varios días en un campo nudista (p. 150): “Tengo que posar desnudo ante el pintor Ascher, como modelo para un San Sebastián”.

A Kafka le atormentaba y le apasionaba la escritura, admiraba las obras que habían trascendido su tiempo (p. 180): “El hueco que la obra genial ha dejado al quemar lo que nos rodea es un buen lugar para encender la pequeña luz propia”.

Su declaración tajante (p.200): “Todo lo que no es literatura me aburre y lo odio, porque me demora o me estorba, aunque sólo me lo figure así”.

En 1914, el 2 de agosto, asentó en su diario algo que se ha vuelto clásico, porque muestra la circunstancia mundial (lo terrible de la guerra), con la minucia de lo cotidiano (p. 262): “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. —Tarde, escuela de natación”.

Cuando se lee un documento de éstos (he leído volúmenes de cartas de escritores, muchos diarios) a veces se pierde perspectiva y no se tiene clara la idea de que el autor no está haciendo literatura, sino contando su vida a alguien que no deberías ser tú. Escribe Kafka (p. 318): “Excepto cuando estuve en Zuckmantel, jamás tuve intimidad con una mujer. Luego la tuve también con la suiza de Riva. La primera era una mujer y yo un ignorante; la segunda era una niña y yo me hallaba en un estado de confusión completa”.

El título que puse a esta columna la escribe Kafka (p. 330) como una oración aislada, sin desarrollo. Me encantó.

Escribe (p. 354): “Un momento de reflexión: Date por satisfecho, aprende (aprende a tus cuarenta años) a recrearte en el momento (la verdad es que alguna vez pudiste hacerlo). Sí, en el momento, en el terrible momento. No es terrible, sólo el miedo al futuro lo hace terrible, y quizás también el mirar atrás”.

En sus diarios de viaje, escribe algo que yo también creo, pienso (p. 397): “Es irresponsable viajar e incluso vivir sin tomar notas”.

Va a una conferencia y escribe algo que oyó, se supone, que parece más bien un despropósito (p. 430): “A las chinas les deforman los pies para que tengan un gran trasero”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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